Uno

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Luego de dos semanas haciendo su gira por los países súbditos a la corona, había vuelto a su hogar, a su palacio sintiendo su cuerpo pesado, sabiendo que a medida que los pasaran estas situaciones solo se repetirían más si su figura era tan relevante no solo para su familia, sino también para todo lo que estaba construyendo.

Había nacido bajo la presión de ser intachable, noble, pero al mismo tiempo llena de carácter, había crecido bajo las directrices de su abuelo quien cada día se sentaba con ella por horas a conversar y desenvolverse en el palacio real, ejerciendo diversas actividades en conjunto y tomando noción plena de lo que era su rol dentro de ese lugar.

Marcando precedentes en tomar decisiones desde muy joven, como decidir romper barreras al estudiar una carrera universitaria, sacando un título en manejo de negocios porque sabía lo importante que era para su futuro y el de la corona entender cómo funcionaba ese mundo. Generando así un mayor conocimiento, y proyectándose como una mujer fuerte en el ámbito de los negocios, más personales y algunos de la corona.

Al igual que demostrando su valentía al hacer el servicio militar a sus dieciocho años recién cumplido, manteniéndose por un año bajo las directrices dando su mejor esfuerzo y demostrando que ella por su nación haría cualquier cosa, incluso ir a la guerra en tiempos de contención mundial.

Lauren era mirada con ojos de admiración, expectativas y orgullo a cada lugar donde iba, ella sabía que mucha de las esperanzas de que el esfuerzo hecho por sus antepasados por siglos, estaba en sus manos y era por aquello que toda su vida se había esforzado por ser la mejor.

Claramente lo había logrado, era la figura de la corona más querida, con los cuales todos querían conversar, acercarse, sabiendo que de ella emanaría esa cercanía pura, sin un interés de por medio. Lauren había forjado una unión con las personas de su nación, a diferencia de lo que quizás emanaba su padre, el príncipe Adam, criado de una manera diferente, siendo en su personalidad todo lo contrario a lo que su hija era.

Lauren sabía que su padre no estaba conforme con las decisiones que tomaba, o como era su actuar, pero al mismo tiempo, incluso él debía ceder para hablar con su hija y así solucionar los diversos problemas que llegaban a este núcleo familiar. Su padre era un hombre conservador, criado por su bisabuelo el cual mantenía una imagen dura, fría, lejana a los súbditos de la corona, siempre creyéndose superior al resto, algo que ella repudiaba, sin embargo, era todo lo que su padre creía, teniendo diferencias de manera constante en el pensamiento que tomaban.

Es por eso, que ella sabía que su situación era difícil, más cuando el mismo la presionaba constantemente para que se casara, sabía que su desfase era mucho, más cuando sus aspiraciones era mantener la línea de sucesión. Sin embargo, Lauren se mantenía firme y se negaba a aquella idea constantemente provocando aún más diferencias con el Príncipe Adams.

-Princesa Lauren, su vehículo está listo para llevarla al palacio real.- señaló el guardia encargado de su palacio.

-Le agradezco, voy en seguida.- anunció con una media sonrisa.

Salió del gran lugar, subiendo al vehículo en el asiento trasero saludando amablemente a su chofer para ponerse en rumbo al palacio real.

El hecho de vivir sola, de tener su propio palacio heredado por su abuelo, había provocado aún más la molestia hace unos años de su padre, señalando que era inconcebible que Lauren lo hiciera sin antes haberse casado, sin embargo, ella solo hizo caso omiso a su enojo tomando aquella decisión, y diciendo externamente que todo lo que podía lograr no debía hacerlo contrayendo matrimonio.

Al menos no con un hombre.

Ese era su mayor tormento, el vivir cada día con aquella presión u obsesión a esta altura de su familia sobre que ella debía casarse, sabía que estaba pasada en su edad, que para sus aspiraciones era necesario, pero no quería hacerlo, no cuando iba en contra de todo lo que sentía y era, no quería fingir una vida que no le pertenecía, y terminar lastimando a alguien más producto de esa decisión.

Dilema real Donde viven las historias. Descúbrelo ahora