La luz del sol entraba suavemente por las ventanas de la casa, bañando todo en un resplandor cálido. Erika se levantó esa mañana con una mezcla de emociones. La noche anterior había sido intensa, llena de amor y conflicto, pero ahora debía enfrentarse a su vida cotidiana. Se vistió con esmero, como siempre, usando su ya cotidiano uniforme para las tareas del día.
Bajó las escaleras y encontró a su hermano, Daniela, en la cocina, desayunando cereal mientras hojeaba una revista de moda. La feminidad de Daniela había florecido bastante, y aunque Erika se sentía orgullosa de los avances de su hermano, no podía ignorar la sombra de la coerción que se cernía sobre ambos.
—Buenos días, Dani —saludó Erika, tratando de sonar animada.
—Buenos días, Erika —respondió Daniela con una sonrisa, dejando la revista a un lado—. ¿Cómo te fue ayer con Diego? ¿Te declaraste?
Erika sintió un nudo en el estómago. Sabía que no podía contarle todo a Daniela, especialmente después de la confrontación con su madre.
—Sí, me declaré y... —dijo Erika, sonriendo con un aire de ensueño—. ¡Ahora somos novios!
Daniela aplaudió con entusiasmo, sus ojos brillando de emoción.
—¡Eso es increíble, Erika! Estoy tan feliz por ti. Diego parece un chico genial.
—Lo es, Daniela. Es muy dulce y comprensivo —respondió Erika, sintiendo una ola de calidez por las palabras de su hermano.
Después de unos momentos de conversación animada, la expresión de Daniela se volvió más seria.
—Erika, anoche escuché gritos. ¿Qué pasó? —preguntó con preocupación.
El corazón de Erika se detuvo un instante. No quería preocupar a su hermano ni revelar la verdad sobre la severa reprimenda de su madre.
—Oh, eso... —Erika buscó rápidamente una excusa—. Mamá y yo estábamos discutiendo sobre algunos asuntos. Ya sabes, cosas de adultos. Pero no te preocupes, ya lo solucionamos.
Daniela la miró fijamente, como tratando de discernir la verdad detrás de sus palabras.
—¿Estás segura? Parecía muy intenso.
Erika forzó una sonrisa, intentando parecer despreocupada.
—Sí, todo está bien ahora. No te preocupes por eso, ¿de acuerdo?
Daniela asintió lentamente, aunque no parecía completamente convencido. Erika se sintió mal por mentirle, pero sabía que la verdad solo complicaría las cosas.
Esa mañana, mientras realizaban las tareas domésticas juntos, Daniela no pudo evitar repetir una pregunta que había hecho tiempo atrás, más al ver que algo afligía a su hermana.
—Erika, ¿en serio es necesario que hagamos tantas labores en la casa? Tu ropa se ve muy incómoda, ¿no podrías usar algo más cómodo? —preguntó, limpiando el polvo de una estantería.
Erika se detuvo un momento, reflexionando sobre la mejor manera de responder.
—Dani, ya te dije, es importante que sepamos cómo hacer estas cosas por nosotras mismas. Así podemos asegurarnos de que todo se haga correctamente y aprender el valor del trabajo duro —respondió, aunque la verdad era mucho más oscura.
Daniela asintió, aceptando la respuesta, aunque Erika sabía que su hermano no entendía completamente la situación. A pesar de la aceptación que había mostrado hacia su feminización, la realidad era que ambos habían sido obligados a adoptar estas identidades y roles, con Erika siendo incluso una sirvienta en su propia casa.
Más tarde ese día, mientras Erika salía a comprar algunos artículos necesarios, sus pensamientos volvieron a la conversación con su madre. La furia y el desprecio que había mostrado al saber que la chispa de masculinidad aún existía en Erika la habían afectado profundamente. No podía permitirse tener esos pensamientos si quería proteger a Daniela y mantener la paz en casa.
En la tienda, Erika se perdió en sus pensamientos, escogiendo algo de ropa para su hermano. Cada prenda que seleccionaba era una mezcla de orgullo y tristeza. Orgullo por cómo Daniela había aceptado su feminidad y tristeza por la manera en que ambos habían sido forzados a vivir.
Al regresar a casa, Erika encontró a Daniela practicando con sus tacones nuevos, siendo que hace poco había empezado a usarlos más altos, caminando con gracia y elegancia. Era un recordatorio de cuánto había cambiado su hermano.
—¡Mira, Erika! Estoy mejorando —dijo Daniela con una sonrisa radiante.
—Sí, Daniela, lo estás haciendo genial —respondió Erika, sonriendo sinceramente.
Esa noche, después de la cena, Erika se retiró a su habitación, sintiendo el peso de las mentiras y los secretos que llevaba. Se sentó en su escritorio y comenzó a escribir en su diario, un lugar donde podía expresar sus pensamientos y sentimientos más profundos sin temor a ser juzgada, donde sus vivencias de los últimos años eran relatadas.
"Querido diario,
Hoy fue un día difícil. Daniela me preguntó sobre los gritos de anoche y tuve que mentirle. No quiero preocuparlo, pero la verdad es que mamá me reprendió severamente. Aún siento su furia, y sé que debo ser más cuidadosa.
Amo a Diego y estoy feliz de que me acepte, pero la chispa de mi antigua identidad aún resurge de vez en cuando, causando un conflicto interno. No sé cómo lidiar con esto, pero debo hacerlo por el bien de Daniela y por mí misma.
Espero que algún día podamos vivir libres de estos secretos y mentiras, y que podamos ser felices por quienes somos realmente.
Con cariño,
Erika."
Erika cerró su diario y se tumbó en la cama, mirando el techo mientras las lágrimas corrían por su rostro. Sabía que debía seguir adelante, encontrar la manera de reconciliar esas partes de sí misma y proteger a su hermano de la verdad.
Mientras se quedaba dormida, pensó en Diego y en elamor que le había mostrado. Era una luz en su vida, un faro de esperanza enmedio de la tormenta. Con él a su lado, sentía que podía enfrentar cualquierdesafío, incluso los más oscuros de su propia identidad y la realidad queenfrentaba en su hogar.
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Cambios Inesperados
General FictionEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...