Las semanas pasaban lentamente, y Erika sentía la presión constante de mantener sus mentiras. Sabía que Daniela no había aceptado completamente la excusa que le había dado sobre los gritos de aquella noche. La duda en los ojos de su hermano era evidente cada vez que hablaban, y eso atormentaba a Erika.
Una tarde, mientras doblaba la ropa recién lavada, Erika decidió que era momento de fabricar una verdad más creíble. Necesitaba una historia que Daniela pudiera aceptar y que, al mismo tiempo, protegiera la realidad de su situación. Se tomó unos minutos para organizar sus pensamientos antes de buscar a su hermano.
—Daniela, ¿puedes venir un momento? Necesito hablar contigo —dijo Erika, intentando mantener su voz calmada.
Daniela llegó rápidamente, con una expresión de curiosidad y preocupación.
—¿Qué pasa, Erika? —preguntó, sentándose a su lado.
Erika respiró hondo, sabiendo que lo que iba a decir requería una cuidadosa elección de palabras.
—He estado pensando mucho en lo que me preguntaste el otro día, sobre los gritos y por qué hago las tareas domésticas vestida como sirvienta —comenzó Erika, mirándolo directamente a los ojos—. Y creo que es hora de que te cuente la verdad.
Daniela frunció el ceño, esperando ansiosamente la explicación.
—Cuando decidí dejar la escuela —continuó Erika—, mamá estaba muy enojada. Me dijo que, si quería abandonar mis estudios, tendría que ganarme la vida de alguna manera. Así que me impuso hacer las tareas domésticas como una sirvienta. Fue su forma de asegurarse de que aprendiera una lección sobre el valor del trabajo duro y la responsabilidad.
Daniela abrió los ojos con sorpresa, procesando la información.
—¿Dejaste la escuela? ¿Por qué? —preguntó, incrédulo.
Erika bajó la mirada, fingiendo vergüenza.
—No estaba segura de lo que quería hacer con mi vida en ese momento. Me sentía perdida y pensaba que dejar la escuela me daría tiempo para encontrarme a mí misma. Pero no fue una buena decisión —admitió, aunque sabía que la verdad era mucho más cruel y compleja.
Daniela asimiló las palabras de Erika, su expresión pasando de sorpresa a comprensión.
—Oh, Erika... lo siento mucho. No tenía idea de que habías pasado por todo eso —dijo Daniela, acercándose para abrazar a su hermana.
Erika correspondió al abrazo, sintiendo una mezcla de alivio y culpa. Había convencido a su hermano con su mentira, pero sabía que la verdad estaba muy lejos de ser contada.
—Gracias por entender, Dani. No quería preocuparte antes, pero creo que ya era hora de que lo supieras —dijo Erika, sonriendo débilmente.
Daniela se separó del abrazo y miró a Erika con determinación.
—Sabes, en ese caso... Si tú tienes que hacer estas tareas vestida de sirvienta por tu error, yo también debería hacerlo. Tal vez me sirva de motivación para no cometer el mismo error cuando crezca —dijo Daniela, con una sonrisa juguetona.
Erika sintió un nudo en el estómago. La idea de su hermano menor usando un uniforme de mucama, corset con ligueros y tacones altos era algo que nunca había querido para él. Pero al mismo tiempo, sabía que no podía rechazar la oferta sin levantar sospechas.
—Dani, no tienes que hacer eso por mí. Pero si realmente crees que te ayudará, no voy a detenerte —dijo Erika, tratando de mantener su tono neutral.
—Lo haré, Erika. Quiero apoyarte y aprender de tus experiencias —respondió Daniela con firmeza.
La siguiente vez que realizaron las tareas domésticas, Daniela apareció con un uniforme de mucama, corset con ligueros y tacones altos. Erika no pudo evitar sentir una mezcla de tristeza y orgullo al ver a su hermano adoptando ese rol. Sabía que, en parte, Daniela lo hacía por solidaridad, pero también sentía el peso de la feminización que le habían impuesto.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Erika, observando a Daniela mientras se ajustaba los tacones.
—Un poco rara, pero creo que me acostumbraré —respondió Daniela, sonriendo.
Mientras limpiaban juntos, Erika no pudo evitar reflexionar sobre cómo habían llegado a ese punto. La vida que ambos llevaban estaba lejos de ser normal, y aunque intentaban hacer lo mejor con lo que tenían, las mentiras y las imposiciones pesaban sobre ellos cada día.
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Daniela se acercó a Erika.
—Gracias por confiar en mí y contarme la verdad —dijo Daniela, abrazándola de nuevo.
Erika sintió un nudo en la garganta, sabiendo que la verdad completa nunca podría ser revelada.
—Gracias a ti por entender y apoyarme, Daniela. Siempre estaré aquí para ti —respondió Erika, abrazándolo con fuerza.
Mientras las luces se apagaban y el silenciollenaba la casa, Erika se quedó despierta, pensando en el futuro. Sabía que lasmentiras solo podrían sostenerse por un tiempo, y que eventualmente la verdadsaldría a la luz. Pero por ahora, tenía que seguir adelante, protegiendo a suhermano y manteniendo la fachada que había construido. La realidad era dura,pero el amor y la solidaridad entre ellos les daba la fuerza para seguiradelante, día tras día.
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Cambios Inesperados
Ficção GeralEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...