Destiny
Paso mi mano por mi vientre. Está enorme, y desde hace semanas estar de pie cansa demasiado. Prefiero estar sentada, porque acostada tampoco me gusta estar.
Por eso ahora estoy frente al espejo de mi armario, con una sonrisa en mi rostro sintiendo como mis bebés se mueven. Lo comenzaron a hacer hace tres semanas. Es una sensación extraña y aveces que duele, pero me gusta cuando los siento, me confirman que están muy bien.
He ido a mis chequeos semanales, y todo va estupendo. Lo que me asusta un poco es que nacerán muy pronto. Ya la doctora me avisó que ellos deberán quedarse en el hospital mucho tiempo ya que nacerán prematuros y pequeñitos.
Por suerte, no hay ninguna complicación con ninguno en el vientre, que es lo que más me preocupaba. Son unas cositas tan chiquitas, en especial uno de ellos. Pequeñitos pero fuertes.
Habíamos organizado ya todas las cosas que necesitábamos para recibir a nuestros pequeñitos. Bueno, Dominick, Christopher, Patrick y Simon organizaron todo bajo mis órdenes. Mientras ellos hacían todo el trabajo de armar las cunas, colocar los muebles y decorar la habitación, yo tranquilita me tomaba un té junto con Nelly.
Pero todo quedó perfecto. Muy bonito y listo para ellos.
—¿Los sientes? —pregunto con una sonrisa hacia Athena, está acostada frente a mi y había colocando su cabeza a un lado de mi vientre.
Lo hace desde que comenzaron a moverse, me parece muy lindo ver como cada vez que siente una patadita mira mi vientre y pasa su lengua causando cosquillas.
—¿Qué haces ahí?
Volteo hacia la puerta, Dominick entraba mirándome confundido. Había estado en la central en la mañana como todos los días. Sólo va por medio día, ya a las doce regresa a casa para quedarse conmigo, le dije que no era necesario pero él insistió en que es mejor así para poder estar al tanto de mi.
—Me bajé a tomar unos zapatos y ya no me pude levantar...
Intenta no reír apretando los labios, pero se le nota que quiere hacerlo. Se acerca y con cuidado me ayuda a levantarme del suelo. Toma mi rostro depositando un suave beso en mis labios antes de bajar sus manos a mi vientre.
—¿Te sientes bien? ¿Ellos se portan bien?
—Tienen sus momentos. —sonrío dejando mi mano en un lado, en donde se encuentra uno de los cuatrillizos— Pero este de aquí siento que será el revoltoso, no se está quieto nunca.
Ese da patadas como si me odiara, el que está a su lado es tranquilo y se reporta de vez en cuando, especialmente cuando pongo mi mano sobre dónde está. El tercero es igual, y por último tenemos al más chiquito y tranquilo, hasta que Dominick llega.
Mi marido sólo tiene que hablar para que comience a moverse.
Ya sabemos quien será el apegado o la apegada a papá.
Camino hacia la cama para poder sentarme al fin en algo cómodo. Aunque no me molestó estar sentada tanto tiempo frente al espejo, puedo conversar con mis hijos por un rato.
Athena salta a la cama y se queda a mi lado cuando Dominick se arrodilla frente a mi. Anda siempre muy al pendiente de cada persona que se me acerca, incluido él. Tomo las manos de mi esposo para que las deje a ambos lados de mi vientre para que sienta como se mueven.
La primera vez que lo hicieron fue él quien los sintió primero. Era de madrugada, ambos estábamos dormidos, y como duerme abrazándome desde atrás, con su brazo rodeándome y tiene el suelo ligero, logró sentir la primera patadita.