capitulo 51

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La mano izquierda

Las ruinas de la aldea eran un mosaico de desolación y silencio, roto solo por el murmullo del viento. Las paredes derruidas y los escombros se alzaban como espectros de un pasado mejor, y las sombras danzaban al ritmo de los primeros rayos del amanecer que apenas iluminaban la devastación. Nos habíamos refugiado allí, ocultos, esperando que la Parca, el mismísimo dios de la muerte, hubiera abandonado finalmente el campo de batalla. El recuerdo de la guadaña moviéndose con furia, segando las vidas de mis soldados robados, aún pesaba en mi mente como un eco aterrador.

El amanecer trajo consigo una calma inquietante. El aire estaba frío, cargado de un extraño olor metálico, y el suelo, aún húmedo de la sangre derramada, parecía respirar bajo mis pies. Me permití un momento para pensar, para trazar las posibilidades. Controlar a los dos reyes demonios que ahora respondían a mis órdenes me otorgaba poder, pero también me ponía en una situación peligrosa. La mano derecha y asistente de Lord Michel, una figura envuelta en misterio y autoridad, vigilaba cada uno de mis movimientos. Si llegara a descubrir mis planes secretos, mi cuello estaría en juego, y la balanza de poder podría inclinarse en mi contra en un instante.

Mientras cavilaba en las sombras de la aldea destruida, un sonido de pasos llamó mi atención. Un grupo emergió de entre las ruinas, moviéndose con una mezcla de cautela y propósito. El líder era un humano de cabello rubio y ojos oscuros, su mirada tan afilada como una hoja. Dos figuras encapuchadas lo acompañaban, y aunque sus rostros estaban ocultos, sus presencias eran tan intimidantes como la del hombre que las guiaba.

El humano me observó con un aire de autoridad, una sonrisa ladeada estirando sus labios. La brisa agitó su cabello rubio, y por un instante, la luz del amanecer hizo que sus ojos oscuros brillaran con una intensidad perturbadora.

—Tú debes de ser el demonio que causó semejante caos en las tierras de Eldoria hace unos pocos días, ¿verdad? —dijo, su voz serpenteando entre las ruinas con una calma que solo la verdadera confianza podría sostener.

Una sonrisa amarga se asomó a mis labios, pero no respondí de inmediato. Sabía que cualquier humano que osara buscarme, especialmente uno acompañado por seres tan sombríos como esos encapuchados, debía tener algo más que valor.

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si evaluara mi silencio. —Tranquilo, no estoy aquí para amenazarte —añadió, con un tono que solo subrayó la amenaza implícita—. De hecho, tenemos un objetivo en común. Quiero ver a Eldoria caer, ver cómo sus muros se desploman y sus aliados perecen. Y creo que tú podrías ser la pieza que me falta para lograrlo.

El aire se volvió aún más denso, como si la aldea misma contuviera el aliento. Las figuras encapuchadas permanecieron inmóviles, pero el aura que los rodeaba era inconfundible: magia oscura, retorcida y potente.

Mis ojos se entrecerraron mientras estudiaba al humano rubio. — ¿Y por qué debería confiar en ti? —respondí, mi voz goteando desconfianza. Las promesas de alianzas eran tan volátiles como la magia en este mundo, y una palabra mal puesta podía significar la diferencia entre la gloria y el abismo.

El humano esbozó una sonrisa calculadora. —No te pido confianza, solo que escuches. Eldoria y sus aliados están más débiles de lo que aparentan. Con tus habilidades y tu ejército, junto con la fuerza y la inteligencia que yo poseo, podríamos desatar un destino del que ni siquiera ellos podrían escapar.

La promesa de poder y destrucción brilló en sus palabras, una oferta tentadora y peligrosa. Las ruinas de la aldea se hicieron más frías, las sombras más largas, mientras el destino de Eldoria comenzaba a perfilarse en las oscuras alianzas que estaban a punto de forjarse. La tensión en el aire era palpable, cada susurro de viento llevaba consigo promesas de traición y gloria.

El resurgir del ultimo DrakoitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora