capitulo 30

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Bajo las Murallas de RedSun- parte 1

Con Zephyra y William

Después de una larga y agotadora persecución, finalmente nos atraparon. El peso del cansancio se sentía en mis huesos, pero la verdadera carga era la incertidumbre que nos aguardaba. Fuimos arrojados a una celda oscura, cuyas paredes, cubiertas de moho y humedad, parecían susurrar antiguas historias de desesperanza. El aire frío se filtraba por las rendijas de piedra, acariciando mi piel como una advertencia, mientras el eco de nuestros pasos resonaba con un retumbar que aumentaba la tensión. El silencio era tan espeso que hasta el más leve sonido parecía una ofensa.

Mis manos temblaban, y aunque el frío contribuía, la verdadera causa era la anticipación de lo inevitable. Allí, en medio de esa prisión lúgubre, me encontré nuevamente cara a cara con el imponente rey de RedSun. Su figura, envuelta en una capa de terciopelo carmesí que absorbía la tenue luz de las antorchas, irradiaba una mezcla de poder y malevolencia. Cada movimiento suyo era calculado, cada mirada cargada de desprecio.

El rey se levantó de su trono, su capa ondeando con un susurro macabro, y esbozó una sonrisa torcida, llena de una crueldad que parecía invadir todo el ambiente. Sus ojos, brillando con una mezcla de triunfo y sadismo, se clavaron en los míos como garras— ¿De verdad pensaste que permitiría que escaparan tan fácilmente? —su voz retumbó, profunda y amenazante, como el rugido de una tormenta desatada, reverberando en mis entrañas.

Sentí un nudo formarse en mi estómago, cada músculo de mi cuerpo tenso. El miedo se apoderaba de mi mente, pero sabía que cualquier signo de debilidad sería una victoria para él. Me obligué a mantener mi mirada fija, resistiendo el impulso de apartarla— Estás cometiendo un grave error, rey —respondí, forzando a mi voz a mantenerse firme, aunque por dentro sentía que cada palabra me desgarraba— Este acto de guerra será tu ruina.

El rey dejó escapar una carcajada helada, carente de cualquier rastro de humanidad—. Estoy dispuesto a correr ese riesgo —dijo, su tono gélido me erizó la piel. En sus ojos había algo más, un destello fugaz que podría haber sido duda... pero desapareció tan rápido que me pregunté si no lo había imaginado. Esa breve chispa de humanidad se esfumó, dejando en su lugar la mirada vacía de un hombre que creía tener el control absoluto.

Mientras se volvía hacia sus guardias, me invadió la sensación de que ni siquiera él entendía completamente las consecuencias de sus acciones. ¿Era ciego a su propia arrogancia, o simplemente no le importaba lo que vendría? El ambiente en la sala se tensó aún más, como si la misma atmósfera se preparara para el desastre inminente.

Zephyra, que hasta entonces había permanecido en un silencio inquietante a mi lado, dio un paso adelante. Su mera presencia parecía alterar el equilibrio de poder en la sala. Sus ojos, de un azul profundo como el mar en plena tormenta, brillaban con una feroz determinación—. Rey de RedSun, estás subestimando lo que somos capaces de hacer —su voz, serena pero llena de fuerza, resonó con una convicción que me hizo sentir un destello de esperanza en medio de tanta oscuridad— Nuestra alianza no es tan frágil cómo crees. Somos la chispa que prenderá el fuego que arrasará con tu imperio.

El rey se giró lentamente, su rostro endurecido por la sorpresa que no pudo ocultar. El aire pareció detenerse por un instante mientras la furia comenzaba a apoderarse de él. Sus ojos, antes llenos de arrogancia, ahora reflejaban una rabia contenida que amenazaba con desbordarse— ¿Y tú quién eres para desafiarme? —Escupió, cada palabra impregnada de veneno— Solo eres la reina de una banda de ladrones y asesinos. No eres nada.

Zephyra no vaciló. Sonrió con frialdad, una sonrisa llena de desafío, que cortó el aire entre ellos como una espada invisible— Soy Zephyra, reina de los mares, una tormenta viviente que ha reducido imperios a cenizas —respondió con voz firme, avanzando un paso más, tan cerca que podía sentir el pulso de la rabia en el aire— Y cuando el vendaval llegue a estas tierras, no quedará más que cenizas y lamentos.

El resurgir del ultimo DrakoitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora