Capítulo veintiséis

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—¡Ginny! 

Era mamá, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por mi padre, y se abalanzaron sobre Ginny. 

Yo entré última y me quedé junto a la puerta mientras los demás avanzaban. No me encontraba realmente preparada para encontrarme con mis padres.

Dumbledore estaba al fondo del despacho, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. 

En algún momento mamá envolvió en un gran abrazo a Harry y Ron

—¡La habéis salvado! ¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hicieron? 

—Creo que a todos nos encantaría enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

En cuanto mi madre soltó a los dos chicos miró hacia donde me encontraba, se veía algo sorprendida al verme ahí.

—¿Tu también estuviste allí? —preguntó y yo asentí.

—Estábamos los tres juntos cuando supimos que Ginny estaba ahí —dije mirándola fijamente. Ella sonrió y fue hasta mi para darme un pequeño abrazo —gracias Nya —susurró.

Yo quedé bastante paralizada ante su actitud pero decidí devolverle el abrazo.

Al separarnos, Harry, Ron y yo comenzamos a contar detalladamente todo lo que había sucedido, desde la charla en el despacho de Lockhart, hasta Fawkes sacándonos de la cámara.

Todos escucharon atentamente lo que relatábamos. Mi madre estaba casi infartada por lo que había pasado.

Al terminar, mis padres llevaron a Ginny a enfermería para que la revisaran y descartaran cualquier daño. Yo decidí salir con ellos, ya que, McGonagall dijo que Dumbledore debía arreglar cuentas con Ron y Harry, y asegurándome que no tendría sanciones.

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No había ni entrado completamente a mi sala común cuando mis amigos me vieron y se acercaron corriendo hacia mi preguntándome donde había estado, o que me había sucedido.

Les dije que iría a bañarme y en la cena les contaría todo lo sucedido.

No se convencieron mucho pero aceptaron debido al mal aspecto que tenía.

Llegué al dormitorio y me apresuré a entrar al baño y darme una larga ducha. Al salir me puse ropa cómoda y volví a la sala común junto a mis amigos.

Nos encaminamos al Gran Comedor mientras les contaba el por qué me había ausentado todo el día.

—Por Merlín Nya, casi te mata el mismísimo señor tenebroso —exclamó Daphne horrorizada.

Decidí omitir el momento en que me ofreció unirme a él.

Seguía encontrándolo demasiado raro. Pero lo mejor era olvidarlo.

—Así que... ahora eres algo así como una heroína —dijo Blase haciéndonos reír a todos. 

—Espero y no te acostumbres y nos cambies por San Potter —dijo Draco con desprecio.

—¡Claro que no! —exclamé —no los cambiaría por nada del mundo, además, Potter sigue siendo muy tonto para su propio bien.

Llegamos al Gran comedor con la sorpresa de que había un gran banquete.

—Si antes te quería, ahora te quiero mucho más pelirroja —dijo Blase en cuanto vio toda la rica comida que se encontraba en las mesas.

Yo solo me reí y nos fuimos a sentar a nuestra mesa.

Estaba muerta de hambre.

Lo mejor de la noche, se habían suspendido los exámenes.

Osea que todo mi esfuerzo para estudiar en cinco días no había valido la pena. 

Y lo peor de la noche, y probablemente de todo el año, fue que a mis dos acompañantes de aventura les habían regalado doscientos puntos a cada uno, ¿y a mi?

Cincuenta miserables puntos por acompañar al gran Harry Potter.

Doscientos puntos a Ron que lo único que hizo fue cuidar al loco de nuestro profesor de DCLAO.

Potter que nos puso en peligro innecesario dos veces al ser extremadamente torpe.

Y a mi, cincuenta.

Yo quien fue que destruyó el famoso diario.

San Potter siempre saliéndose con la suya.

Pero claramente a Dumbledore no le convenía darme más puntos, ya que, con esos cuatrocientos, Gryffindor le ganaba a Slytherin por cien puntos.

Lo cual significó que Gryffindor aseguró la copa de las casas.

Luego de la cena me dirigí inmediatamente al profesor Snape para dar un reclamo.

—Señorita Weasley, ¿Qué se le ofrece?

—Cincuenta puntos profesor —dije consternada —me dieron solo cincuenta puntos por salvarle la vida a Potter, a Ginny y a mi al destruir ese tonto diario y Dumbledore me da solo CINCUENTA PUNTOS, ¿Se da usted cuenta de la injusticia que se acaba de cometer? es el mismo robo del año pasado y todo por el favoritismo del viejo ese por el magnifico Harry Potter, el elegidoo, el niño que vivió. A nadie le importa...

—Señorita Weasley cálmese —dijo mi jefe de casa y tome un respiro aún con la rabia en mi sistema —estamos claramente todos de acuerdo con la injusticia de puntos, sin embargo, las cosas ya pasaron y no hay más nada que hacer.

—¡Pero es muy injusto!

—Lo sé, por eso el siguiente año hay que hacerlo mejor y no reclamar tanto —dijo con su característico tono frío —ahora, salga de aquí y vaya a dormir.

—Si señor.

Me dirigí aún furiosa fuera del comedor, encontrándome a Draco que me esperaba en las puertas.

—¿Cómo te fue con Snape? —preguntó.

—Dijo que no hay nada que hacer —le respondí haciendo un pequeño puchero.

—Dumbledore es un idiota, deberían sacarlo de director, no hace nada bien.

Asentí apoyando su comentario, mientras veía a lo lejos a Ron, Potter y Granger hablar felices.

Ronald sintió mi mirada sobre él y avanzó un paso con la intención de acercarse a mi, pero Draco y yo comenzamos a caminar rumbo a nuestra sala común.

No tenía ganas de hablar con mi hermano.

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El resto del último trimestre transcurrió bajo un sol radiante y abrasador. Hogwarts había vuelto a la normalidad, con sólo unas pequeñas diferencias: las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras se habían suspendido. y Lucius Malfoy había sido expulsado del consejo escolar. Por lo que Draco andaba notoriamente de mal humor.

Muy pronto llegó el momento de volver a casa en el expreso de Hogwarts. Con mis amigos nos fuimos todos en el mismo compartimento, tristes porque no nos veríamos en tres meses.

Y yo, tenía un gran miedo al saber que pasaría en estos siguientes meses.

Creo que después de lo de Ginny mi familia ya no me odiaba tanto. O por lo menos Ron, Percy y Ginny no me lanzaban miradas de odio por los pasillos. Y bueno, Fred y George seguían normal, molestándome cada vez que podían. 

Blase me ofreció pasar un tiempo con él y su madre en las vacaciones. Espero que mis padres me den permiso porque me gustaría mucho conocer su mansión.

Creo que de todos nosotros, Blase y Draco son los que más dinero tienen.

Al llegar a la estación estaba demasiado nerviosa. Me despedí de todos con tristeza y luego me dirigí hacia mis hermanos para cruzar con ellos hacia el mundo muggle.



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