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Todo había acabado tan rápido.
Nadie había tenido la oportunidad de decir nada, simplemente se había desmoronado como si no importara, como si nunca hubiera estado ahí.

Y ahora la guerra comenzaba.

Una de las relaciones más bellas que habían experimentado a lo largo de su vida, llena de confianza, amor, y respeto, fue interrumpida por un evento completamente predecible.

Las elecciones a la alcaldía.

El amanecer en el pintoresco pueblo de Karmaland era un espectáculo que parecía sacado de un sueño. Los primeros rayos de sol despuntaban tímidamente sobre el horizonte, pintando el cielo con colores cálidos y calurosos.
Los tonos naranjas y rosados se mezclaban en un ballet de luz, reflejándose en el río que serpenteaba a través del valle. La bruma matutina se levantaba lentamente, revelando los contornos suaves de las colinas y los techos de las casas que aún dormían bajo el manto nocturno.

En medio de este sereno escenario, en una pequeña y acogedora cafetería de Karmaland, dos héroes se encontraban sentados en una mesa junto a la ventana. El café era un refugio tranquilo, decorado con plantas colgantes y muebles rústicos de madera. La luz del amanecer iluminaba el lugar, creando un ambiente más relajante. Uno de los héroes, desplomado sobre su silla, parecía llevar el peso del mundo en sus hombros. Aquel héroe miraba fijamente su taza de chocolate caliente, como si buscara respuestas en el oscuro líquido. Frente a él, un héroe que lo miraba con una mezcla de preocupación y paciencia, sin saber si él debería hablar o esperar a que su amigo, quien lo llamó allí, hablara.

- No sé ni por dónde empezar, tío. - Soltó el de cabellos morenos, casi que en un murmuro, aun sin mirar a su mejor amigo. El chico frente a él se sorprendió al escuchar su voz tan apagada y triste, pero era de esperarse, su aspecto cansado lo decía todo. El híbrido de oso se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa, mostrando que estaba allí para escuchar.

- Tranquilo, estoy aquí para escuchar. - El híbrido no solía ser alguien tan agradable y paciente con las personas, y no era que su mejor amigo fuera la excepción más grande del mundo, si no que,
aquel héroe también lo había ayudado en momentos difíciles, y el apoyo mutuo era importante. El chico frente a él suspiró profundamente, la llama de su cabello casi que apagada por completo, y sus ojos llenos de tristeza.

- Es... Luzu. - Comenzó a hablar el menor con un tono quebrado, sus ojos cargados de angustia y su voz apagada, diferente a siempre. - El descubrió que no voté por el en las estúpidas elecciones. - La voz del joven comenzó a cargarse con un poco más de enojo,
él sabía perfectamente que todo se iría a la mierda en las elecciones y decidió ignorarlo por completo, y hacerle caso a su estúpido ego.
- No sé cómo explicarle realmente lo que pasó, porque lo hice.

Rubius, que ya comenzaba a entender poco a poco la situación, se mostró comprensivo con su mejor amigo, aunque algo confundido. - Pero tío, si estás con el, ¿cómo es posible que no votarás por él? Es decir, yo sabía que tenías tus dudas y todo eso, pero pensé que habían desaparecido cuando tú y él comenzaron a besarse. - Preguntó el híbrido con el ceño fruncido.

- Lo sé, lo sé. - Respondió Raúl con frustración en un su tono de voz, inclinándose más hacia la mesa, donde sus manos se hicieron responsables de cargar con el peso de su cabeza. - Pero no entiendes lo complicado que ha sido para mí, primero pensé en nuestra relación y en cómo se vería afectada si él era alcalde. - Dijo el menor mientras comenzaba a enumerar las razones de su traición con sus dedos. - Luego, cuando hablé contigo y me hablaste sobre lo hijo de puta que fue Luzu siendo alcalde antes, pensé que tal vez eso no le haría bien. - El híbrido frente a él asentía, comprensivo. - Y luego están las elecciones pasadas, las que él no puto recuerda, tío, ese es mi problema más grande.

Meet AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora