Capítulo 4

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Isabella

Me dirigí a la farmacia, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Dereck necesitaba su medicina para tratar su diabetes tipo 1, y sabía que no podía permitirme fallarle. Entré en la tienda, tratando de no pensar en cuánto me costaría esta visita.

El farmacéutico me saludó con una sonrisa profesional, y le entregué la receta. Mientras él preparaba el medicamento, miré a mi alrededor, notando los precios de otros productos en las estanterías. Sabía que el dinero que llevaba había sido arduamente ahorrado de mi trabajo, y que gran parte de él se iría en esta compra.

Cuando el farmacéutico regresó, me dijo el precio, y sentí un nudo en el estómago al sacar el dinero de mi billetera. Conté los billetes lentamente, viendo cómo se iba casi todo lo que había logrado ahorrar de algunos turnos extra que había hecho. Era un sacrificio necesario, lo sabía, pero no dejaba de dolerme privarme de cosas esenciales para mí misma.

—Aquí tienes —dije, entregándole el dinero y tomando el medicamento.

Salí de la farmacia con la bolsa en la mano, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Al menos ahora mi hermano tendría su insulina, pero mi propio bienestar seguía siendo una cuestión incierta. El dinero que había planeado usar para mis propios gastos, como el desayuno, ahora se había ido.

Caminé de regreso a casa, tratando de no pensar en el hambre que ya comenzaba a sentir. Había aprendido a ignorar la necesidad de comer, al menos hasta que pudiera permitírmelo. Mis prioridades estaban claras: mi hermano venía primero, pero no podía evitar sentir una punzada de resentimiento y tristeza por las cosas a las que me veía obligada a renunciar.

Caminaba de regreso a casa, sintiendo el cansancio en cada paso. No tenía dinero para pagar un taxi, así que me resigné a recorrer el trayecto a pie. El sol comenzaba a ponerse, y el cansancio luego de una mañana en la universidad empezaba a hacer mella en mi cuerpo. Mi mente, sin embargo, estaba enfocada en una sola cosa: asegurarme de que Dereck recibiera su insulina a tiempo.

Al llegar a la entrada de mi edificio, vi a mi hermana mayor. Su presencia me detuvo en seco. Sabía que no sería una conversación fácil. Su rostro reflejaba la misma frialdad que siempre me había mostrado, y sentí una mezcla de temor y desesperación crecer en mi interior.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con su tono habitual de desdén.

Respiré hondo, intentando mantener la calma.

—Necesito tu ayuda —dije, mi voz temblando un poco—. Por favor, necesito que sigas los pasos para colocarle la insulina a nuestro hermano.

Ella levantó una ceja, claramente sorprendida por mi solicitud. Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, pero me obligué a seguir hablando.

—Yo no puedo hacerlo, Daphne —continué, mi voz quebrándose—. Mamá ha sido demasiado clara en que no quiere verme, y no quiero enfadarla. No quiero que se desahogue con él por mi culpa.

Ella cruzó los brazos, mirándome con una mezcla de incredulidad y algo que parecía ser una pizca de compasión.

—¿Por qué debería ayudarte? —preguntó, aunque su tono era menos duro que antes.

—Por él —respondí, casi suplicando—. Él no tiene la culpa de nada. Por favor, hazlo por nuestro hermano. Haré lo que me pidas, pero necesito que lo cuides.

Nos miramos en silencio por un momento que se sintió eterno. Podía ver la batalla interna en su mirada, el conflicto entre el rencor hacia mí y el deber hacia nuestro hermano.

Lazos de pecado (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora