Erika había notado recientemente a su madrastra trabajando con unos papeles en el salón. La curiosidad la llevó a investigar un poco, aunque sin querer parecer entrometida. Al echar un vistazo rápido, vio que esos documentos eran peticiones de cambio de género legal tanto para ella como para su hermano, Daniela. Aún no se enteraría de los detalles, pero la idea de que su identidad femenina fuera reconocida legalmente le provocó una mezcla de emociones. Por un lado, sentía una especie de alivio y aceptación, pero por otro, la chispa de su identidad masculina, aunque tenue, aún luchaba por permanecer.
Un día, Erika decidió salir con Diego. Habían desarrollado una bonita amistad desde su reencuentro en la tienda de ropa, y Erika sentía que era el momento adecuado para hablarle de sus sentimientos. Se arregló con esmero, eligiendo un vestido sencillo pero elegante que acentuaba su figura y unos tacones que realzaban su porte. Se miró en el espejo, asegurándose de que su maquillaje estuviera perfecto, y luego bajó las escaleras para encontrar a su madre.
—Mamá, saldré con Diego hoy —dijo Erika, intentando ocultar su nerviosismo.
—Está bien, querida. Pásala bien y recuerda ser tú misma —respondió su madre con una sonrisa comprensiva.
Erika asintió, tomando aire profundamente antes de salir de la casa. Caminó hacia el parque donde se había quedado de ver con Diego. La brisa fresca y el sol suave de la tarde le proporcionaban un ambiente perfecto para la conversación que planeaba tener.
Diego ya estaba allí, esperando bajo un árbol. Cuando la vio, su rostro se iluminó con una sonrisa cálida.
—Hola, Erika. Te ves increíble —dijo, admirándola.
—Gracias, Diego. Tú también te ves muy bien —respondió Erika, devolviéndole la sonrisa.
Decidieron caminar por el parque, disfrutando de la compañía y del entorno. Hablaron de cosas triviales al principio: la escuela de él, amigos comunes, que ella había hecho gracias a él, eventos recientes. Sin embargo, Erika sabía que tenía que abordar el tema importante antes de que el día terminara.
Llegaron a un banco tranquilo, alejado del bullicio del parque. Erika se sentó y Diego la siguió, mirándola con curiosidad.
—Diego, hay algo de lo que necesito hablar contigo —comenzó Erika, sintiendo el corazón acelerarse en su pecho.
Diego frunció ligeramente el ceño, preocupado.
—Claro, Erika. ¿Qué sucede?
Erika respiró profundamente, buscando las palabras adecuadas. Pero justo cuando estaba a punto de hablar, una voz familiar y perturbadora resonó en su mente. Era Ricardo, su lado masculino, una parte de ella que había estado relegada y reprimida durante años.
—¿Qué estás haciendo? —susurró esa voz—. ¿Realmente vas a seguir adelante con esto? ¿Has olvidado quién eras?
El conflicto interno se desató, causando que Erika se sintiera atrapada entre dos mundos. Su feminidad, que había abrazado y cultivado, y su identidad masculina, que aún luchaba por no desaparecer por completo. Las manos de Erika temblaban ligeramente mientras intentaba calmarse.
—Diego, quiero decirte algo muy importante, pero primero necesito que sepas algo sobre mí —comenzó, luchando por mantener su compostura.
Diego la miraba con atención, su expresión suave y comprensiva.
—Puedes decirme lo que sea, Erika. Estoy aquí para escucharte.
Erika cerró los ojos por un momento, tratando de silenciar la voz en su cabeza. La feminidad que había trabajado tanto para aceptar y desarrollar debía prevalecer.
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Cambios Inesperados
Ficción GeneralEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...