capítulo 30

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"Oigan, ustedes dos, par de idiotas," dije caminando al lado de los mellizos, sintiendo cómo la adrenalina todavía me recorría. "Siempre me andan salvando el culo," añadí, con una mueca que no ocultaba la irritación.

"Pues sí," respondió Brooke, estirando los brazos con una sonrisa despectiva, "ya deberías haber perdido la cuenta de las veces que te salvamos."

"Oye, hoy seguramente traten de matarme," dije, con una sonrisa que no llegaba a mis ojos.

"¿Te asusta morir?" preguntó Gray, su tono era gélido, pero sabía que detrás de esa frialdad se escondía una lealtad que yo apreciaba, aunque no lo demostrara.

"No, para nada," respondí, sintiendo un escalofrío recorriéndome, "no me importaría morir, pero es que aún quiero disfrutar un poco."

"¿Y qué quieres que hagamos nosotros?" preguntó Gray, su voz un poco más suave.

"Simple," respondí, sin detener mi paso. "Quédense en mi apartamento, ocultos en la noche."

"En serio, no podremos dormir por tu culpa," dijo Brooke, con un gesto de fastidio.

"Desgraciadamente, sí," respondí con falsa tristeza, pero no podía evitar sentir una extraña satisfacción. "Eres bueno engañando haciéndote el de tener emociones, pero a nosotros no nos engañas," dijo Brooke, sin dejar de mirarme con desconfianza.

"Bueno, Isabella es muy inestable cuando de cosas complejas se trata. A ver, ella me gusta, y espero recuperarla, pero eso es secundario de momento. Quien querrá matarme a toda costa al ver que no estoy preso es Edgar. Yo le maté a su madre, así que para él sería justo matarme a mí. Pero no lo va a hacer porque ustedes lo van a matar," dije, señalándolos con un dedo, esperando que captaran la ironía de mis palabras.

"¿En serio?" dijo Gray, con un toque de incredulidad. "De cuándo para acá somos nosotros tus sirvientes. Mátalo tú solito."

"Bueno, eso no va a pasar," dije, con la sonrisa de un angelito, pero mis ojos brillaban con una intensidad que solo ellos podían descifrar.

"Ya te vi," dijeron a la vez, con una mirada que me decía que no confiaban en mis palabras.

Ya era de madrugada. Estaba casi 100% seguro de que vendría hoy. Escuché el crujir de la puerta. Al fin, me dije a mí mismo, ¿quién estaría entusiasmado de recibir unas apuñaladas? Yo, solo yo, me dije a mí mismo. Esos dos imbéciles después de insistir un rato aceptaron, estaban escondidos por la cocina, quizá. Bastián ha estado muy ocupado, se ha tomado en serio eso de ser modelo, ese hermano mío.

Escuché los pasos viniendo directamente a mi habitación, parece que alguien le ha dicho la estructura de mi casa. En fin, así son las cosas, toca sentir dolor. Edgar abrió la puerta y yo, claro, haciéndome el dormido. Me apuñaló por la espalda.

"Hola, maldito," me dijo con una voz histérica, llena de rabia contenida.

Yo grité de dolor, exagerando un poco. "¿Qué mierda es esto?" dije haciéndome el confundido. "Si la policía se cree tu cuento de niño bueno yo no. Sé de sobra que fuiste tú, vuelve a apuñalarme por detrás." Otro grito salió de mis labios, falso, pero convincente.

"Quién mató a mi madre, cabrón, yo seré quien..." Antes de que volviera a apuñalarme y terminara su frase, ya tenía un cuchillo pegado en la garganta.

"¿En serio hay que matarlo?" preguntó Brooke, con un toque de sádico humor. "Es sexy."

Edgar estaba más que desconcertado, tenía de mi sangre en su ropa, rostro y en la mano. Gray estaba apoyado en la puerta rascándose los ojos con sueño.

"Brooke, no tontees ahora, tengo sueño," dijo Gray, bostezando.

Gray encendió la luz de la habitación. "Una pena," dijo fingiendo lamentarlo.

Con sangre saliendo de mi cuerpo, con esfuerzo me puse a lado de Gray apretando mi abdomen. Brooke, sin dejar a Edgar, le quitó el cuchillo con el que me había apuñalado. Entregándoselo a su hermano. Brooke lo empujó contra la pared enfrente. Los tres a la vez sonreímos torcidos.

"Tu juego acabó," dije con voz baja, estando pálido.

"Y así es como se gana, jaque mate, imbécil," dije, asintiendo, y en ese instante Gray le lanzó el cuchillo clavándoselo en una pierna. Edgar gritando en dolor. Brooke se le acercó y sin quitar su sonrisa psicópata, le agarró el rostro con ambas manos.

"Hijos de puta," murmuró Edgar.

"No le alces la voz a una dama," dijo Brooke con una voz gélida, sin dejar de mirarlo fijamente.

Le besó los labios. "Es una pena tan sexy y tan problemático." Brooke le cortó la garganta, cayendo así inerte su cadáver en el suelo.

Me sentí mareado, la sangre seguía manando de mi cuerpo, pero una sonrisa se dibujó en mi rostro. "Qué espectáculo," pensé, mientras me dejaba caer al suelo, sintiendo el peso de la muerte, no la mía, sino la de mi enemigo.

¿Ángel o Pecador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora