capítulo 21

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El aire en la sala se espesó. Caleb se sintió incómodo bajo la mirada gélida de Brooke y Gray, que parecían escanearlo con rayos X. Él había esperado que esta reunión fuera casual, una forma de romper el hielo con estos dos, que para él, eran un enigma.

"Bueno, supongo que te preguntarás cómo encontramos tu dirección", comenzó Brooke, su voz tan fría como el acero. Su sonrisa, esa mueca que Caleb ya había notado en otras ocasiones, se extendió por sus labios.

Gray asintió, su expresión era igual de impasible. "Nuestro padre conoció a tus padres hace años, cuando él era socio en el bufete de Londres. Sabía dónde vivían y, después de la mudanza a Estados Unidos, él encontró tu dirección actualizada."

"No es tan difícil, ¿verdad?" Brooke agregó, su tono lleno de una extraña indiferencia.

"Y, ¿por qué me están visitando?" preguntó Caleb, la incertidumbre lo carcomía por dentro. ¿Qué querían estos dos? ¿Por qué habían aparecido de repente en su puerta?

"Te podríamos decir que es por puro aburrimiento, pero no sería verdad", respondió Gray, mirándolo fijamente. "Te podríamos decir que estamos aquí para pedirte ayuda, pero tampoco sería cierto".

Caleb frunció el ceño. "Entonces, ¿por qué?"

Brooke se levantó del sofá, caminando lentamente hacia la ventana. "¿Te importa si te contamos un poco de lo que ha pasado estos años?"

Caleb no respondió, solo la observó inseguro. ¿Qué era esta conversación? 

Gray se acercó a Caleb y se sentó a su lado en el sofá. "¿Sabes lo que es tener un padre que es un reconocido abogado, un hombre con una reputación impecable, y una madre que resultó ser una asesina en serie? No te lo imaginas, ¿verdad?"

Caleb sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Asesina en serie? ¿De qué estaban hablando?

"Te vamos a contar todo", dijo Brooke, girándose para mirar a Caleb.  Nuestro padre la descubrió, fue un golpe durísimo para él. Ella era una persona muy querida, la madre de sus hijos. Pero la verdad es que era una asesina en serie, un monstruo. Nuestro padre la llevó a juicio. No tuvo otra opción, tenía que detenerla. Tuvo que ponerla tras las rejas. Desde ese día, nuestras vidas cambiaron por completo. Nuestro padre se hundió en la tristeza. Nos culpaba a nosotros, nos decía que por alguna razón, habíamos heredado la maldad de nuestra madre."

Gray asintió con la cabeza. "Nos mandó a terapia, dos veces por semana. La psicóloga intentó ayudarnos, pero nada funcionó. Decía que teníamos problemas mentales leves, que éramos incapaces de sentir empatía, de comprender el dolor de los demás."

"Nos daba igual la muerte de la gente, excepto la de algún familiar o amigo cercano. La psicóloga creía que sacamos esa característica defectuosa, como ella la llamaba, de nuestra madre. Decía que teníamos sonrisa torcida, ¿qué le importa?"

Brooke y Gray se miraron, una mueca cruel se dibujó en sus labios.

"No la culpamos, es solo que... que no nos importa. Somos así. Ella nos dejó una marca, una cicatriz que no se borra."

Caleb se quedó en silencio, procesando todo lo que había escuchado. No podía creerlo. ¿Cómo podían ser tan fríos e indiferentes?

"Nosotros también estamos dañados, Caleb. No somos normales. Y tú tampoco lo eres."

Brooke se acercó a Caleb y lo miró fijamente a los ojos. "Sabemos que tú... que tú tienes un problema. Sabemos que te fascina la oscuridad, que la muerte te atrae. No tengas miedo, nosotros también lo somos. Somos iguales. ¿No te gustaría probar algo nuevo? ¿No te gustaría que jugáramos juntos?"

Caleb sintió que su cuerpo se congelaba. ¿Cómo lo habían descubierto? ¿Habían estado observándolo?

"No te preocupes, Caleb. No te vamos a delatar. Tenemos un trato que ofrecerte. Un pacto. Un juego. Te ayudaremos a comprender lo que eres, a aceptarlo. Pero a cambio, tú nos ayudarás a nosotros. ¿Qué te parece?"

Caleb sintió una mezcla de terror y excitación recorrer su cuerpo. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué estaban planeando?

"No puedo, no puedo hacer eso. Yo no

..."

Pero antes de que pudiera terminar la frase, Brooke y Gray se acercaron a él, sus ojos llenos de una oscura intensidad.

"No tienes elección, Caleb. Eres nuestro ahora. Y juntos, vamos a hacer algo grandioso. ¿No te parece?"

Caleb se quedó paralizado, sin saber qué hacer, qué decir. Su cuerpo temblaba, sus manos sudaban. El miedo se había apoderado de él. Y en medio de ese miedo, una punzante sensación de curiosidad. ¿Qué iba a pasar? ¿Qué era este juego que los mellizos le proponían?

Su mente se llenó de preguntas sin respuesta, sus miedos se multiplicaron. Pero en lo profundo de su ser, algo lo atraía hacia ellos, algo lo obligaba a seguir jugando, a seguir el juego que Brooke y Gray habían comenzado.

Los mellizos, a pesar de su frialdad, parecían mostrar un extraño afecto hacia Caleb. Había algo en sus miradas, en la forma en que lo tocaban, que lo hacía sentir a la vez amenazado y atraído. Eran como dos polos opuestos que se atraían, una fuerza irresistible que lo arrastraba a un abismo oscuro y peligroso.

¿Ángel o Pecador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora