—¡Victor! —grité el lunes por la mañana nada más llegar al instituto. Lo vi de lejos en su taquilla, pero en cuanto me escuchó, cerró de un portazo y se giró en la otra dirección. Volví a llamarlo corriendo para alcanzarlo—. ¡Victor, espera!
No frenó, parecía que incluso iba más rápido si eso era posible. En cuanto lo alcancé, cogí su brazo para poder hablar con él y noté cómo todos sus músculos se tensaban.
—¿Puedes parar un momento? —pregunté.
—No.
—Necesito hablar contigo.
—Una lástima.
—¿Por qué?
—Porque me importa una mierda lo que necesites —espetó.
Sentí una punzada de dolor en el corazón que ignoré, pero lo solté y dejé que se fuera. Sabía que cuando se cerraba de esa manera no había quien hablara con él. Me cabreaba que me tratara de esa forma, como si no hubiera estado a punto de besarme en la fiesta del otro día, como si no me hubiera... salvado. Porque lo sabía, fue él, él me salvó de aquel oso.
Bien, no pensaba rendirme.
La mañana pasó muy rápido, Tom me había preguntado si me encontraba mejor y yo asentí. Estaba distraída, solo pensaba en Victor. En cuanto me senté a su lado en biología en silencio cogí un papel de mi libreta y escribí la palabra «lobo» en él antes de ponérselo delante. Él arqueó una ceja mirándome. Luego escribió algo en el mismo papel y sentí que me iba desmayar. ¿Iba a hablar conmigo? Me puso el papel delante y leí: «bota».
Fruncí el ceño antes mirarlo con un interrogante.
—¿Qué? —susurré.
—¿No es el juego de las palabras encadenadas?
Me di cuenta que había puesto una palabra que empezaba por la última sílaba de la mía. Resoplé.
—No.
—Pues no lo pillo.
Victor estiró las piernas debajo de la mesa ignorándome de nuevo, pero no iba a engañarme, la pequeña arruga en su entrecejo me decía que estaba pensando. Lo volví a intentar.
«Eres un lobo».
Él me miró con ambas cejas en alto.
Volví a escribir.
«Te vi».
El cogió el papel y escribió.
«Lees demasiados libros de fantasía. ¿Estás durmiendo bien?»
Resoplé.
«Me alegro que te preocupes por mi bienestar nocturno, la respuesta es sí».
«¿A que lees muchos libros de fantasía? Desde luego. Si no es eso, mejor deberías ir a ver un psiquiatra o mejor, directa al manicomio».
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1. Mi Única
Werewolf🐺🌕 Nora tiene diecisiete años cuando su vida cambia radicalmente. Le encanta leer pero siempre ha sabido distinguir muy bien la fantasía de la realidad, hasta que una noche descubre el secreto que ocultan sus vecinos. El chico que le atrae y no so...