Los días siguientes al sexto cumpleaños de Daniel fueron una mezcla de emociones. Al principio, Daniel estaba encantado con sus nuevos aretes de mariposa, mostrándolos orgullosamente a todos los que encontraba. Sin embargo, su alegría pronto se vio empañada por las burlas de algunos de sus compañeros en la escuela. Los niños podían ser crueles, y Daniel se convirtió rápidamente en el blanco de sus comentarios malintencionados.
Una tarde, Erika encontró a Daniel en su habitación, sollozando suavemente con la cabeza enterrada en su almohada. El corazón de Erika se rompió al ver a su hermano así.
—Daniel, ¿qué pasó? —preguntó, sentándose a su lado y acariciándole el cabello.
Daniel levantó la cabeza, sus ojos rojos de tanto llorar.
—Los niños en la escuela se rieron de mí —dijo entre sollozos—. Dijeron que mis aretes... que solo las niñas deberían usarlos.
Erika sintió una mezcla de furia y tristeza. Sabía lo difícil que podía ser enfrentarse a la crueldad de otros niños, y odiaba ver a Daniel tan herido.
—Daniel, escucha —dijo Erika, tomando las manos de su hermano—. No dejes que esos comentarios te afecten. Te mentiría si te dijera que las palabras de otros no duelen, pero quiero que sepas algo: en el fondo, muchos de esos niños también desearían tener aretes tan lindos como los tuyos. Solo que tienen miedo de lo que los demás puedan decir —sabiendo ella perfectamente que esa última frase era una mentira.
Daniel frunció el ceño, secándose las lágrimas.
—¿De verdad?
Erika asintió con una sonrisa reconfortante.
—Sí, Daniel. La mayoría de las personas solo critican porque tienen miedo de ser diferentes. Tú eres valiente por ser tú mismo, y eso es algo de lo que debes estar orgulloso.
Daniel se abrazó a Erika, sintiendo consuelo en sus palabras.
—Gracias, Erika. Intentaré ser fuerte.
Esa noche, Erika decidió darle a Daniel un pequeño mimo para levantarle el ánimo. Mientras estaban en su habitación, sacó su kit de manicura y se sentó junto a él.
—¿Te gustaría que te arreglara las uñas? —preguntó, sonriendo.
Daniel asintió entusiasmado.
—¡Sí, por favor!
Erika comenzó a trabajar en las uñas de Daniel, primero limándolas suavemente y luego aplicando un barniz transparente en sus manos.
—Esto hará que tus uñas se vean limpias y brillantes —dijo mientras trabajaba.
Cuando terminó con las manos, Erika se dispuso a aplicar el barniz transparente en los pies de Daniel, pero él la detuvo.
—¿Podrías ponerme barniz rosa con brillantes en los pies? —preguntó tímidamente.
Erika se sorprendió, pero sonrió.
—Por supuesto, Daniel. Si eso es lo que quieres, estaré encantada de hacerlo.
Buscó entre sus esmaltes hasta encontrar uno rosa con brillantes. Mientras aplicaba el barniz en las uñas de los pies de Daniel, se dio cuenta de lo mucho que había crecido su hermano en tan poco tiempo. Estaba comenzando a encontrar su propia identidad y a expresar sus gustos, sin importar lo que otros pensaran.
Cuando terminó, Daniel miró sus uñas con una sonrisa de satisfacción.
—¡Me encantan! —exclamó.
—Me alegra que te gusten —dijo Erika, sintiendo un calor en su corazón al ver la felicidad en el rostro de Daniel.
Esa noche, después de que Daniel se durmiera, Erika se reunió con Clara e Isabel en el salón. Les contó lo sucedido en la escuela y cómo Daniel había pedido que le pintara las uñas.
—Daniel ha demostrado una gran valentía al enfrentarse a esas burlas —dijo Erika, sintiéndose orgullosa de su hermano—. Y creo que es importante que sigamos apoyándolo y animándolo.
Clara e Isabel escucharon atentamente, asintiendo con aprobación.
—Estoy de acuerdo —dijo Clara—. Estás cumpliendo con tu cometido mucho mejor de lo que yo había esperado.
—Es maravilloso ver lo cercana que eres con él, Erika —añadió Isabel—. Tu apoyo es invaluable para Daniel.
Erika se sintió reconfortada por sus palabras. Sabía que el camino de Daniel no sería fácil, pero también sabía que, con amor y apoyo, él podría superar cualquier obstáculo.
Al día siguiente, Erika se levantó temprano para preparar el desayuno. Daniel entró en la cocina, luciendo sus aretes y mostrando orgullosamente sus uñas pintadas.
—Buenos días, Erika —dijo con una sonrisa.
—Buenos días, Daniel —respondió Erika, devolviéndole la sonrisa—. ¿Estás listo para enfrentar un nuevo día?
Daniel asintió con determinación.
—Sí, estoy listo.
Y así, con el apoyo incondicional de Erika, Danielcomenzó a encontrar su propio camino, aprendiendo a ser fuerte y valiente, y aenfrentar el mundo con una sonrisa en el rostro.
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Cambios Inesperados
General FictionEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...