OCHO: Entre Dos Fuegos

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                                                                                          ~Alaska~

Cuando regresamos al apartamento, ambos nos dejamos caer sobre la cama, y por un breve instante, la calma nos envolvió. Aprovechando esa paz momentánea, decidí intentar dormir un poco, especialmente al notar que Cain también había cerrado los ojos. Sin embargo, esa calma se rompió abruptamente con un estruendo ensordecedor. La puerta del apartamento se abrió de golpe, y hombres enmascarados y armados irrumpieron en la habitación.

Me desperté sobresaltada, aún medio dormida, y me encontré rodeada. Cain, a mi lado, se levantó de golpe, pero antes de que pudiera reaccionar, uno de los hombres lo golpeó con fuerza en la cabeza, dejándolo aturdido y desorientado. Mi corazón se aceleró al ver a Cain caer al suelo.

Intenté resistirme cuando uno de los atacantes me sujetó, pero su agarre era demasiado fuerte. Mis ojos se encontraron con los de Cain, que luchaba por mantenerse consciente. Pude ver la ira y la impotencia en su mirada, lo que solo aumentó mi propia desesperación.

—¡Suéltala! —gritó Cain, tratando de levantarse nuevamente, pero fue derribado de nuevo.

Una voz familiar rompió el caos. —Tranquilo, Cain. —Leon entró en la habitación con su típica arrogancia y una sonrisa cruel en su rostro. Se acercó a mí, sus ojos fríos como el hielo. —Vamos, preciosa, es hora de volver a casa. Has estado jugando en el lado equivocado durante demasiado tiempo.

Intenté luchar contra los hombres que me sujetaban, pero fue inútil. La desesperación se apoderó de mí cuando me arrastraron hacia la salida. Vi a Cain, en el suelo, incapaz de ayudarme. —Leon... —murmuré, el miedo reflejado en mi voz.

—No te preocupes, Cain. Nos veremos pronto —dijo Leon, disfrutando de su victoria.

Los hombres me arrastraron fuera del apartamento, mis gritos de auxilio se desvanecieron en la distancia mientras me metían en una furgoneta negra. La puerta se cerró de golpe, y el vehículo arrancó a toda velocidad. La realidad de mi situación se hundió en mi mente, y el pánico se apoderó de mí.

Mientras la furgoneta avanzaba, me di cuenta de lo sola y vulnerable que estaba. Cain estaba herido y lejos de poder ayudarme. Leon tenía el control ahora, y no tenía idea de lo que me esperaba. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, y supe que tenía que mantenerme fuerte. No podía dejar que Leon me rompiera. No esta vez. Mis ojos se apagaron lentamente y mis latidos fue lo último que escuche antes de caer en un profundo sueno. 

Desperté de golpe, mis sentidos alertas ante un sonido extraño. No era el apartamento de Cain. Parpadeé varias veces, intentando orientarme en la oscuridad. De repente, una luz cegadora iluminó la habitación y me encontré cara a cara con Leon.

- ¿Dónde estoy? -  pregunté, mi voz temblando mientras trataba de moverme, solo para darme cuenta de que estaba atada a una silla.

- Bienvenida de nuevo, preciosa. -  dijo Leon con una sonrisa que me heló la sangre. -Te extrañé. 

Intenté mantener la compostura. 

- ¿Qué quieres, Leon? 

- Lo sabes muy bien," respondió, acercándose lentamente. - Quiero el reloj. ¿Tienes idea del lío en el que te has metido? - 

- No lo tengo. - susurré. - Cain lo tiene. Él... él descubrió quién soy. 

La sonrisa de Leon se amplió. 

- Cain, ese imbécil. Bueno, parece que estás en una situación difícil, ¿verdad?-  Se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de furia y diversión. 

La Chica De Los LazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora