Trece

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-A qué se debe su presencia.- Lauren miró a su padre cruzándose de brazos delante de él.

Sabía perfectamente a qué venía y tener una postura firme de manera previa, y rígida, era solo para demostrarle su seguridad en la decisión que había tomado.

-Vine a hablar contigo, no es evidente.- señaló sentado de piernas cruzadas en el sofá unipersonal.

-Es evidente, pero hay de tantas cosas las cuales puedes venir a hablar y más aún a estas horas de la noche.- le señaló aún parada.

-Es la única hora en la que sé que te encontraría, más si andas evitándonos.- le recuerda. -Como dicen, el que miedo tiene arranca.-

-No tengo miedo en lo absoluto, solo he estado ocupada en mis asuntos.-

-Tus asuntos y cómo ordenar tu vida ante la estupidez que estás haciendo.- le dijo firme. -No creas que seré dócil como tu abuelo y menos blando como tu madre, a mi me vas a escuchar Lauren.- su tono era duro e imponente, y sobre todo fuerte.

Lauren lo miró, sin dejarse manipular, sabía que la discusión con su padre iba a ser fuerte, quizás la más fuerte que han tenido en años.

-¿Qué pretende? ¿Obligarme?.- cuestionó Lauren.

-¡No vas a dejar la corona!.- exclamó. -¡Menos por una enfermedad que debes tratarte!.-

Lauren rio con fuerzas, pero con ironía.

-Enfermedad...- negó. -No estamos en el siglo XIX, la homosexualidad no es una enfermedad, usted más que nadie debería saber de las actualidad.- le señaló.

-Estas completamente demente Lauren, enfermedad o lo que sea, no es posible ¡Que mi hija esté aceptando esto!.- exclamó. -Si tu bisabuelo estuviera vivo ya te hubiera casado y enderezado.-

-Insisto, usted cree que aún vivimos en la edad media, o en tiempos donde eso se hacía, pero ahora no, y no lo permitiré.- señaló. -Puedo entender que no lo entiendas, que no lo acepte, que me insulte incluso pero no permitiré a que piense que esto se puede cambiar porque no es así.-

El Príncipe Adams se puso de pie negando con la cabeza, mirándola directamente a los ojos con rabia e impotencia.

-Tu tienes un deber dentro de esta familia, y debes cumplirlo, no aceptaremos tu renuncia Lauren, no cuando tú bien sabes que la corona te necesita.- anunció firme. -Y no me dejaré que me debatas en lo que te digo porque seré tu Rey algún día y me deberás respeto, te ordeno a que te cases con un hombre y dejes todo este escándalo a un lado.-

-No es ningún escándalo, el escándalo lo está haciendo usted.- dijo firme. -No me casaré con un hombre, me gustan las mujeres y aunque no lo acepte eso no va a cambiar, puede ordenarme lo que quiera pero yo soy una mujer autónoma, independiente que puede tomar sus propias decisiones.-

El príncipe apretó sus puños, mirando a su hija con rabia e impotencia.

-¡Tu le debes tu vida a esta familia debes respetarla!.-

-Mi vida es mía, y no le debo nada a nadie, he pasado todos estos años haciendo lo que me piden e incluso más de la cuenta.-

-No manches el honor de esta familia con tus decisiones deplorables.- señaló con enojo. -¡Eres una depravada que lo único que hace es querer ser un hombre y no lo eres!.- exclamó.

-¡¿Depravada yo!?.- cuestionó con rabia. -Depravado usted quien es capaz de engañar a mi madre cuando se le da la gana en las casas de mujeres de compañía, depravado sus hijos que he tenido que lavar su imagen en cientos de ocasiones por las decisiones que han tomado... yo no soy ni la mitad de lo que tú y los hombres de esta familia, soy orgullosamente una mujer, que sabe lo que es el respeto y sobre todo lo que es amar.- aseguró.

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