Cap: 35 Momento de Hermanos.

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Narra: Adaria.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté, mirándolo a los ojos y encontrándome con esas dos aureolas azules.

—¿Así le vas a dar la bienvenida a tu hermano, pequeñaja? —preguntó con una cálida sonrisa que iluminaba su rostro. Sonreí ante el apodo que siempre me decía cuando era pequeña.

—Bienvenido a Ciudad Esmeralda, querido hermano. —Le dije con una pequeña sonrisa y él respondió envolviéndome en sus brazos fuertes y dejando besos cálidos en lo alto de mi cabeza.

El aroma familiar de su colonia, mezclado con un toque de aire fresco de la noche, llenó mis sentidos, trayendo recuerdos de días compartidos entre risas.

Nos separamos del abrazo cálido que nos reconfortaba después de tanto tiempo separados. Con paso firme, comenzamos a avanzar por el bullicioso del aeropuerto, donde robots autónomos zigzagueaban entre las multitudes apresuradas de pasajeros y trabajadores. El suave murmullo de conversaciones en varios idiomas se mezclaba con el sonido mecánico de las maletas rodantes y el zumbido distante de las pantallas informativas que parpadeaban con destellos electrónicos.

—Y... ¿qué haces aquí? —le pregunté con una pequeña sonrisa— Me causa curiosidad que hayas venido hasta acá desde Ciudad Zafiro.

Adair es uno de mis hermanos, tiene veinticinco años de edad, y vive en Ciudad Zafiro con su pareja y el resto de la facción junto a mi otro hermano.

Somos siete hermanos: Apolo, Ethan, Adair, Jack, Leo, Daria y yo.

—Pues, quise visitar a mi querida hermana. —Dejó un beso en mi frente— ¿Vamos por un café y tu postre favorito?

Con una sonrisa le respondí —Vamos.

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Estábamos en el restaurante, una atmósfera tranquila impregnaba el lugar mientras esperábamos nuestro pedido. La luz suave de las lámparas colgantes creaba un ambiente acogedor a nuestro alrededor.

— ¿Sabes qué, hermanita? —Me dijo con una mirada traviesa mientras jugueteaba con la servilleta—. Tengo que confesarte algo.

Levanté una ceja con curiosidad. —Dime.

—Resulta que… —hizó una pausa dramática, disfrutando de mi intriga— ¡Tengo un secreto! Pero es un secreto tan grande que ni siquiera yo lo sé.

Reí suavemente, jugando con la servilleta de la mesa—Vaya, eso es un misterio muy profundo. ¿Cómo es posible?

—Ah, es complicado. Es un secreto tan secreto que ni siquiera el secreto sabe que es secreto.—Dijo con una sonrisa divertida.

Negué con la cabeza, sonriendo. —Solo tú podrías decir algo así y sonar tan convincente. Pero dime, ¿cómo vas con esa idea de aprender a cocinar? ¿Sigues quemando todo en la cocina?

—¡Hey, eso fue solo una vez! —se defendió, fingiendo indignación—. Aunque debo admitir que las tostadas quemadas siguen siendo mi especialidad.

Reí aún más, sacudiendo la cabeza con diversión. —Bueno, al menos eres consistente en algo.

Justo en ese momento, llegó nuestro pedido: mi café con leche y su postre favorito, un pastel de chocolate decadente con una bola de helado encima. Los ojos de mi hermano se iluminaron de felicidad al verlo.

—Bueno, al menos tengo algo en lo que soy bueno: elegir postres —bromeé, empujando mi plato hacia él.

Él asintió con complicidad. —Eso es algo en lo que definitivamente no te equivocas. Gracias, hermanita.

Amor sangriento (Compatibles) Libro:#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora