Cuando Zee Pruk tuvo la edad suficiente, justo después de presentarse como otro alfa más de la tribu, su padre no tardó en enseñarle una de las tradiciones más importantes de la comunidad bárbara: el ritual de cortejo.
Era un extenso ritual de cuatro días plagado de pequeños detalles y simbolismos que tenían un solo objetivo: demostrar que eras un alfa capaz de proveer y hacer feliz al omega del cual estabas interesado.
Era un ritual tan respetado en su familia que Zee Pruk había pasado la primera mitad de su vida escuchando una y otra vez las historias sobre cómo su padre había planeado cada paso del ritual para cortejar a su madre, una historia que siempre mantenía a todos pegados a la fogata durante las noches frías del desierto, porque no había nada más sagrado para los bárbaros como la belleza de la unión entre un alfa y un omega enamorados que deseaban la bendición de la Diosa Luna.
Personalmente, Zee Pruk siempre había disfrutado en secreto de escuchar a sus padres contar esa historia una y otra vez, de hecho, nunca se había sentido cansado de escuchar los detalles que su madre agregaba cada que su padre la contaba frente a la familia, pues aunque se la sabía de memoria por la cantidad de veces que la llegó a escuchar a lo largo de su vida, siempre sintió la misma emoción sin importar los años que pasaran.
Y claro, como Zee Pruk creció con esa prueba de que los cortejos eran rituales maravillosos, con el ejemplo del amor tan sincero que se tenían sus padres, fue imposible que él mismo no quisiera algo así al crecer. Oh, porque cuando el gran Capitán Zee Pruk era tan solo un cachorro sin preocupaciones sobre ser alfa u omega, fantaseó muchas veces con cortejar o ser cortejado por el amor de su vida así como sus padres lo habían logrado.
Aunque podría ser que esa tonta fantasía infantil se hubiese fragmentado un poco luego de presentarse como alfa y descubrir que los olores omega irritaban demasiado su olfato, impidiéndole conocer a alguno y enamorarse, pero en el fondo, muy en el fondo, mantuvo la esperanza de alguna vez encontrar la suerte de vivir algo como lo que sus padres habían vivido, algo tan especial como para contárselo a los cachorros frente al fuego.
Fue por eso que, cuando Zee Pruk se dio cuenta de que deseaba cortejar al príncipe NuNew, se encargó de preparar con antelación cada paso y cada obsequio que debía presentarle durante los días del ritual. Lo primero que pensó en regalarle fue la espada, porque sabía lo importante que la esgrima había sido para NuNew antes de ser sacado de su castillo, así que planeó a detalle cada parte de la composición del diseño, desde el tipo de material para forjarla hasta las joyas que estarían incrustadas en el mango, pues quería que fuese una espada apta para el gusto de su Principito.
También eligió a consciencia cada pieza que compondría su nuevo nido, pues lo único que había tenido en mente al pensar en obsequiárselo, fue en que su omega debería sentirse cómodo y seguro en su propio espacio, un espacio donde nadie más tuviese el derecho a perturbarlo.
Y había comprado muchos más obsequios que iría revelando conforme los días de cortejo fuesen llegando, todos cuidadosamente pensados para demostrarle a NuNew su devoción por él. Cada obsequio y cada detalle tenía un significado detrás, justo como la espada, de hecho se había esforzado tanto en encontrar obsequios significativos que Zee Pruk se había estresado un poco en el proceso, sintiendo que quizás lo que había elegido no era tan valioso o bello para impresionar al omega.
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through the sea | zeenunew
Hayran KurguEl Príncipe NuNew Chawarin estaba a meses de tomar el trono y convertirse en el rey legítimo de Ulsang. Pero primero necesitaba celebrar su anhelada mayoría de edad para que la coronación pudiese llevarse a cabo. Para su mala suerte, justo a mitad...