El resurgir del ultimo Drakoitar

capitulo 48

Cicatrices del Pasado

Después de comprarle una vestimenta más adecuada a Aiden, regresamos a la cabaña. Mientras él se daba un baño, me alejé al bosque en silencio. Subí a una de las ramas más gruesas de un roble centenario y me acomodé, mirando el cielo estrellado. Las estrellas parecían más brillantes que nunca, como si quisieran recordarme algo olvidado en los rincones más oscuros de mi memoria.

— ¿Cómo es que terminé dándole clases a mi enemigo?— musité, una sonrisa amarga asomando en mis labios. "Sin embargo... en el momento en que descubrí que él lleva la sangre de mi hijo, algo en mí cambió para siempre. Como si me estuviera enfrentando a la última oportunidad de redimirme, de reparar algo roto en mi alma."

Cerré los ojos y respiré hondo, dejando que el viento acariciara mi rostro, como si en su brisa sintiera la suave presencia de alguien. "La vida es extraña, ¿verdad, amor mío?" murmuré, esperando que mis palabras se llevaran a ese rincón del universo donde ella pudiera escucharme. "Es irónico, ¿no? Que tras una vida de tres millones de años llenos de sombras, ahora me aferre a esta mezcla de almas como lo último que tengo. Tal vez... cumplir aquella promesa aún es posible."

Flashback

Las imágenes comenzaron a inundar su mente, claras y vívidas, como si regresara a esa noche. Era apenas un niño, con las manos y las rodillas cubiertas de tierra y pequeños raspones, pero no le importaba. Caminaba con pasos inseguros pero decididos entre los escombros de las ruinas del castillo Nixblade, guiado solo por una pequeña llama de fuego azul que flotaba en sus manos. La magia titilaba débilmente, lanzando sombras danzantes sobre las piedras rotas y las columnas caídas, y Michel la sostenía con una mezcla de fascinación y miedo. No era una llama común; era un vestigio de la magia de su familia, un último lazo con un linaje que se desmoronaba a su alrededor.

Había logrado escapar del mundo demoníaco de milagro, huyendo de las garras del Lord Demonio que había asesinado a su padre. No tenía un hogar ni un lugar al que llamar refugio. El único tesoro que había podido salvar en su huida desesperada era el diario de su padre, un tomo antiguo lleno de historias sobre la grandeza de los Nixblade, su nobleza y el lugar donde yacía su madre. Las palabras del diario eran su guía, su única fuente de esperanza mientras cruzaba reinos y mundos, un niño solo en un universo que parecía demasiado grande y cruel.

Cuando llegó al centro de las ruinas y vio la tumba solitaria bajo el resplandor de la luna, un nudo se formó en su garganta. Las historias de héroes y leyendas que había leído en el diario parecían lejanas e irreales ante la vista de la lápida, cubierta de enredaderas que intentaban reclamarla. Michel se acercó con pasos vacilantes, y la llama en sus manos tembló, como si pudiera sentir su angustia. Se arrodilló frente a la tumba, dejando que la llama flotara a su lado, iluminando el mármol frío con un resplandor espectral.

Sus pequeñas manos, aún temblorosas, rozaron la superficie helada, y el escalofrío que recorrió su cuerpo lo hizo sentir más solo que nunca. Abrió el diario sobre sus rodillas y buscó las palabras que había leído tantas veces, buscando en ellas una fuerza que no sentía tener. Pero al leerlas, sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes, y la voz se le quebró. —Madre... —susurró, como si el simple hecho de pronunciar esa palabra pudiera traerla de vuelta—. Padre murió en las manos del Lord Demonio, y ahora estoy solo. ¿Qué se supone que haga a partir de ahora?

Las lágrimas comenzaron a caer, mojando las páginas del diario y haciendo que la tinta se corriera. Quería ser fuerte, como los héroes de las historias, pero era solo un niño, y el miedo y la tristeza eran abrumadores. Se frotó los ojos con el dorso de la mano, dejando huellas de tierra y sal sobre su rostro. La pequeña llama flotante parpadeó, como si sintiera su sufrimiento, pero se mantuvo cerca, dándole una sensación mínima de seguridad.