Cap: 45 La verdad

381 50 7
                                    

Narra: Adaria.

Miré a mi alrededor, sintiendo la presión de las correas que mantenían mi cuerpo atado a una camilla fría y metálica. La luz del techo, blanca y aséptica, se filtraba débilmente por el borde de mis párpados mientras mis manos tiraban inútilmente de los grilletes que sujetaban mis muñecas. Un zumbido sordo resonaba en mis oídos, haciéndome consciente de la maquinaria que me rodeaba, cada pitido, cada tic, como si marcara el paso del tiempo, de mi cautiverio.

—¿Por qué haces esto?—pregunté con un nudo de frustración en la garganta, girando mi rostro hacia ella.

Su sonrisa, afilada como una navaja, no alcanzaba sus ojos.

—Bueno—respondió arrastrando las palabras como si disfrutara el momento—, no puedo permitir que llegues a tener el mando en C.P. Eso me pertenece a mí. —Sus ojos brillaron con desdén—. Pero llegó tu madre y obtuvo derecho a ello... luego te tuvo a ti y a tus hermanas.

La palabra "madre" chocó contra mi mente como una ráfaga helada. ¿Hermanas? Solté una carcajada amarga, casi involuntaria, que resonó en la habitación, rebotando contra las paredes metálicas.

—¿De qué te ríes? —espetó, su voz ahora teñida de irritación, mientras sus ojos destellaban en furia.

Bufé con desdén, ladeando la cabeza para mirarla directamente.

—El hecho de que menciones "madre" como si mi madre no fueras tú, y "hermanas" como si tuviera una hermana además de Daria y los chicos —repliqué, mi tono goteando sarcasmo.

La comprensión cruzó su rostro y su expresión cambió; una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.

—Oh, veo que no sabes mucho —su voz era un susurro venenoso—. Pensaba que tu querido hermano te lo iba a contar, pero veo que no. —Se giró sobre sus talones con esa elegancia fría y calculadora que siempre la había caracterizado—. Deja que te aclare las dudas.

Me dejó sola, mi mente girando en círculos alrededor de lo que acababa de decir. ¿Hermano? ¿Otra hermana? Esto no tenía sentido. Intenté calmar la agitación en mi pecho, pero mi respiración se volvió irregular cuando escuché el eco de sus pasos volviendo. Esta vez no venía sola.

Entró una figura conocida, una chica pelirroja, la misma que había visto con Kayser antes. Su rostro estaba bajo, como si estuviera evitando mi mirada a propósito.

—Ella es Adhalia —dijo la voz fría a mi lado—. Y es tu hermana... trilliza. Ustedes son trillizas.

El peso de sus palabras se hundió lentamente en mi mente. Mis pensamientos se desordenaron, aturdidos, pero cuando volví a enfocarme en la chica, todo lo que podía hacer era reírme. Una risa que resonó en la habitación como una liberación desesperada.

—Claro, claro —solté entre risitas, dejando que el sarcasmo se deslizara por cada palabra—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a traer un clon de ti para decir que es mi verdadera madre?

Pero su sonrisa se desvaneció, y su mirada se volvió más oscura, como una tormenta que se avecina. Se acercó a mí, cada paso reverberando en el silencio tenso de la habitación. Sentí un escalofrío recorrerme cuando sus manos comenzaron a manipular los grilletes que me sujetaban, liberando mis muñecas una por una. Mi cuerpo entero tensándose, como un resorte listo para atacar.

En cuanto estuve libre, intenté abalanzarme sobre ella, pero algo invisible me detuvo. Un tirón agudo y doloroso en mi cuello me obligó a retroceder con un jadeo ahogado. Instintivamente llevé una mano a mi cuello, encontrando un collar metálico ajustado alrededor de mi piel.

—Haz algo que no esté permitido —dijo, con esa calma peligrosa—, y el collar te electrocutará. Es un pequeño recordatorio de quién tiene el control aquí.

Amor sangriento (Compatibles) Libro:#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora