Once

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La frustración que sentía era enorme, sentía que al final nada valía la pena cuando todo lo que había hecho se reducía a tener que estar bajo el amparo de un hombre que nunca iba a poder sentir algo porque no podía, no cuando todo lo que rodeaba a un hombre no le podía generar un mínimo grado de atracción.

Se sentía impotente por todo lo que estaba viviendo y como se iba dando cuenta que así era realmente la vida de la Corona. Aunque amara su cargo, su posición, estaba agotada de tener que ser alguien que no era solo para satisfacer los deseos de los demás.

Si en esos momentos le preguntaban ¿Si era feliz? Definitivamente no, no cuando las cosas estaban yendo en contra de todo lo que realmente quería y la hacía feliz.

Si amaba su rol como princesa, servir a su nación, pero estaba perdiendo mucho más de lo que estaba ganando, y eso ya no era agradable, no era una vida, y no era lo que quería para su futuro.

Luego de hablar con Sophie, su mente no dejaba de dar vueltas y pensar, sobre todo en lo que había dicho, no quería una vida sin la morena y quizás decirlo en voz alta era lo que necesitaba para darse cuenta de todas las cosas que realmente le estaban sucediendo.

Durante 7 años se negó a sí misma sus sentimientos por miedo, temor, por proteger a aquella mujer limitando su cariño al máximo para que al final no saliera lastimada, en el fondo entendía que nunca iba a poder darle a la morena la vida que esperaba, porque en su mundo no estaba permitido, no era bien visto e incluso sabía que la obligarían a hacer algo completamente diferente.

Limitar a la morena a algo meramente sexual era lo mejor, para ella, negarse a sentir más allá y simplemente evitar cualquier emoción en su interior, sin embargo, sabía que eso le jugaba una mala pasada porque sus acciones siempre iban a demostrar algo más por Camila, como la conocía y cada detalle que mantuvo con la mujer durante esos años.

En el fondo siempre lo supo, entendía lo que pasaba, pero no era capaz de asimilarlo, de expresarlo y aunque Camila pudo haber sentido lo mismo, comprendía que la mujer había callado por los mismos motivos que ella.

Era todo una basura que no podía seguir soportando, no cuando entendía que todo lo que necesitaba era la morena a su lado, acompañándola y simplemente, ver que la estaba perdiendo o que la había perdido para siempre hacía que todo el resentimiento de la corona fuera creciendo más y más.

Las cosas no estaban bien, al menos no para ella, no para su futuro y no para lo que ahora si tomaba importancia.

Insistía, amaba la corona, su rol y el deseo de ser Reina seguía latente; pero nada valía la pena si todo eso se debía sacrificar por lo que era lo más importante, y eso era aquella mujer que solo necesitaba ver, tocar y abrazarla para nunca más soltarla.

Estaba cansada, de luchar contra todo lo que era, de luchar contra ella misma.

Era lesbiana y eso no iba a cambiar, nada iba hacer que se casara con un hombre, la única forma que las presiones de su familia terminaran era diciendo la verdad.

Sabía que eso no lo iban a aceptar, sabía que la rechazaría, pero si quería ser feliz y libre de ataduras, algo debía ceder, culminar, y ella ya sabía cuál era ese motivo.

Algo había que perder.

-Me agrada que hayas venido.- le decía su abuelo una vez que entro al salón de reunión de su abuelo.

Una oficina amplia y gigante, llena de cuadro, y vestigios de sus antecesores, era una lugar lleno de reliquias, y un color café antiguo que lo hacía único, lleno de piezas de oro, y sobre todo el trono de alguien tan importante como su abuelo.

Dilema real Donde viven las historias. Descúbrelo ahora