capitulo 20

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El Velo de la Verdad- parte 3

La batalla se desató con una furia incontenible. Las islas flotantes, una vez serenas y majestuosas, ahora caían como lágrimas ardientes del cielo. El estruendo de la destrucción resonaba en cada rincón del mundo, y las vidas de innumerables criaturas quedaban atrapadas en el torbellino de caos.

El dios del viento, con su melena de nubes y ojos centelleantes, se alzaba sobre las montañas, sus brazos extendidos como alas de tormenta. Lanzaba tornados y ráfagas de viento con la fuerza de titanes, arrancando árboles centenarios de raíz y desgarrando la tierra misma. Pero incluso ante tal poder, Lord Michel permanecía de pie, imperturbable. Su ropa aun centelleaba bajo la luz de la luna, y su mirada desafiante no titubeaba.

Por desgracia para él, la victoria no estaba asegurada. A pesar de su valentía, solo podía escapar. Las heridas en su costado ardían como brasas, y su espada, empuñada con firmeza, temblaba bajo el peso de la responsabilidad. ¿Cómo podría enfrentarse a un dios?

El tiempo avanzaba inexorablemente. La Luna, testigo silencioso de la tragedia, se alzó en el cielo. Sus rayos plateados bañaron la escena, y los ojos rojos de Michel brillaron con más intensidad. En ese instante, la luna se oscureció, pasando de un blanco brillante a un tono profundo y misterioso. La atmósfera vibraba con electricidad, y el aire se volvió denso como plomo.

La mirada divertida que Michel había sostenido durante la batalla se esfumó en el aire. Ahora, su expresión era aterradora, implacable. Se acercó al dios del viento, cuyos cabellos ondeaban como banderas en la tormenta.

—Ya me aburrí— murmuró Michel, su voz resonando como un eco de trueno. —Dios del viento, si vas a seguir aburriéndome, será mejor que te asesine ahora.

El viento se detuvo. El mundo entero pareció contener la respiración. El dios del viento miró a Michel con asombro y, por primera vez, con miedo.

La espada de Michel brilló con una luz sobrenatural. Y mientras que la luna observaba en silencio, Michel levanto su espada apuntando al cuello de la deidad, minutos después ambos choraron puños contra espadas. Sin embargo el momento culminante llegó. Lord Michel, con la espada en alto, avanzó hacia el dios del viento. El aire vibraba con electricidad, y las estrellas parecían contener la respiración. El dios, su melena de nubes despeinada por la furia, lo miró con ojos centelleantes.

— ¿Crees que puedes vencerme, mortal?— rugió el dios —Soy el viento mismo, la fuerza que arrasa continentes y moldea montañas.

Pero Michel no vaciló. Sus ojos ardían con una determinación feroz — ¿No recuerdas que es lo que soy?— respondió. —Soy la voluntad de la oscuridad encarnada, soy la sombra de los dioses y el miedo eterno de las deidades.

La espada descendió con la velocidad de un relámpago. La hoja de la espada se hundió en el pecho de la deidad, atravesando su corazón inmortal. El viento aulló, como si el mundo entero lamentara la caída de su señor. Pero Michel no se detuvo. Giró la hoja, desgarrando la carne divina, y el dios cayó de rodillas tras un grito lleno de dolor.

— ¿Algún último deseo?— preguntó Michel, su voz fría como el hielo.

El dios del viento sonrió, sangre brotando de sus labios —Solo esto: recuerda que vendrán por tu cabeza después de esto.

Michel asintió y, con un movimiento rápido, decapitó al dios, luego se dio la vuelta y susurro con un tono muy desafiante— Los estaré esperando, solo espero que se acobarden como la última vez.

Después de asesinar al aburrido del dios del viento invoque mi magia negra para que me llevara a las puertas de cada mansión y fortaleza de los Drakoitar

El resurgir del ultimo DrakoitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora