Han pasado varios años desde aquel día en que Erika llevó a su hermano Daniel a perforarse las orejas por primera vez. En su noveno cumpleaños, Daniel recibió una segunda perforación en cada oreja como regalo, marcando otro hito en su transformación. Erika, por su parte, había enseñado a Daniel a cuidar sus uñas, a mantenerlas limpias y a pintarlas. A veces, incluso, Daniel pedía hacer las uñas de Erika, mostrando un talento natural para la delicada tarea.
Sin embargo, a pesar de estos pequeños pasos, el progreso en la feminización de Daniel había sido lento. Clara e Isabel, impacientes por ver resultados más visibles, empezaron a presionar a Erika para que acelerara el proceso.
—Erika, es hora de que Daniel avance más en su feminización —le dijo Clara una mañana—. Has hecho un buen trabajo hasta ahora, pero necesitamos ver más cambios.
—Estoy de acuerdo —añadió Isabel—. Daniel debe estar listo para su siguiente etapa. Sabes lo importante que es esto para nosotras.
Erika sintió la presión, pero también la responsabilidad de guiar a su hermano en este camino. Decidida a cumplir con la tarea encomendada, Erika comenzó a pensar en cómo dar el siguiente paso de manera efectiva y sin causar demasiado conflicto.
Un día, mientras Erika estaba fuera haciendo un mandado, regresó temprano a casa y encontró la puerta de la habitación de Daniel entreabierta. Curiosa, se acercó sigilosamente y lo que vio la dejó sorprendida. Daniel estaba frente al espejo, usando el que fuera su primer vestido y tacones. Aunque le quedaban grandes, parecía estar disfrutando la experiencia. Su rostro estaba cubierto de un maquillaje mal aplicado, con líneas torcidas de lápiz de ojos y manchas de rubor en sus mejillas.
Erika sintió una mezcla de emociones. Por un lado, estaba orgullosa de que Daniel estuviera explorando su feminidad por su propia cuenta. Por otro, sabía que debía manejar la situación con cuidado.
—¿Daniel? —dijo con un tono de voz que pretendía ser de enojo, aunque en realidad estaba más sorprendida que molesta.
Daniel se giró bruscamente, sus ojos se abrieron de par en par, llenos de miedo y vergüenza.
—Erika, yo... yo solo quería probar... —balbuceó, sus mejillas sonrojándose más de lo que ya estaban por el rubor.
Erika suspiró y se acercó a él, fingiendo severidad.
—Daniel, esto no está bien. No deberías estar usando mi ropa y maquillaje sin permiso —dijo, aunque en su corazón sentía compasión.
Daniel bajó la cabeza, sus labios temblando.
—Lo siento, Erika. Solo quería ver cómo me vería...
Erika se agachó a su nivel y levantó suavemente su barbilla, obligándolo a mirarla a los ojos.
—Está bien, Daniel. Pero si vas a hacer esto, lo harás correctamente.
Tomó una toallita desmaquillante y empezó a limpiar el rostro de Daniel, borrando los rastros de maquillaje mal aplicado. Mientras lo hacía, escuchó una pequeña voz en su mente, la parte de su antigua masculinidad que aún perduraba.
—No lo hagas, Erika. No lo obligues a seguir este camino.
Por un momento, Erika dudó. Pero al ver la mirada de expectativa y confianza en los ojos de Daniel, decidió ignorar esa voz. Esta vez, se comprometió a seguir adelante.
—Vamos a empezar de nuevo —dijo con una sonrisa—. Te enseñaré cómo aplicar el maquillaje correctamente.
Daniel asintió, su miedo reemplazado por curiosidad y emoción. Erika tomó su set de maquillaje y comenzó a trabajar en el rostro de su hermano, explicándole cada paso con paciencia y detalle. Primero, aplicó una base ligera para igualar el tono de su piel, luego añadió un toque de rubor en las mejillas, esta vez en el lugar correcto. Siguió con el delineado de ojos, enseñándole a trazar líneas suaves y precisas, y terminó con un poco de brillo labial.
—¿Ves? Así es como debería hacerse —dijo Erika, admirando su trabajo—. Ahora te ves hermoso, Daniel.
Daniel sonrió, mirándose en el espejo con asombro. Parecía una versión más joven de Erika, con una belleza natural que comenzaba a resplandecer.
—Gracias, Erika. Me gusta mucho —dijo, abrazándola con fuerza.
—De nada, hermanito —respondió Erika, sintiendo una calidez en su corazón—. Y como has demostrado que estás listo para esto, prometo llevarte a comprar vestidos que te queden bien.
Daniel saltó de alegría, su entusiasmo contagiando a Erika. Sabía que este era un gran paso para él y estaba decidida a apoyarlo en cada momento.
Más tarde esa noche, Erika se reunió con Clara e Isabel para informarles sobre los acontecimientos del día. Les contó sobre el hallazgo de Daniel usando su ropa y maquillaje, y cómo había manejado la situación.
—Daniel está listo para avanzar más —dijo Erika—. Mañana lo llevaré de compras para que tenga su propia ropa femenina.
Clara e Isabel intercambiaron una mirada de satisfacción.
—Muy bien, Erika —dijo Clara—. Estamos orgullosas de ti. Continúa así.
—Lo haré.
—Me agrada tu actitud, Erika —comentó Isabel—. Mañana esperamos que des un paso extra al que ya te comprometiste.
—¿Qué debo hacer? —preguntó Erika con gran aprehensión.
—Una vez que se haya puesto su primer falda o vestido, deberás empezar a llamarle en femenino —respondió Clara con la frialdad que la caracterizaba.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Erikareflexionó sobre el día y lo que pasaría el día siguiente. Sabía que aún habíaun largo camino por recorrer, pero sentía que habían dado un paso importante. Noestaba del todo contenta u orgullosa de lo que estaba haciendo, pero seprometió a sí misma seguir guiando a Daniel con amor y paciencia, asegurándosede que nunca se sintiera solo en su viaje.
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Cambios Inesperados
General FictionEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...