CAPITULO 22

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Reachel (Un día antes del accidente) 

No sabía qué hacer con todo lo que descubrí.

—Solo usted puede detener esto. —me había dicho el señor Wook. 

—Como se supone que lo haga, ni siquiera sé por donde empezar. —respondí. 

Esto es demasiado grande para sostenerlo sola. ¿Qué debía hacer? Llevar todo a la policía y confiar en que ellos se harían cargo?. No. El señor Wook me dejó claro que mi padre tenía control sobre alguno de ellos. No sabría en quien confiar. No puedo creer que padre y Han sean parte de esto. 

—Necesito confrontarlo; quiero que me niegue en mi cara todo lo que descubrí —digo en un arrebato de ira.

—Con eso lo que logrará es acabar muerta. —expuso él con honestidad.

—Ellos pueden ayudarla —afirmó después de un rato mostrándome la fotografía nuevamente. 

- Ellos? ¿Los de la aerolínea?—preguntó sorprendida—, ¿cómo se supone que voy a confiar en ellos?

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- Ellos? ¿Los de la aerolínea?—preguntó sorprendida—, ¿cómo se supone que voy a confiar en ellos?

—No le estoy diciendo que confíe en ellos; le digo que ellos pueden ayudarla a detener a su hermano. —Me dice—, entregueles toda esta evidencia y deje que ellos se encarguen.

—¿Y qué se supone que haga? ¿Llego a un aeropuerto y pido hablar con los dueños de los aviones? —exclamó y dramatizó mi encuentro con ellos. 

— "No me pregunten cómo, pero sé que todo esto de los aviones es una fachada que usan para atrapar criminales, ¿y qué creen? Les traigo uno más para su lista".

—No sé si sea la mejor manera de llegarles —admite el señor Wook, no muy convencido—, pero algo se te ocurrirá. Eres una chica inteligente, sé que puedes hacerlo. Yo hablaré con mi nieto para que te lleve con ellos. Solo busca tu pasaporte y espera a que yo te diga a donde ir. 

Observo la foto nuevamente y recuerdo haber visto a tres de ellos en el funeral de mi padre. Fueron muy respetuosos con Han y él los acusó ante mí de asesinar a mi padre. Recuerdo que uno de ellos me saludó amablemente al verme tan afectada. 

- No! No quiero que Reachel Harrington vaya a verlos. Si voy a hacer esto, lo haré como Anna Rodríguez. 

El señor Wook me contempla por un rato con orgullo en sus ojos. 

- Bien. Mañana le traeré un pasaporte con su nueva identidad. —Me dice. 

- Con mi verdadera identidad, querrás decir. 

Al día siguiente ya tenía todo listo para partir. Puse toda la evidencia en una maleta pequeña que pudiera llevar conmigo. Estaba practicando un montón de formas para iniciar esta conversación con ellos cuando llegó de pronto el señor Wook. 

—Debe partir ahora —me apura entregandome el pasaporte—; mi nieto la está esperando. 

- Ahora? Pero no estoy lista. Aun no sé qué voy a decirles. — Me quejo. Necesitaba más tiempo. 

—Fui un tonto descuidado —me dice con culpa. — No me di cuenta de que me estaban siguiendo, y en algún momento va a atar los cabos. 

Así que salimos a toda prisa. El señor Wook y su nieto me metieron a escondidas en un avión de carga. No queríamos dejar rastro, así que no me registré en el aeropuerto. El avión despegó y todo iba saliendo bien hasta que sentimos la explosión. 

El avión se sacudió violentamente y el piloto perdió el control; descendimos a mucha velocidad. Supe que el impacto sería inminente. 

—Me encontró —pensé asustada. Tenía que poner a salvo la evidencia. 

Me quito los auriculares y me levanto con una determinación inalterable y camino a la zona de carga en busca de la maleta. Todo es un desastre: humo y viento por todos lados y un hoyo cerca del ala que succionaba todo hacia afuera. Por fin la encuentro y recuerdo que el señor Wook me comentó de los paracaídas en caso de emergencia. Los busco, pero solo hay paracaídas de carga, y no están diseñados para personas. No lo pienso mucho y ato la maleta al paracaídas, y la lanzó hacia el agujero.

—Espero que no se estropee —pienso mientras la veo volar. 

Me doy cuenta de que el avión ha descendido muchísimo; estamos muy cerca del suelo; no tengo tiempo de volver otra vez a la cabina

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Me doy cuenta de que el avión ha descendido muchísimo; estamos muy cerca del suelo; no tengo tiempo de volver otra vez a la cabina. Me siento en una silla y me aseguro con el cinturón de seguridad. 

—No quiero morir —fue lo último que pensé antes del impacto. 

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