~• Capítulo 56 •~

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Nickolay

Despierto en la habitación roja a oscuras. Este lugar no tiene ningún tipo de ventanas, es de las cosas buenas, nadie te ve y lo malo es que no entran los rayos de sol y no sabes si es de día o de noche.

Quiero moverme para poder mirar la hora en mi teléfono, pero el pequeño cuerpo de mi esposa me lo impide. Digo pequeño a comparación conmigo, midiendo uno setenta y cinco y teniendo unas curvas espectaculares lo que se dice peque no es.

Su cuerpo denudo sobre mi costado, cabeza en mi hombro y su mano en mi pectoral. No quiero despertarla, por lo que no me muevo.

Con la yema de mis dedos acaricio su espalda suavemente. Beso su cabeza.

Anoche cuando no la vi al salir de la ducha casi me quedo sin alma. Pensaba que me había vuelto a dejar y me tocaba buscarla. Vi que toda su ropa estaba, si faltaba algo no lo iba a saber ya que ella al contrario que yo es un desastre. No pensé para nada que ella había ido a club de mi primo a beber.

Maldita borracha.

Todavía recuerdo nuestro viaje a España, la primera noche me dejo encerrado en el balcón de aquel hotel semidesnudo y con un frio de cojones. Ella para joderme se fue de fiesta y tuve que apañármelas para salir de allí entrando por la habitación del vecino que no se tomó muy bien que estuviera hay.

Tuve que pedirle al recepcionista que me diera unas llaves y poder ir a por ella, sin olvidar que qué le tiré por el balcón el ordenador destrozándolo, pero ella no se puede conformar con solo meter mi teléfono en el cubo de hielo de la nevera con hilo, me deja encerrado como un perro abandonado.

Cuando llegue al lugar estaba más que borracha, me vomitó encima y cayó dormida encima de un arbusto.

Fueron buenos momentos, pero para mí son mejor los de ahora, con ella a mi lado.

Su cuerpo se mueve dando un pequeño gruñido, eso es que va a despertar, —¿qué hora es? — Pregunta medio adormilada.

— ¿Cómo sabes que estoy despierto?

— Qué yo sepa que los muertos y los dormidos no te acarician la espalda.

— Buen punto. Si te apartas un poco te lo puedo decir. — Rueda como una croqueta hasta el otro extremo de la cama. Me muevo hacia la mesita de noche a mi lado girando mi cuerpo, extiendo el brazo agarrando mi teléfono. La pantalla se ilumina y me deja ciego, puedo ver la hora a duras penas. Tener los ojos claros tiene sus cosas malas, —las nueve de la mañana.

Suelto el móvil como si no me importará la hora, normalmente no despierto a esta hora, pero la noche de ayer fue muy intensa y me siento como si me hubiera atropellado.

La luz de la mesita de ella se enciende. Maze se lanza sobre mí y me mira con una sonrisa de oreja a oreja. — Feliz cumpleaños, mi príncipe.

Se me había olvidado por completo este día, con todo lo que tenemos encima ni se me había pasado por la cabeza lo que cerca que estaba de cumplir veintisiete.

— No sé si darte las gracias o llorar.

— Es que cumplir treinta no favorece a nadie.

— ¿Me acaba poner tres años de más? Mira que eres mala.

— Bueno, estas más cerca de los treinta que yo, eso ya me alegra.

— Y eso que nos llevamos dos años.

— Ahora tres, tu cumples los años antes que yo.

— No te queda mucho para cumplir los veinticinco, es el mes que viene.

Amor perverso ✓ Completa [#II Saga emperadores de la mafia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora