Han pasado casi tres años desde aquel día en la playa, cuando Erika sintió su esencia masculina desvanecerse bajo la presión constante de Clara. Ahora, a punto de cumplir quince años, Erika se ha acostumbrado a su vida como la chica que Clara siempre quiso que fuera. La terapia hormonal ha transformado su cuerpo, suavizando sus rasgos, redondeando sus curvas y dándole una apariencia femenina que es difícil de distinguir de cualquier otra chica de su edad.
Las tareas domésticas siguen siendo una constante en su vida. Erika se ha vuelto eficiente en ellas, moviéndose por la casa con gracia y habilidad. El uniforme de mucama, el corset con ligueros y los tacones altos se han convertido en una segunda piel. Ha perfeccionado su maquillaje y su peinado, y su apariencia siempre es impecable.
Sin embargo, en algún lugar profundo de su ser, la esencia de Ricardo aún prevalece. A veces, en los momentos de soledad, Erika siente un eco de su antigua identidad, un susurro que le recuerda quién solía ser. Pero esos momentos son cada vez más raros y, últimamente, prácticamente ignorados. La transformación ha sido casi completa.
Clara ha iniciado una relación con una mujer llamada Isabel. Isabel es amable pero firme, y rápidamente se ha integrado en la vida de Erika y Clara. Hace un año, Isabel se sometió a un proceso de inseminación artificial y, hoy, en el cumpleaños número quince de Erika, ha dado a luz a un varón.
El nacimiento del bebé llena la casa de una nueva energía. Clara e Isabel están radiantes de felicidad, y Erika no puede evitar sentirse afectada por la emoción que llena el ambiente. Sin embargo, hay una inquietud que crece dentro de ella, una sensación de que algo importante está por cambiar.
Esa tarde, después de haber ayudado con las tareas del hogar y de haber atendido a Clara e Isabel, Erika es llamada al salón. Clara está sentada en el sofá, sosteniendo al bebé en sus brazos. Isabel está a su lado, sonriendo con ternura.
—Erika, ven aquí —dice Clara, su tono suave pero autoritario.
Erika se acerca, sintiéndose nerviosa. Clara rara vez la llama al salón a menos que haya algo importante que discutir.
—Quiero presentarte a tu nuevo hermano, Daniel —dice Clara, levantando al bebé para que Erika lo vea mejor.
Erika observa al pequeño con una mezcla de curiosidad y temor. Daniel es un bebé hermoso, con una cabecita llena de cabello oscuro y unos ojos grandes y curiosos.
—Es hermoso —murmura Erika, sintiendo una punzada de emoción.
—Sí, lo es —responde Isabel, acariciando la cabecita de Daniel—. Y queremos que sepas que él será parte de esta familia de una manera especial.
Clara asiente y mira a Erika con seriedad.
—Erika, has crecido y te has convertido en la chica que siempre supe que podrías ser. Estoy orgullosa de ti y de todo lo que has logrado. Pero hay algo más que quiero que sepas.
Erika siente que su corazón late con fuerza. Algo en el tono de Clara le dice que lo que está por escuchar es importante, quizás crucial para su futuro.
—Daniel seguirá un camino similar al tuyo —continúa Clara—. Cuando llegue el momento, tú serás la encargada de guiarlo, de enseñarle lo que has aprendido y de asegurarte de que se convierta en la persona que debe ser.
Erika se queda sin aliento. La idea de que Daniel pase por el mismo proceso de feminización que ella ha vivido la llena de una mezcla de horror y resignación. Pero al mismo tiempo, siente una extraña responsabilidad. Si alguien debía guiar a Daniel, prefería ser ella, alguien que entendía el dolor y la lucha que acompañaban a ese proceso.
—¿Yo? —pregunta Erika, su voz temblorosa.
—Sí, tú —responde Clara con firmeza—. Has demostrado ser capaz y fuerte. Confío en que sabrás cómo hacerlo. Y recuerda, todo lo que has vivido ha sido para un propósito mayor. Has sido un ejemplo perfecto y ahora, es tu turno de guiar a otro.
Erika asiente lentamente, procesando la información. Las palabras de Clara se sienten como una carga pesada, pero también como una aceptación final de su destino.
Esa noche, Erika se retira a su habitación, reflexionando sobre lo que le espera. Se mira en el espejo, viendo a la joven que ha llegado a aceptar como su verdadera identidad. Ricardo es ahora un eco lejano, una sombra casi olvidada. Erika sabe que su vida ha tomado un camino del cual no hay retorno, y la responsabilidad de guiar a Daniel la asusta, pero también le da un propósito.
Con un suspiro, Erika se acuesta en su cama, sintiendo el peso de los años de transformación y adaptación. Sabe que su vida nunca será sencilla, pero también sabe que tiene la fuerza para enfrentar lo que venga. Y mientras observa las sombras en el techo, se promete a sí misma que hará todo lo posible por proteger a Daniel, de la única manera que sabe: siguiendo el ejemplo que Clara ha trazado para ella.
Con esta nueva determinación, Erika cierra losojos, lista para enfrentar el futuro con la misma fortaleza que ha demostradohasta ahora. La vida continuará, y ella estará lista para guiar a Daniel en supropio viaje, asegurándose de que nunca se sienta tan perdido como ella loestuvo una vez.
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Cambios Inesperados
General FictionEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...