Cuatro

758 126 8
                                    

Sus tacones resonaban fuertemente al entrar a su casa, sentía su cuerpo agotado, y algo de estrés por el entorno de su vida. Tenía una presión constante en cuanto a ser la mejor representante de su familia al ser la doctora de la corona, y eso era mucho más relevante que su familia sea dueña de diversas clínicas a nivel nacional, simplemente porque era un puesto más que fundamental si era velar por la salud del Rey.

Camila se había esforzado desde que era una niña para enorgullecer a sus padres, abuelos, sabiendo que creció bajo la directrices de ser la mujer perfecta para cualquier hombre que tuviera una relevancia, y más aún si ese hombre podría pertenecer a la corona. Creció amando a las personas que estaban en el poder, con una admiración y respeto único que traspasaba generación tras generación en su familia.

Se sabía cada uno de los protocolos internos de la familia real, sabía cómo actuar, moverse e incluso caminar, había crecido estudiando como ser una Princesa, aún más cuando el Príncipe Adam había tenido dos hijos, por lo cual, era una meta poder haber contraído matrimonio con alguno de ellos, al menos, su hermana lo logró, a pesar de que ella estuvo en los planes de la corona para ser la esposa de Nicholas, no era de su agrado en aquellos momentos.

A sus treinta años, miraba hacia atrás, viendo como ese anhelo, seguía latente en cada una de las personas de sus familias, e incluso de ella. Era una tradición estar cerca de aquel círculo, pertenecer a ese mundo y sobre todo mantener una imagen admirable ante las personas que la componían.

Teniendo esa edad, sabía que sus posibilidades se habían esfumado por completo, a pesar, de que su abuelo insistía en que podía pertenecer a la corona con algún heredero más lejano, sin embargo, para ella esa opción era completamente nula, no cuando sabía que había una persona que haría todo lo posible para impedir que ella se casara con alguien perteneciente a ese mundo, al menos ya lo había hecho una vez.

Dejó su abrigo en el armario de la entrada, escuchando algunas voces del salón, y realmente tener visitas en esos momentos no era lo que más deseaba.

Soltó un suspiro leve, volviendo a su postura formal, caminando firmemente, llegando al lugar, mirando a su padre hablando alegremente con un hombre alto, de leve barba en su rostro, se notaba fuerte, pelo castaño, ojos celestes, sonrisa perfecta, y perfectamente vestido con un pantalón de vestir azul, una camisa de color blanca, era guapo, no lo podía negar.

-Que bueno que llegaste cariño.- dijo su padre, ambos ahora estaban de pie. -Te presento a Theo, un gran arquitecto, hijo de Rudiger.-le comenta.

-Es un gusto conocerla finalmente señorita Edevane.- el hombre se acercó, tomando su mano con suavidad para depositar un beso suave en ella.

-El gusto es mío, he oído mucho sobre su padre.- comentó amablemente.

-Espero que cosas buenas.- bromeó.

Camila sonrió amable, mirando a su padre de nuevo.

-El es el dueño de diseñar las nuevas instalaciones, por lo cual ha venido a verme.- señaló el hombre. -Y también como te comento tenía mucho deseo de conocerte.-

-No creo que sea pertinente decir lo último padre.- señaló suavemente la morena.

-No se preocupe, como le dije anteriormente, mi intención siempre ha sido poder conocerla, aunque nos hemos encontrado en alguna celebración, nunca he tenido la oportunidad de hablar con usted, más ahora que su padre me ha insistido con que podamos conocernos.-

Camila miró a su padre por un momento, queriendo asesinarlo, sabiendo perfectamente lo que estaba sucediendo.

Y no era común las parejas forzadas, pero si habían muchas parejas en su mundo que se unían por cierta conveniencia mutua, quizás logrando enamorarse con el tiempo, pero el estar con alguien de tu mismo estatus, del mismo círculo era demasiado importante para el futuro que deseabas darle a tu familia, a tus apellidos y como anhelabas el porvenir de tus hijos, era por ese motivo que muchos matrimonios el amor nacía posterior, y eran como en este caso sus padres quienes impulsaban un tipo de relación.

Dilema real Donde viven las historias. Descúbrelo ahora