17| LA CITA

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—¿Te puedes creer que todavía nadie me ha pedido para ir al baile? —me susurró Sam, indignada, mientras salíamos de la cafetería

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—¿Te puedes creer que todavía nadie me ha pedido para ir al baile? —me susurró Sam, indignada, mientras salíamos de la cafetería.

—La verdad es que no. Sueles ser de las primeras a las que se lo piden.

—Lo sé. Algo está pasando, creo que alguien ha conspirado contra mí —dijo, entrecerrando los ojos mientras observaba a la multitud de estudiantes que seguían sentados en sus mesas.

La cogí del brazo y la saqué fuera.

—No digas tonterías. Tal vez simplemente piensan que ya tienes cita.

—No lo sé... ¿y si nadie quiere venir conmigo?

—Sam, eres fantabulosa. Claro que quieren ir contigo.

Ella sonrió ante la palabra inventada, una que ella solía decir a menudo. Yo le sonreí en respuesta.

—¿Por qué no haces caso a Sarah y le pides a un chico tú misma?

—Creerán que estoy desesperada y no querrán venir conmigo.

—Creo que le das demasiadas vueltas, Sam.

—Todavía quedan dos semanas. Si la semana que viene no he conseguido una cita para el baile, lo haré yo misma.

—Bien hecho, entonces.

No le dije que tal vez para entonces ya no quedaría a quién pedirle.

—¿Y tú estás contenta, no? Con que te lo haya pedido Tom, me refiero.

—Sí, claro. Hacía mucho que no me lo pedía nadie, así que estoy encantada.

Y era cierto, Aaron se había dedicado el último año a espantar a cualquier chico que se me acercara. Menudo hipócrita. Pensé que al menos me lo pediría él, pero nada. No había manera.

—Ya, no entiendo por qué, con lo guapa y simpática que eres. Siempre he tenido envidia de tus piernas. Y de tu culo.

Me reí a carcajadas ante sus ocurrencias.

—Cállate o harás que me sonroje.

Ella me guiñó un ojo.

—Va en serio, Aaron siempre ha sido un idiota por no haberse fijado en ti.

—Sí —chasqueé la lengua—. Que sepas que aún te guardo rencor por lo que me hiciste en la fiesta.

—Lo siento —dijo haciendo pucheros—. Te compré un brownie. Y dos chocolatinas. ¿No me perdonas? Fue culpa del alcohol, lo juro.

—Tienes que dejar de beber, te hace maquiavélica —resoplé.

—Lo sé —suspiró—. ¿Entonces me perdonas?

—Solo si me compras una chocolatina nueva.

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—Ahora vengo —dijo antes de salir corriendo.

1. Mi ÚnicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora