El eco de los tacones de Erika resonaba por los pasillos mientras ella y su hermano se ocupaban de las tareas domésticas. La rutina se había convertido en algo casi automático para ambos, pero Erika no podía evitar sentir un nudo en el estómago cada vez que veía a su hermano menor vestido con el uniforme de sirvienta. Sabía que su madrastra y su esposa estaban completamente complacidas con la feminización de Daniela, y eso le preocupaba profundamente.
Una tarde, mientras barría el salón principal, Erika escuchó la risa satisfecha de su madrastra y su esposa en el jardín. Se asomó por la ventana y vio a ambas mujeres observando a Daniela, quien arreglaba las flores con diligencia. Sus miradas de aprobación y orgullo eran inconfundibles.
—Mira lo bien que lo está haciendo —comentó Isabel, sonriendo.
—Sí, hemos logrado tanto con ellas. Nuestra familia está completa —respondió Clara con una sonrisa de satisfacción.
Erika sintió un escalofrío recorrer su espalda. La palabra "completa" resonaba en su mente como un recordatorio de su triunfo casi total al feminizar tanto a ella como a su hermano. Temía que Daniela sufriera el mismo destino que ella, una vida de servidumbre y feminización forzada.
Trató de sacudirse esos pensamientos y se concentró en sus tareas, pero la inquietud permanecía. Lo único que despejaba su mente eran las citas con su novio, Diego. Con él, podía olvidar temporalmente sus preocupaciones y sentirse apreciada y amada por quien era, sin el peso de las expectativas y manipulaciones de su madrastra.
Esa noche, mientras se preparaba para salir, Erika se miró en el espejo, ajustando su vestido y asegurándose de que su maquillaje estuviera perfecto. Diego siempre era sumamente atento y amable, y sus momentos juntos eran un refugio en medio de la tormenta.
—Erika, ¿puedo hablar contigo un momento? —dijo Daniela, entrando en su habitación.
Erika se volvió para ver a su hermano menor, vestido con su uniforme de sirvienta, con una expresión de preocupación en el rostro.
—Claro, Dani. ¿Qué pasa? —preguntó Erika, sentándose en la cama e invitándolo a hacer lo mismo.
Daniela se sentó a su lado, mirando sus manos entrelazadas.
—He estado pensando en todo esto... en cómo mamá y su esposa nos han hecho parte de la servidumbre. No puedo evitar sentirme confundida y, a veces, asustada —confesó Daniela, con la voz temblorosa.
Erika sintió una punzada de dolor al escuchar a su hermano. Sabía que compartir sus propias preocupaciones solo aumentaría su ansiedad.
—Daniela, entiendo cómo te sientes. Esto no es fácil para ninguna de nosotras. Pero quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti. Juntas podemos superar cualquier cosa —dijo Erika, abrazándolo con fuerza.
Daniela asintió, aferrándose a su hermana mayor. Aunque no todas sus dudas se disiparon, el abrazo de Erika le brindó consuelo.
—Gracias, Erika. Eres la mejor hermana que podría tener —dijo Daniela, esbozando una pequeña sonrisa.
Erika sonrió de vuelta, sintiendo una mezcla de amor y responsabilidad.
—Vamos, necesitas descansar. Yo saldré un rato con Diego, pero estaré de vuelta pronto —dijo Erika, dándole un beso en la frente antes de salir.
Mientras caminaba hacia el restaurante donde había quedado con Diego, Erika trató de despejar su mente. Al verlo esperándola, con una sonrisa cálida, sintió que sus preocupaciones se desvanecían momentáneamente.
—Hola, hermosa —dijo Diego, acercándose para darle un beso.
—Hola, Diego —respondió Erika, sintiendo cómo su presencia la calmaba.
Durante la cena, Erika y Diego hablaron de cosas triviales y compartieron risas. Diego era siempre tan atento, asegurándose de que Erika se sintiera especial. Sin embargo, en el fondo, Erika sabía que había cosas que no podía compartir con él, preocupaciones y miedos que llevaban demasiado peso.
Después de la cena, decidieron dar un paseo por el parque. La luna brillaba en el cielo, y el aire fresco de la noche era revitalizante.
—¿En qué piensas, Erika? —preguntó Diego, notando su silencio.
Erika dudó por un momento, pero luego decidió ser honesta.
—Solo tengo muchas cosas en la cabeza últimamente. Cosas de familia que son difíciles de explicar —dijo, sin querer entrar en detalles.
Diego le tomó la mano y la miró a los ojos.
—Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? Estoy aquí para ti, siempre —dijo con sinceridad.
Erika sintió sus ojos llenarse de lágrimas. La bondad y comprensión de Diego eran un bálsamo para su alma herida.
—Lo sé, Diego. Y lo aprecio más de lo que puedas imaginar —dijo, abrazándolo con fuerza.
El resto de la noche pasó en una especie de calma serena. Erika se permitió disfrutar del momento, sabiendo que, aunque sus preocupaciones no desaparecían, al menos tenía a alguien que la apoyaba incondicionalmente.
Al regresar a casa, Erika encontró a Daniela ya dormido. Se acercó y le dio un beso en la frente, sintiendo una oleada de protección y amor por su hermano menor. Sabía que las cosas no eran fáciles para ninguno de los dos, pero mientras se tuvieran el uno al otro, podían soportar cualquier cosa.
Antes de acostarse, Erika se permitió un momento dereflexión. La vida que llevaban estaba lejos de ser la que había imaginado,pero estaba decidida a proteger a Daniela y a encontrar la manera de mantener aDiego en su vida sin que su madrastra interviniera. La dualidad de su situaciónera abrumadora, pero el amor y la solidaridad que compartía con su hermano y sunovio le daba la fuerza para seguir adelante.
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Cambios Inesperados
Ficción GeneralEl padre de Ricardo ha muerto, dejándolo bajo la tutela de Clara. Ella había desposado a su padre en búsqueda de fortuna, encontrando en el proceso también humillaciones y maltrato, lo que le hizo desarrollar un profundo odio a los hombres. ¿Qué le...