14. Dos palabras

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Me despierto con un estruendo tremendo. Abro los ojos de golpe y me siento en la cama. A un lado tengo a Enzo y al otro está Emily.

Duermen plácidamente. Otro estruendo.

No tardo en darme cuenta de que son truenos. Por mi ventana se ve cuando los relámpagos iluminan en cielo. Zarandeo a Emily hasta que se despierta.

— ¿Eh? ¿Que quieres? Déjame dormir. — Cierra los ojos otra vez pero la vuelvo a zarandear. — ¡Ay! ¿Que? — Se espabila cuando cae otro trueno y yo me cubro los oídos. — ¡Ay, mierda! — Se levanta rápido de la cama cayéndose en el proceso, pero se levanta y comienza a buscar en mi mesita de noche.

Al final lo encuentra y me trae los tapones para los oídos. Me los pongo enseguida y respiro.

— Pero que tormenta. ¿Estás bien? — Me pregunta Emily.

— Si, si. Es que... Creo que estaba teniendo una especie de pesadilla y me desperté con los truenos.

Enzo se remueve al otro lado y sonrio. Tiene el sueño muy pesado.

— Dios mío te trae loca.

— ¿Te digo algo? Creo que lo amo.

— Eso lo se hace rato. Y en verdad me alegra que hayas podido encontrarte con alguien como el. Sobre todo después de... Bueno tu ya sabes. - Emily me besa la frente y volvemos a recostarnos, está vez ella me abraza y nos dormimos otra vez.

...

Después de despertarme con la cabeza hecha un nido de pájaros y un hilo fino de baba seca en la esquina de la boca veo que Emily duerme a mi lado y no en mucha mejor presencia que yo. Enzo no está.

Miro en el baño y tampoco lo veo. Me quito los tapones de los oídos, bajo a la cocina y que dios me libre. Pero que vista.

Esta frente a la estufa con un delantal y sus jeans. Algo en la manera en la que agarra la sartén me parece extremadamente sensual. Es que el es demasiado sexy o que mi menstruación esta a punto de llegar y yo estoy muy hormonal. O tal vez las dos.

— ¿Ya terminaste de babear? — Parpadeo y me está mirando con una sonrisa de lado.

— No. — Se ríe mientras me acerco y lo abrazo por detrás dejando un beso en el centro de su espalda. — ¿Que estás cocinando?

— Se llama frittata. — Dice mientras mezcla huevo con otros ingredientes que parecen previamente cocinados. — Cuando me desperté vi que hubo una tormenta anoche y también vi que tenías puestos tus tapones en los oídos. Así que te quería llevar el desayuno a la cama. Con flores y todo. — Señala hacia la encimera y veo un sencillo ramo de rosas.

Sencillo pero muy hermoso. Si acaso son cinco o seis rosas sin espinas y atadas por una cinta roja.

— Voy a pedirle a Zeus que haga más tormentas si vas a tratarme así al otro día. — Se ríe y mete una cazuela al horno. Lo programa y se me acerca.

— Yo te llevaría el desayuno a la cama todos los días. — Me levanta y me sienta en la encimera, es gracioso porque ahora mi cabeza queda un poco más arriba que la de el. — ¿Si pudiste dormir bien? — Dice mientras me quita un mechón de pelo de la cara y yo entrelazo mis dedos por detrás de su cuello.

— Me desperté con los truenos pero luego pude dormir. — Acaricio el inicio de su cabello en la nuca.

Enzo besa el espacio entre mi cuello y mi hombro y yo me remuevo un poco.

— ¿Que pasa? — Me mira.

— Nada — Me río. — La semana que viene deberia bajarme la regla y... Una semana antes me pongo muy hormonal.

La teoría del hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora