capitulo 50

5 2 0
                                    

Espíritu Firme

La batalla había llegado a un punto sin retorno. Los demonios y soldados caídos de Eldoria y Flor Azul se alzaban nuevamente bajo el control oscuro de los Liches, formando un ejército cada vez más aterrador e inhumano. Los cuerpos resucitados, con ojos vacíos y movimientos desarticulados, se levantaban una y otra vez, como marionetas de una danza macabra, privados de descanso eterno. El hedor de la muerte se extendía como una niebla espesa y opresiva, impregnando cada rincón del campo de batalla, mientras el sonido de los huesos crujientes y los susurros inquietantes de las almas atrapadas hacían temblar la tierra misma.

William y sus dos generales lograron capturar a un demonio parlanchín, responsable de herir gravemente al tercer general de Eldoria. Lo aseguraron con gruesas cadenas imbuidas de magia restrictiva, mientras las runas brillaban con un resplandor azul tenue, pero la marea de enemigos seguía creciendo. Por cada soldado demoníaco que caía, dos más se levantaban, una amenaza que parecía insuperable. La desesperación empezaba a filtrarse en las fuerzas de Eldoria y Flor Azul; las caras de los soldados reflejaban un miedo palpable, sus ojos oscilando entre la rabia contenida y el agotamiento que amenazaba con abrumarlos.

Después de meses de lucha incesante, las fuerzas aliadas se retiraron a una cueva cerca de la antigua capital, donde los tres príncipes de Eldoria y el rey de Flor Azul aguardaban para una reunión urgente. Los soldados, exhaustos, se desplomaron sobre el suelo frío y húmedo, mientras el eco de sus suspiros llenaba la caverna. Magos sanadores se movían con eficiencia, sus manos brillando con luz sanadora, cerrando heridas y mitigando el dolor. Los encantamientos curativos emitían destellos de colores en la penumbra, iluminando por momentos los rostros angustiados y creando una atmósfera surreal, donde la esperanza y el sufrimiento cohabitaban en tensa armonía.

—Esto es un problema a gran escala —murmuró el rey, su voz áspera, con una preocupación palpable. Sus dedos trazaban círculos en el polvo del suelo de la cueva, como si buscara respuestas en los patrones que formaba—. Esos Liches son el núcleo del ejército demoníaco. Si conseguimos eliminarlos, las filas de los demonios se reducirán.

William, con el rostro cubierto de sudor y las manos temblorosas, habló con un tono tenso y cargado de frustración. —Pero, mi señor, los Liches tienen la capacidad de revivir a sus compañeros. Si los matamos, los demás simplemente los resucitarán. A menos que... —Hizo una pausa, sus pensamientos dispersos, buscando una solución en medio del caos—. ¿A menos que logremos atacarlos a todos al mismo tiempo?

El segundo príncipe de Eldoria frunció el ceño, sus ojos reflejando escepticismo y miedo. —Es una locura. Ni siquiera hemos visto a los reyes demonios todavía. Sabemos que están ahí, los sentimos... pero permanecen ocultos, acechando como sombras a la espera del momento perfecto. Es como si aguardaran algo...

El primer príncipe, hermano mayor de William, se cruzó de brazos, la línea de su mandíbula tensa por la gravedad de la situación. —Podría haber una oportunidad —admitió, su voz grave, pero con un destello de determinación—. Si enviamos a nuestros generales para atacar a los Liches de manera sincronizada, podríamos eliminarlos al mismo tiempo y evitar que vuelvan a alzarse. —Miró a William, sus ojos buscando su opinión—. Pero es un riesgo inmenso, William. Podría ser nuestra última oportunidad.

La conversación fue abruptamente interrumpida cuando una figura se adentró en la cueva, su silueta recortándose contra la luz exterior. William reconoció al recién llegado, y su rostro se iluminó con una mezcla de alivio y sorpresa. — ¿Tú? El demonio amigo de Aiden... —susurró, su voz teñida de esperanza—. ¿Cómo has estado?

El demonio, con ojos penetrantes y una expresión solemne, asintió brevemente, sin desviarse de su propósito. —Tal vez sea hora de convocar a una deidad —declaró con calma, sacando una guadaña oscura y antigua, la guadaña de la Parca—. He analizado este artefacto. La Parca no está muerta... está sellada en su propia arma.

El resurgir del ultimo DrakoitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora