Han pasado seis años desde el nacimiento de Daniel. Erika, ahora una joven de veintiún años, ha crecido en su rol dentro de la casa, no solo como sirvienta, sino también como una figura materna para su hermano menor. La relación entre ellos es cercana y cariñosa; Daniel la adora y siempre busca su compañía.
Daniel ha crecido sano y feliz, su inocencia y alegría iluminan la casa. Erika siempre está presente para él, ayudándolo en sus deberes, jugando con él, y especialmente en sus rituales de arreglo diario. Cada mañana, Daniel observa a Erika con fascinación mientras ella se maquilla, se peina y selecciona sus joyas. Le encanta estar con ella, imitando sus gestos y haciendo preguntas curiosas sobre cada paso de su rutina.
Un día, mientras Erika se estaba colocando sus aretes, Daniel, con sus grandes ojos curiosos, se acercó más.
—Erika, ¿qué se siente tener aretes? —preguntó, sus ojos brillando de curiosidad.
Erika sonrió, tocando suavemente los aretes que adornaban sus orejas.
—Bueno, al principio duele un poco cuando te los perforan, pero luego se siente bien. Es como llevar una parte de ti que brilla y te hace sentir especial.
Daniel frunció el ceño, procesando la información. Luego, con una chispa de emoción, dijo:
—¿Crees que me vería bien con aretes?
Erika sintió una mezcla de sorpresa, orgullo y aprehensión. La pregunta de Daniel era inocente, pero también mostraba una apertura y curiosidad que no esperaba encontrar voluntariamente en alguien. Con una sonrisa, comenzó a mostrarle varios de sus aretes, sosteniéndolos cerca de sus orejas para que pudiera ver cómo le quedarían.
—Creo que te verías increíble —dijo Erika—. Mira, estos brillantes se verían muy elegantes. Y estos otros, con mariposas, serían perfectos para ti.
Daniel rió, encantado por la atención y la imaginación que Erika estaba compartiendo con él. Esa tarde, Erika informó a Clara sobre la conversación que tuvo con Daniel.
—Daniel está interesado en perforarse las orejas —dijo Erika, un poco nerviosa por la reacción de Clara.
Clara la miró, evaluando la situación, luego sonrió con aprobación.
—Me parece bien —respondió—. Llévalo a que le perforen las orejas. Será un buen primer paso para él.
Erika asintió, sintiendo una mezcla de alivio y responsabilidad. Sabía que este era el comienzo de un nuevo proceso, uno en el que ella tendría que guiar a Daniel como Clara la había guiado a ella.
El día del sexto cumpleaños de Daniel llegó, y Erika lo llevó a una joyería especializada en perforaciones. Daniel estaba emocionado, aunque un poco nervioso. Erika lo sostuvo de la mano mientras elegían los aretes. Daniel se decidió por unos pequeños brillantes en forma de mariposas, exactamente como Erika había imaginado.
—Estarás bien, Daniel —le dijo Erika, sosteniendo su mano mientras el perforador preparaba el equipo—. Es un pequeño pinchazo, y luego tendrás unos aretes hermosos.
Daniel asintió, apretando la mano de Erika mientras sentía el primer pinchazo. Sus ojos se llenaron de lágrimas por el dolor momentáneo, pero pronto se iluminó con una sonrisa cuando se vio con los aretes en el espejo.
—¡Mira, Erika! ¡Me veo muy bien! —exclamó, sus ojos brillando de alegría.
Erika sonrió, sintiendo una mezcla de orgullo y emoción. Era un momento significativo, una señal de que el viaje de Daniel estaba comenzando, y ella estaría allí para guiarlo en cada paso.
De regreso a casa, Clara e Isabel esperaron en el salón. Cuando vieron los nuevos aretes de Daniel, sonrieron con aprobación.
—Te ves muy bien, Daniel —dijo Clara, inclinándose para darle un beso en la frente—. Feliz cumpleaños, querido.
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Daniel no podía dejar de mirarse en el espejo, admirando sus nuevos aretes. Erika se sentó a su lado, observando su entusiasmo.
—Erika, ¿crees que algún día seré tan hermoso como tú? —preguntó Daniel con inocencia.
Erika sintió una punzada de emoción. La pregunta de Daniel era sincera y llena de aspiraciones.
—Eres hermoso, Daniel, y siempre lo serás. No importa cómo te veas, lo que importa es cómo te sientes y quién eres en tu corazón.
Daniel asintió, abrazando a Erika con fuerza.
—Gracias, Erika. Te quiero mucho.
—Yo también te quiero, Daniel.
Esa noche, mientras Erika se acostaba, reflexionó sobre el futuro. Sabía que el camino por delante sería desafiante, tanto para ella como para Daniel, pero, con su propia experiencia para guiarlo, Daniel estaría bien, aunque no dejaba de preguntarse acerca de qué planes tendría Clara para con su hermano.
La transformación de Daniel había comenzado, yErika estaba decidida a asegurarse de que su hermano creciera sintiéndose amadoy aceptado, tal como ella había aprendido a sentirse. Con una sonrisa, cerrólos ojos, lista para enfrentar el futuro con la misma fortaleza y determinaciónque siempre había mostrado.
ESTÁS LEYENDO
Cambios Inesperados
Ficción GeneralEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...