Nueve

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Explicar cómo se sentía en esos momentos era difícil, porque ni siquiera ella entendía lo que realmente le sucedía, solo tenía ganas de desatar la ira que sentía dentro, reclamarle al mundo o a algo divino el motivo de su situación, simplemente quería que las cosas fueran diferentes para ella, que nada de eso estuviera sucediendo y que solo tomara decisiones que no perjudicara su vida.

Se sentía agotada, de todo lo que sucedía a su alrededor, de cargar con aquel peso en sus hombros sin poder hacer nada, deseaba que todo simplemente pasara y que aceptaran que no le gustaban los hombres, que pudiera entender de manera rápida lo que le sucedía con Camila, pero quizás si lo entendía era solo peor para ella.

Tenía miedo, de aceptar lo que le sucedía, porque si lo hacía no sabía cuáles podían ser sus actuaciones siguientes a esa asimilación, no quería aceptarlo en lo absoluto, porque sabía que era capaz de todo y más, tenía miedo gigante a perder todo lo que había logrado durante años.

No quería perder la corona, no lo deseaba, pero tenía miedo que si aceptaba algo más, pudiera estar dispuesta aquello sin nada más que hacer, eso le aterraba en parte. Creció con la instrucción de ser una Reina, con órdenes y pasos a seguir estrictos, moldeandose a la perfección para aquello, siendo la mejor en todo lo que hacía para estar a la altura y que nadie la cuestionara por ser una mujer.

Había pasado toda su vida, en eso, en aprender, entender y crecer porque así era su destino. Y no quería renunciar a aquello por algo que no debía influir para su punto de vista, pero sabía que para la corona si influía y mucho.

Estaba en el peor dilema de su vida, entre aquello que había luchado pero ocultando quién era, o simplemente ser quien era y alejándose de la corona.

No quería renunciar a algo, quería tenerlo todo, pero a veces en la vida eso es imposible y tenemos que sacrificar ciertas cosas por algo superior.

Pasó las manos por su cara, bebiendo otro sorbo de su vaso de whisky, negándose a cenar aquella noche, y liberando a su personal porque quería estar sola con su mente y cada uno de sus pensamientos, pero sobre todo porque sabía que Camila vendría, conocía suficiente a la mujer para saber que vendría a terminar aquella conversación que para ella terminó pero para la morena no.

-Es lo mejor.- tomó un respiro, pasando la mano por su cabello.

Dobló el último vestido de la morena guardado en su clóset, para dejarlo en la caja, dejando cada cosa que la mujer había traído a su hogar.

Fue en esos momentos cuando su premonición se hizo verdad, los tacos resonaron en su habitación, junto con un "Lauren" suave que solo emanaba de su voz.

-Estoy aquí.- anunció la mujer desde dentro del gran armario.

Camila ingresó, mirando la caja junto con sus cosas, para luego ver a Lauren.

-Sabía que vendrías, por lo que te tengo tus cosas listas, lo mejor es que te las lleves ahora y me devuelvas las llaves.- anunció.

Camila tomó un respiro profundo.

-Podemos conversar primero.- le pide.

-No tengo nada más que hablar Camila, y tampoco le encuentro sentido que sigan tus cosas acá cuando tú eres una mujer comprometida.- le señala firme en sus palabras.

-Eso lo tengo claro, me llevaré mis cosas Lauren, pero necesitamos conversar.- le pidió nuevamente. -La forma en la que llegaste a mi oficina esta mañana no fue la correcta, y si querías reclamarme pudiste esperar a un momento adecuado.- le señala.

-No me vengas a decir cómo hacer las cosas.- rió con algo de ironía. -No cuando tú ni siquiera fuiste capaz de contestarme el teléfono, o simplemente contarme lo que habías decidido.- declaró.

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