Cap: 48 Dejarlo salir.

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(sin editar)

Narra: Adaria

Cuando finalmente me quedé sola, con mis fuerzas menguantes, aparté las intravenosas de mis brazos, cada movimiento me arrancaba un gemido de dolor. Intenté ponerme de pie, pero mis piernas flaquearon, y me desplomé sobre las rodillas. El frío del suelo me hizo estremecer, pero no era nada comparado con el ardor que recorría mis venas. Mi respiración se volvió errática, y al llevar la mano a la nariz, noté que sangraba. Sin embargo, no podía detenerme. Me arrastré por el suelo, cada avance era un suplicio, hasta que logré salir del cuarto.

Mi cuerpo pesado me gritaba que me detuviera, que me rindiera, pero no podía. Sabía que si me detenía, no me volvería a levantar. Finalmente, encontré la habitación donde estaban mis padres, sus cuerpos inmóviles, inconscientes. Mi corazón se apretó en mi pecho. No tenía fuerzas para despertarlos, y apenas podía mantenerme consciente yo misma.

Entonces la vi. Adhalia apareció en la puerta, sus pasos eran lentos, inseguros. Sentí una oleada de alerta, pero no hice nada. No tenía energías para enfrentarla. Solo la observé, esperando lo peor.

Pero, en lugar de atacar, se arrodilló a mi lado, sus ojos reflejando una preocupación.

—Están bajo el control de Adela, manipulados con la kornex z —murmuró con un hilo de voz—. Llevan años siendo sus marionetas... pero creo que puedo ayudarte a desactivar el control.

Asentí con lentitud, mis pensamientos nublados, pero supe en ese momento que mis padres no habían sido ellos mismos durante todo este tiempo. La verdad me golpeó como un mazazo en el estómago.

Con una precisión meticulosa, Adhalia me ayudó a desactivar los dispositivos que los mantenían bajo el control de Adela. Sentí las manos temblar mientras retirábamos las kornex z de sus cuerpos, como si cada movimiento fuera una liberación de años de sufrimiento invisible. Finalmente, sus ojos se abrieron, parpadeando con desconcierto. Mi padre Vlade fue el primero en hablar, su voz áspera y cansada.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó, mirándonos con confusión. Me dolió que no me reconociera mucho más que su indiferencia cuando solo era alguien bajo control de alguien más.

Endurecí mi expresión, sin mostrar la emoción que bullía dentro de mí. Adhalia, en cambio, fue más directa.

—Señor, debemos salir de aquí, pero antes tenemos que salvar a su Compatible—dijo.

Mi otro padre, Bruno, se acercó, sus ojos enrojecidos al verme.

—¿Ada? —su voz estaba rota, incrédula.

Pestañeé varias veces, alejando las lágrimas que amenazaban con salir. No podía permitirme ser vulnerable, no ahora.

—Sí, soy yo —respondí, apenas pudiendo sostenerle la mirada.

Me aparté mientras Adhalia ayudaba a mis padres a levantarse, aún tambaleantes, y nos guió hacia la habitación donde estaba mi verdadera madre. Mi corazón latía con fuerza mientras la sacábamos de allí, su cuerpo inerte, pero respirando. Estaba inconsciente, pero al menos estaba viva.

—Tenemos que salir rápido —dijo Adhalia mientras abría paso hacia la salida.

Bruno se detuvo un momento, volviendo a mí con ojos llenos de preguntas.

—¿Qué hacemos aquí, Ada? —insistió, su voz cargada de incertidumbre.

Negué lentamente, incapaz de darle una respuesta clara, cuando un ruido sordo se escuchó a lo lejos. Mis instintos me gritaron que corriese o matara, pero no podía, no con ellos aquí.

Amor sangriento (Compatibles) Libro:#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora