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En un rincón remoto y encantador del mundo, se encuentra el pueblo de Karmaland. Un pueblo no solo conocido por su belleza natural, con sus ríos cristalinos y la flora abundante, sino también por la peculiaridad de sus habitantes, sobre todo sus héroes.
Aquel grupo local de héroes, héroes que juraron proteger su pueblo con todas sus fuerzas, y nunca rendirse. Cada uno tan característico con su personalidad, cada uno tan distinto.

- No seas pendejo, Rubius, te estoy hablando en serio.

- Lo siento, en verdad no puedo tomarte en serio cuando hablas así. - Se disculpó el peliblanco entre risas.

Así eran las cosas en Karmaland. Los héroes del pueblo no solo eran defensores valientes y hábiles, sino también amigos con una amistad única, y bromas que solo ellos entendían.

- Creo que nunca puedes tomarme en serio, da igual cómo hable. - Dijo aburrido Quackity, apoyando su codo sobre la mesa y su mano apoyando su cabeza, mostrando cansancio.

- Bueno, ahora que eres alcalde, ¿me permites ser tu primer damo? - Propuso emocionado el de ojos marrones, mientras el pelinegro frente a él esbozaba una sonrisa, dudando un poco de la propuesta del peliblanco.

- Tengo que pensarlo aún. - Dijo Quackity, desde que se había vuelto alcalde, su vida parecía complicarse cada vez más, pero al menos tenía a Rubius. Rubius solía ser quien lo acompañaba durante sus descansos, y se mantenía cerca de él a pesar de todo. Ahora mismo, se encontraban comiendo al aire libre, sobre una mesa de jardín no muy lejos del ayuntamiento, ya que solo estaban en el descanso del alcalde. Quackity ajustó su chaqueta, echando un vistazo a su reloj de mano, no faltaba mucho para volver a su oficina nuevamente. - Bien, tendría que ir partiendo. - Informó el pelinegro con cierta seriedad, dejando a Rubén algo preocupado.

Rubius,con su característico humor y sonrisa, siempre sabía cómo aliviar la tensión de Quackity, especialmente en días como este, cuando las responsabilidades parecían abrumadoras.

- Sabes que lo decía en broma ¿verdad? - Dijo Rubius con simpatía, manteniendo su amplia sonrisa, con un ligero miedo de que Quackity estuviera enfadado por su pregunta. - Aunque, admito que sería un honor ser tu primer damo.

Quackity río entre dientes, aliviado por la ligera atmósfera que siempre lograba crear con Rubius. - Lo sé, Rubios. Y créeme, si alguna vez me decido por un primer damo, serás el primer en mi lista.

El sol de la tarde estaba comenzando a descender, bañando a Karmaland en una luz dorada que hacía brillar cada rincón del pueblo. Los sonidos del mercado cercano y las risas de los niños jugando llenaban la calle.  Quackity sonrió, estaba contento con su trabajo como alcalde. Y al recordarlo, se levantó de la mesa de jardín, listo para partir de nuevo al ayuntamiento.

- Que te vaya bien, pato. - Lo animó Rubius, y Quackity le sonrió con cariño. Quackity partió al ayuntamiento, dejando a Rubius solo, mientras terminaba su merienda en aquella mesa de jardín. Rubius se recostó en su silla, disfrutando de los últimos bocados de su merienda y observando el ajetreo del mercado cercano. Estaba acostumbrando a estos momentos de tranquilidad, aunque no duraban mucho en Karmaland.

- Rabis, ¿qué tal? - Preguntó cierto castaño, que normalmente aparecía instantáneamente sin avisar. Rubius levantó la vista, y sonrió al ver a Luzu, quien se acercaba a él con su característico entusiasmo. Para decir verdad, antes de que a Luzu le borraran la memoria, no tenía un "característico entusiasmo" pero parecía una persona distinta desde ese entonces. Luzu se sentó junto a Rubius, con una energía contagiosa, que Rubius no veía seguido.

- ¿Qué hacías? - Preguntó el castaño, sacando de su bolsillo una paleta roja, la cual se metió en la boca, Rubén lo observaba curioso, y al terminar su bocadillo, habló.

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