11| EL OSO

33 3 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¡Nora! —grité mientras la veía alejarse a toda prisa—. ¡Nora, espera! ¡Joder!

¿Cómo había sido capaz de decirle algo así? Sobre todo, cuando no era lo que sentía. Sabía que no podía revelar la verdad, pero maldita sea, mis palabras fueron peores de lo que imaginé. «No me importas, no eres nada para mí». La mentira más cruel. «Solo quería demostrarte que tal vez no estás tan enamorada de Tom. Si lo estuvieras, no me habrías dejado casi besarte. Te hice un favor.»

Joder, podría haberla empujado bajo un coche y hubiera sido mejor. Sabía que la había herido y que me odiaba por ello, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Había estado a punto de besarla y si no hubiera sido por el rugido del motor, habría cruzado la línea prohibida y no estaba seguro de que hubiera podido detenerme. Esta chica me había calado hondo y era capaz de mantenerme alejado de ella.

Sentía que mi lobo estaba inquieto. Quise salir corriendo tras ella, pero sabía que no era una buena idea. Entré en la casa y encontré a Sam con los brazos cruzados.

—¿Dónde está? —preguntó, su voz cargada de preocupación.

—Se ha ido.

—¿Qué le has hecho? Me ha enviado un mensaje, pero no responde mis llamadas.

—Quizás no te contesta porque la has expuesto delante de todos —respondí bruscamente queriendo protegerme.

Me había dado cuenta de su pánico al ver cómo Sam la había presionado durante el juego, desafiándola a beber y revelar sus sentimientos. Sin embargo, yo era el que la había hecho llorar.

—Es mi mejor amiga, no quería humillarla.

—Lo sé, yo tampoco.

—Si le pasa algo por tu culpa, te buscaré y te mataré —me amenazó, con un dedo acusador. Sam olía a alcohol, probablemente sus palabras eran el efecto de la bebida, pero asentí. Si algo le sucedía a Nora por mi culpa, yo mismo le entregaría el cuchillo.

Sentí un mal presentimiento, mi instinto me decía que algo no iba bien. Decidí escapar de la fiesta y comprobar con mis propios ojos si Nora estaba a salvo.

Me colé en su casa como un ladrón; todo estaba oscuro y cerrado, excepto la puerta trasera, que estaba abierta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Recorrí la planta baja, pero no la encontré. Subí las escaleras en silencio, abriendo una a una las puertas, pero no había nadie. ¿Dónde estaba su madre? Finalmente, abrí la puerta del fondo, la habitación de Nora, y la encontré vacía. ¿Dónde se había metido?

De repente, un grito desgarrador congeló mi sangre. No solo porque era aterrador, sino porque era de Nora y provenía del bosque. ¿Qué cojones estaba haciendo en el bosque a estas horas de la madrugada?

Corrí fuera de la casa y sin pensarlo, me transformé en lobo y empecé a correr a una velocidad imposible, esquivando árboles y siguiendo el sonido de las pisadas fuertes. El crujido de las hojas era cada vez más intenso hasta que me encontré con una escena que detuvo mi corazón.

Un oso.

Un maldito oso avanzaba hacia ella, y Nora, tropezando con un tronco que estaba tirado en el suelo, cayó empujándose hacia atrás con las manos. Corrí hacia ella, saltando por encima, y me enfrenté al enorme animal que ahora estaba en dos patas. El oso, al verme, se plantó y me olisqueó, gruñendo. Le mostré los dientes en desafío.

Podía hacerlo. Había estado entrenando para esto y era el momento de demostrar que podía proteger a los demás. Necesitaba proteger a Nora.

El oso atacó, pero esquivé el golpe y salté sobre él, mordiendo su cuello. Gritó de dolor y movió la cabeza, lanzándome contra un árbol. Sentí un dolor agudo, pero me levanté rápidamente y corrí hacia él. El oso cargó hacia mí y me aparté en el último momento, haciéndolo chocar contra un árbol. Aproveché la distracción para morderle la pata trasera, debilitándolo. Se giró hacia mí y gruñó, pero no mostré miedo. Corrió hacia mí y me tumbó en el suelo. Pesaba mucho, y mi cabeza daba vueltas por el impacto, pero mordí su pata y me liberé.

Me puse de pie justo a tiempo para esquivar un zarpazo y mordí su cara con fuerza. Le di una patada en la pata delantera, y junto con el dolor en la otra, el oso cayó y tuvo dificultad para levantarse. Me acerqué a él, mi respiración pesada y mis pupilas dilatadas. El oso notó mi furia y, aunque herido, decidió huir, perdiéndose en la oscuridad del bosque.

Me desplomé en el suelo. Nora, que no se había movido durante el enfrentamiento, se acercó con cautela y me acarició la cabeza, agradeciéndome por salvarla. Nuestros ojos se encontraron, y ella abrió los suyos en shock ahogando un grito.

—¿Víctor? —susurró.

Me levanté de un salto y salí corriendo hacia el bosque. Era imposible. No podía haberme reconocido. Era un lobo, ¿cómo podría saber quién era? A menos que Aaron me hubiera mentido y ella supiera la verdad acerca de nosotros. Pero eso no podía ser, Aaron no me mentiría en algo así. ¿Cómo era posible?

Me escondí entre los arbustos y la seguí hasta su casa, preocupado por su seguridad. Ella llegó sana y salva, y yo suspiré aliviado, transformándome nuevamente en humano. Recogí mi ropa dañada y me dirigí a casa de mis tíos.

Me dolían todos los huesos y estaba seguro que al día siguiente me esperaba una buena bronca. Me desplomé en la cama, derrotado, y me pregunté cómo había llegado todo a este punto.

1. Mi ÚnicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora