Diez

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El estado de ánimo de la Princesa no era el más agradable durante los últimos días, de hecho dejaba mucho que cuestionar a las personas que la rodeaban, no era fácil lo que estaba sintiendo y a pesar de que siempre tuvo la facultad de separar lo interior con su rol como Princesa, o con los demás, esta vez se le hacía imposible en todos los sentidos.

Era una impotencia que albergaba su mente y corazón de manera constante, esa ira arraigada dentro de ella que en cada momento quería salir por no ser valiente, por no atreverse a decir quien era de verdad y más cuando la noticia de que Camila se casaría era lo más hablado en su familia, en su círculo social, donde fuera que iría todos le contaban lo mismo.

Estaba cansada de aquello, de oírlo, de no poder hacer nada y ver cómo aquella mujer que tan cerca tuvo cada día más se alejaba de sus brazos, no podía controlarlo, no podía detenerla y sobre todo no era capaz de reconocer el motivo de porque le afectaba tanto.

La vida de la Princesa Lauren estaba dando un vuelco que ni ella era capaz de entender, ver cómo lo que más anhelaba se iba entre sus manos, y no estaba hablando de la corona precisamente, sino de sus sentimiento y corazón. Porque a pesar de que amaba a la Corona con todo su corazón, y tenía la devoción más grande, luchaba aún por aquello, sentía que nada estaba valiendo la pena si no era feliz como lo quería, si solo tenía que ocultarse y fingir algo que no era para los ojos del mundo.

Más cuando las presiones de su familia por que ella contrajera compromiso para casarse se hacían insoportables desde la noticia de la Doctora Edevane, ella entendía que estaba pasando su tiempo de edad, de fertilidad, de poder hacer lo que todo el mundo esperaba de ella, sin embargo, el llevar hijos de ella directamente no era el gran anhelo cuando aquello la detendría en sus planes, nunca estuvo en sus planes quedar embarazada.

Es por aquello que hace unos años atrás, y esto entre paréntesis de todo el drama, había decidido congelar óvulos, con la ayuda de Camila, mantuvo que eso quedará confidencial en la clínica de los Edevane.

Camila sabía todos sus secretos y todo lo que tenía, todo lo que era, y eso era contraproducente para ella en cada instante.

Si había alguien en quien confiaba en esta vida era en ella, por algún motivo, sentía que podía hablar de cualquier cosa con la morena sin tener miedo, incluso de sus problemas o de los mayores temores, porque de algún modo cuando hablaba con Camila veía de una mejor forma sus pensamientos.

Era terrible estar lejos de ella, más aún cuando había pasado una semana y media sin verla, o hablar, o tocarla, o sentirla, simplemente se habían alejado ambas tomando sus rumbos diferentes, aunque externamente nadie lo notara, Lauren sentía el vacío más grande que podía en su vida.

Era difícil estar lejos de alguien que veías constantemente, alguien como dijo confiaba, necesitaba en su vida, sobre todo estaba allí a pesar de todo. Y ella estaba ahí también para Camila en cada día bueno o malo, incluso en los más malos cuando la morena solo quería pelear o discutir, o mandar a alguien a la mierda, ahí está ella esperándola, con un abrazo y una taza de café que tanto le gustaba cada vez que lo necesitaba.

La extrañaba como no lo imaginaba y la necesitaba más que nunca.

Su vida parecía no tener rumbo y sobre todo no tener energías, paciencia, estaba de mal humor constantemente y simplemente sabía que a su vida le hacía falta Camila.

-Que hermoso poder estar todos reunidos como familia.- señaló el Rey. -Hace muchas semanas que no habíamos podido por la enfermedad de Adam.-

-Al menos no me afectó tanto.- señaló el hombre.

-Por lo menos, sino Lauren hubiera ocupado tu lugar.- bromeó el Rey. -Pero mi nieta no es como tú que está al acecho de la corona.-

Todos rieron menos Adam que no le gustaba para nada la broma.

Dilema real Donde viven las historias. Descúbrelo ahora