♞Capítulo 43♞

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Entonces... ¿Por qué diablos estás enojada? No te dejé encerrada en el armario durante mucho tiempo ¡No tiene sentido! -Comenzaba a molestarse... y de hecho no me importaba en lo absoluto.
-Porqué pudiste haber hecho un mejor trabajo, ahora me duelen... las piernas -Mentiras.
-Vamos ______ -Suspiró- De verdad lo siento y si viste todo lo que ocurrió, debes saber cuales fueron las razones
-Como digas, me quiero ir de aquí -Traté de imitar un suspiro parecido al que él había largado hace un rato: Cansado y vago.
- ¿Te irás así como así? ¿Enojada aún conmigo? -Volvió a detenerme con una de sus fuertes manos apretando mi brazo sin presión dañina.
Debo confesar que el torpe enojo había abandonado hace minutos mi cabeza y ahora solo quería que Jos me insistiese por el resto de la vida para no quedar mal, a parte de hacerme sentir importante, me daba cuenta que si le importaba.
Estando de espaldas a él, sonreí y volví a concentrarme en mi actuación.
- ¿Es que acaso te importa? No lo creo -Susurré girándome para poder enfrentarlo una vez más.
Era lindo ver como sus ojos me suplicaban que lo perdonara, nunca se había visto más tierno y dulce.
-Pero, ______ -Se quejó con una pataleta, era tan parecido a un niño de 5 años- ¡Tuve a Andy semidesnuda en mi cama y no hice nada por ti! Estaba nervioso y sudando -Se quejó una vez más y esta... dolió.
Me quedé mirando en medio de un doloroso silencio, era increíble como hasta podía oír a mi corazón hacerse pedazos. ¡Hacia unas horas atrás, más o menos, había estado conmigo! ¿Ya ahora me decía en la cara que había dejado a Andy por mí culpa? Bueno, para que tuvieran una idea de cómo me sentía, era algo parecido a esto: Una basura, un estropajo. Me habían pasado a llevar, y había sido él.
Sin decirle nada, corrí mi rostro para que no notara lo llorosos que estaban. Solté mi brazo de su agarre y salí corriendo sin decir más.
- ¡______! -Lo escuché exclamar y al igual que no corrió tras Andy, menos lo haría por mí.
Siendo torpe y sin darme cuanta por donde era es que mis pies pisaban, tropecé con una de las mesitas decorativas de los pasillos, pero en micro segundos una fuerte mano me sostuvo para no caer al suelo y evitar el más que un seguro golpe en mi cabeza.

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