Erika se despertó temprano una mañana, sintiendo el peso de los años sobre sus hombros. Su cumpleaños se acercaba, y pronto cumpliría 30 años. Miró a su hermana Daniela, quien dormía plácidamente en la cama junto a la suya. Daniela estaba a punto de cumplir 15 años, y ambos cumpleaños serían motivo de celebración, pero también de reflexión.
Erika se levantó y se dirigió al espejo. Observó los cambios que había sufrido a lo largo de los años: sus grandes y firmes senos, las perforaciones que había recibido en sus orejas, nariz y ombligo, y el tatuaje que adornaba su piel. Todos estos cambios habían sido ideas de su madrastra, Clara, quien había comenzado a feminizarla a los 12 años. Erika había dejado de combatir hacía tiempo, aceptando su destino, pero ahora temía por el futuro de su hermana.
Daniela había experimentado varios cambios físicos también. Su cabello largo y brillante, un cuerpo esbelto y adecuadamente proporcionado, modelado por la terapia hormonal, sus delicadas facciones y su comportamiento femenino eran testigos del éxito de la feminización impuesta. Erika había logrado protegerla al menos hasta el final de la secundaria, pero ahora temía que Clara no le permitiera estudiar la preparatoria.
Por otro lado, la relación de Erika con su novio Diego se había vuelto más seria. Diego era amable y atento, y su apoyo había sido un pilar fundamental para Erika en los últimos años. Un día, mientras estaban en una cita, Diego la sorprendió con una propuesta de matrimonio. Erika se quedó sin palabras, sintiendo una mezcla de alegría y temor.
—Erika, quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Te casarías conmigo? —le preguntó Diego, arrodillado frente a ella con un anillo en la mano.
Erika sintió las lágrimas correr por sus mejillas. La propuesta era todo lo que había soñado, pero también sabía que traería consigo nuevos desafíos.
—Sí, Diego. ¡Sí, quiero casarme contigo! —respondió, abrazándolo con fuerza.
La noticia de su compromiso encantó a Clara, pero su reacción no fue la que Erika esperaba. Una tarde, Clara la llamó a su despacho.
—Erika, escuché que Diego te propuso matrimonio. Felicidades —dijo Clara, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Gracias, mamá —respondió Erika, sintiendo un nudo en el estómago.
—Sin embargo, hay algo que debes saber. No deseo hombres en mi vida. Así que tienes dos opciones: o idear un plan para feminizar a tu novio, o debes irte de la casa, dejando a Daniela bajo nuestro cuidado —dijo Clara, su tono frío y autoritario.
Erika sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Ninguna de las opciones era aceptable. No podía pedirle a Diego que cambiara su identidad por ella, y tampoco podía abandonar a su hermana bajo el control de Clara e Isabel.
—Mamá, no puedo hacer eso. No puedo feminizar a Diego y no puedo dejar a Daniela sola —dijo Erika, tratando de mantener la calma.
Clara la miró con desdén.
—Entonces, tendrás que encontrar otra solución, Erika. Pero te advierto, no toleraré más hombres en esta casa —dijo Clara, terminando la conversación abruptamente.
Erika salió del despacho sintiéndose desesperada. No sabía qué hacer. Necesitaba encontrar una manera de proteger a su hermana y mantener su relación con Diego.
Unos días después, Erika estaba preparando la cena cuando escuchó un grito proveniente del jardín. Corrió hacia afuera y encontró a Daniela llorando, con una expresión de dolor en su rostro.
—¡Dani, ¿qué te pasó?! —exclamó Erika, arrodillándose a su lado.
—Me caí... me caí y me lastimé la pierna —dijo Daniela, sollozando.
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Cambios Inesperados
قصص عامةEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...