32. Ava: Uno. Vida: Cero

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Han pasado ya dos años y medio. Suspiro.

La bebé de Emily está enorme y pesa cuando la cargo.

Y me dice tía. A pesar del típico "seguro dice mamá o papá", anuncio orgullosamente que las primeras palabras de la pequeña Anne fueron "tía" y "linda".

Juro que casi lloro cuando me miró con esos ojos hermosos que tiene (iguales a los de Lewis) y me dijo "tía linda" señalando su botella de agua con forma de vaquita.

Anne llegó a nuestras vidas a inicios de febrero. Todos estuvimos en el hospital esperando que Emily, Lewis y la bebé salieran de la sala de parto. Todos excepto sus padres. El señor Han acabó echando a Emily de casa. Diciendo que no podía tener en su casa a una mujer embarazada que no se había casado.

Obviamente todos nos limpiamos el culo con esas palabras y falta de amor hacia su propia hija y junto a Enzo, Sophie y mi hermano compramos una casa para ellos.

Emily agradece el hecho de que Lewis ya se hubiera graduado hace unos cuantos meses y ahora pudiera tener un trabajo estable.

En cuanto a Enzo y a mí. Bueno, si que hemos tenido algo de intimidad. Pero aún no hemos llegado a la parte en la que no hay ropa. Y si eso no me demuestra que me ama no se que lo hará. Porque ha sido muy paciente y cariñoso.

Por eso me encuentro en la sala de espera del consultorio de mi antigua psicóloga. Respiro hondo cuando se asoma por la puerta y dice mi nombre.

Había olvidado como era este lugar. Ha cambiado desde que deje de venir. Hay algunos cuadros nuevos y algunas otras cosas que ya no estan. Y sí, Enzo se convirtió en mi no ético psicólogo. Pero para esta sesión necesitaba a otra persona.

— Ava Lennox. Es un placer volver a verte. — Estrecho la mano de la doctora y sonrio.

— Hola. Se que le había dicho que había decidido cambiar de psicólogo y todo eso. Pero necesito que esta sesión sea con usted.

— Pues adelante. Te escucho.

— A ver, por dónde empiezo. Mm... Mi nuevo psicólogo es mi novio. Y se que no es algo ético ni profesional. Pero aprovechando el hecho de que el aún no está ejerciendo esa profesión no me pareció mala idea. Y la verdad me ha ayudado muchísimo. Ya no tengo ninguna necesidad de tomar antidepresivos y puedo usar tenedor para comer sin que me de un ataque de pánico. Y no he tenido más pesadillas. Todo esto desde hace como un año y medio.

— Okey. Entonces supongo que lo que necesitas hablar tiene que ver con el y por razones obvias no lo vas a hacer con el. — Yo asiento y ella sonríe, o al menos lo intenta. Por alguna razón se ve cansada. Y con ojeras. En todas las otras ocasiones que hemos hablado no estaba así.

— Bien, el asunto es. Aún no nos hemos acostado desde que me secuestraron y todo eso. — Se siente tan bien poder hablar de lo que me pasó sin sentir terror. — Y pues yo quiero hacerlo. Y se que el también quiere pero no va a dar el paso si no lo doy yo primero.

— Bien. ¿Sientes que estás preparada?

— ¡Si! Desde hace un tiempo la verdad. Pero creo que me he puesto nerviosa y al final me retracto. Supongo que no estoy aquí para que me de psicoterapia. Más bien para que me aconseje que hacer. Después de todo la veo como una amiga además de doctora.

— Oh. — Se aclara la garganta y creo que hasta se sonroja. — Bueno... A mí siempre me has parecido más fuerte y valiente de lo que crees que eres. Lo que quieres es que te diga cómo seducir a tu novio. — Me sonrojo pero asiento. — Bien. Me voy a atrever a decir que probablemente tu novio ya esté lo suficientemente seducido por ti. Lo único que debes hacer es preparar la ocasión. Una cena romántica. Los dos solos, asegurarse de que nadie los pueda molestar. Incluso algo de música.

— Estaba pensando en comprar algún conjunto bonito. Verme bien en el espejo me da mucha confianza.

— Perfecto. Es una buena idea. Sobre el resto no te... — Ambas miramos a la puerta que se abre de repente. — ¿Dominik? — Pregunta la doctora sorprendida? — ¿No te ibas a Alemania hoy?

Yo no sé que está pasando y al parecer la doctora se ha olvidado de mi porque lo único que hace es mirar al hombre que entró.

Scheisse! — Dice en lo que supongo es alemán. Y se oyó como una maldición. — Maldita seas mujer. — Si. Definitivamente una maldición.

Ahora, lo que ni yo, ni la doctora, ni probablemente Dominik nos esperábamos era que él en dos pasos estuviera frente a ella, la tomara de la cintura y después de darle un beso muy húmedo y sensual le dijera con voz sería:

— Te amo. Preferiría tirarme dentro de un volcán que ir a cualquier otro lugar sin ti. ¿Te casas conmigo? — Creo que las dos jadeamos. Y creo que estoy sobrando. No sé si interrumpir o que hacer. A toda prisa Dominik saca una cajita del bolsillo de su pantalón y la abre.

Oh dios mío.

— Disculpen la interrupción. Gracias doctora. Yo le haré caso en todo y por favor, diga que si. — Sonrio antes de irme sin darle tiempo a la doctora de responderme. Creo que me río un poco mientras voy en mi auto hacia la casa de Emily.

...

— ¡Tiaaaaaaa! — Siento que me derrito cuando Anne viene corriendo hacia mi con sus piernitas tan cortitas.

— ¡Hola cariño! — La cargo y ella me abraza. — Ay estás tan gordita. Me dan ganas de comerte. — Le doy besos por toda la cara y se ríe.

Oh, amo su risa.

— ¿Llamaste a mi hija gorda? — Dice Emily falsamente indignada.

— Es que parece un dumpling de esos que salen en los comerciales. Un dumpling hermoso que camina y habla. — Le pellizco un cachetito a Anne. — ¿Y Lewis? — Pregunto mientras le doy un beso en la mejilla a Emily.

— Debe llegar en unos... 10 minutos. ¿Por qué? — Me mira.

— Necesito que el haga su papel de papá bueno y cuide a nuestra preciosa Anne. Porque tú me tienes que acompañar al centro comercial a comprar unas cosas. — Subo y bajo las cejas. — Te comprare algo, lo que quieras. Y puedo decirle a Enzo que venga. Le encanta estar con Anne y sospecho que Lewis también querrá un rato con un buen amigo. ¿Que dices?

— Okey... — Me quita a la niña y hago un puchero. — ¿De que clase de compras estamos hablando?

— Velas, vino, cosas para cocinar.

— ¿Lencería?

— Si.

— ¿Condones?

— Definitivamente si.

— ¡Oh dios mio tu vas a follar esta noche!

— ¡Tía folar! ¡Note!

— No hija no repitas esas cosas feas que dijo mamá.

— ¡Mamá fea!

— Creo que ella me odia. Pero no nos desviemos del tema. Habla habla. ¿Si o no?

— Puede ser. Creo. No lo sé. Veamos cómo van las cosas. — Sonrio.

— Entonces Lewis que se apure. Y llama a Enzo, que la cuiden ellos. Bastante bien se la pasan sin cambiar pañales los muy malnacidos. — Tomo mi teléfono y le escribo un mensaje a Enzo, seguido de una llamada que cuelgo antes de que conteste. Una táctica para que lea mis mensajes si está entretenido. — ¡Vamos a comprar lencería para Ava!

— ¡Encheria pa Avaaaa! — Me río cuando Anne intenta repetirlo todo. Está igual de emocionada que su madre aunque no sepa de que estamos hablando.

¡Ja! Toma eso vida.

Ava: Uno.

Vida: Cero


















Es que Anne es una cosita hermosa. Me dieron ganas de tener una bebé 😭😭😭

Pero bueno. Disfruté mucho de escribir y editar este capitulo, sobre todo teniendo en cuenta que todo el tiempo que ha pasado para Ava significa mucho, tiempo invertido en su salud mental y física. Sigan leyendo. Los amo <3

La teoría del hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora