Capítulo 3

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## Capítulo Tres: Una Llamada Inesperada

El aroma a café recién hecho y pan tostado llenaba la cocina, mientras Caleb, con una taza humeante en la mano, escuchaba a su hermano Bastián hablar con un entusiasmo que solo él podía despertar.

-...y te juro que la vi con otro tipo, ¡en la misma cafetería donde me dejó plantado hace un mes! -Bastián gesticulaba con vehemencia, su rostro enrojecido por la indignación.

Caleb, aunque cansado de las historias de amor frustradas de su hermano, intentaba prestar atención. Bastián, con su corazón tan grande como su colección de discos de vinilo, se enamoraba con facilidad y se decepcionaba con la misma rapidez.

-Tranquilo, Bastián. -Caleb intentó tranquilizarlo con una sonrisa, mientras acomodaba un poco la taza de café para que no se le derramara. -Es solo que la vida te enseña a identificar lo que te conviene y a qué hay que aferrarse.

-Pero es que era la mujer perfecta para mí, ¡la más hermosa del mundo! -exclamaba Bastián, con una expresión dramática.

-Sí, sí, la más hermosa del mundo... -Caleb resopló entre dientes, con la mente divagando hacia otra mujer, una que no había salido de su mente desde la tarde anterior.

La imagen de Isabella, con su sonrisa tímida y su mirada inteligente, le había robado el sueño. Su conversación en la biblioteca, tan natural y llena de complicidad, aún resonaba en sus oídos. Él, que rara vez se dejaba llevar por los impulsos, se sintió atraído por ella de una manera que no esperaba.

En ese instante, el teléfono de Caleb vibró sobre la mesa, interrumpiendo el monólogo de Bastián. Un nombre brilló en la pantalla, interrumpiendo sus pensamientos. Isabella.

-Espera un poco, Bastián. -Caleb respondió con una sonrisa nerviosa, mientras contestaba la llamada.

-Hola, Isabella. -Su voz, cálida y melodiosa, le recorrió el cuerpo con una agradable sensación.

-¿Caleb?. Quería saber si podrías tomar un café conmigo esta tarde. -Su tono era tímido, lleno de una dulzura que lo cautivó aún más.

-Sí, claro. -Caleb se sintió aliviado al escuchar su propuesta, pero al mismo tiempo se le encogió el estómago por la emoción que le provocaba. -¿A qué hora te parece bien?

-Las dos de la tarde. -Su voz sonó decidida, y una sonrisa iluminó su rostro.

-Perfecto. Te paso a buscar. Pásame tu dirección por mensaje.-Caleb no podía creer que estuviera aceptando una invitación a tomar un café con una mujer que apenas conocía. Era como si un extraño e inexplicable impulso lo dominara.

-¿Te parece bien? -Isabella preguntó con cautela.

-Sí, me parece genial. -Caleb se esforzó por que su voz sonara tranquila, pero la alegría que sentía era innegable.

-Genial. Ahora te paso la dirección, te espero.-Isabella colgó el teléfono con una risita suave que le hizo vibrar a Caleb.

Bastián, que había estado observando la conversación con curiosidad, se acercó a su hermano con una expresión divertida.

-¿Quién era? ¿Esa chica de la biblioteca? -preguntó con una sonrisa pícara.

-Sí, es ella. -Caleb se sonrojó levemente.

-No me digas que ya te gusta. -Bastián se burló con una sonrisa.

-No digas tonterías. -Caleb intentó disimular su nerviosismo.

-Bueno, bueno, ya veremos. -Bastián le guiñó un ojo y se dirigió a la sala, dejando a Caleb con una mezcla de emociones.

La tarde se extendía ante Caleb como una larga y emocionante espera. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de nerviosismo e ilusión. ¿Qué iba a decir Isabella? ¿Qué iba a pasar entre ellos?

Intentó concentrarse , pero la imagen de Isabella lo perseguía. Su sonrisa, su mirada, su voz... cada detalle de su encuentro en la biblioteca se reproducía una y otra vez en su mente.

Mientras miraba el reloj, con impaciencia, se dio cuenta de que no había preparado ningún plan. No sabía qué decir, qué hacer, qué esperar. La idea de pasar una tarde con ella le provocaba un miedo y una fascinación que nunca había experimentado.

Decidió tomar un baño para calmar su nerviosismo. El agua caliente le relajó los músculos, pero no sus pensamientos. Se miró en el espejo, con un rostro ajeno a la imagen que solía reflejar. Se había transformado, su confianza habitual se había disipado ante la posibilidad de un encuentro que le prometía ser único.

Se vistió con una camisa de lino blanca y unos pantalones de algodón azul, tratando de encontrar un equilibrio entre lo casual y lo formal. Se aplicó un poco de colonia, con el aroma a madera y especias que siempre le había gustado.

Cuando terminó de prepararse, el reloj marcaba las dos menos diez. Se sintió un poco incómodo con su atuendo, pero intentó no darle demasiadas vueltas al asunto. Su única certeza era que quería que esta tarde fuera perfecta.

Tomó las llaves de su coche y salió a la calle. El sol de la tarde brillaba con intensidad, y el cielo se teñía de tonos pastel. La ciudad se extendía ante él con su ritmo habitual, pero para Caleb, el mundo se había reducido a una sola dirección: la casa de Isabella.

Su corazón se aceleró al llegar a su puerta. Toco el timbre y esperó, con un nudo en el estómago. La puerta se abrió y la sonrisa de Isabella lo dejó sin aliento.

-Hola, Caleb. -Su voz era tan cálida como la primera vez que la escuchó.

-Hola, Isabella. -Caleb se sintió un poco torpe, sus palabras no salían con fluidez.

-Lista para el café? -Su sonrisa le dio un poco de confianza.

-Por supuesto. -Caleb se sintió agradecido por la invitación que lo había sacado de su rutina y lo había llevado a este nuevo camino, un camino que comenzaba con una taza de café y una tarde llena de posibilidades.

¿Ángel o Pecador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora