Capítulo 23

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Isabella.


El evento se siente como un torbellino. Mis nervios están a flor de piel mientras el auto se detiene frente a la majestuosa mansión en East Hamptons. Mi corazón late con fuerza mientras bajo del coche, mi mundo se detiene al contemplar la estructura imponente. La mansión de los Vanderbilt Crawford es inmensa, un castillo salido de un cuento de hadas, con una arquitectura que parece haber sido diseñada por manos divinas, supervisada en cada detalle por el padre de Callaghan, el caballero británico Marco Vanderbilt.

Al adentrarnos, dejo mi abrigo en la entrada, mis manos temblorosas. Callaghan aprieta mi mano, tratando de calmar mis nervios. Su toque me da un poco de consuelo, pero la magnitud del lugar y del evento sigue siendo abrumadora.

El interior de la mansión es aún más asombroso, si es que eso es posible. Los techos altos, candelabros de oro y cristales, y detalles dorados me dejan sin aliento. Las personas elegantes y sofisticadas que llenan el lugar parecen sacadas de una revista de alta sociedad.

Me siento diminuta, insignificante, como si él perteneciera a la realeza y yo solo fuera una empleada. Todo en esta "casa familiar" se debate entre ser un museo o un castillo. Los detalles me recuerdan a la majestuosa arquitectura de la Ópera Garnier de París, algo que observé en una investigación en mi universidad.

—Relájate, cielo —murmura Callaghan, su voz suave y tranquilizadora.

Asiento, tratando de tomar aire y calmarme. Caminamos por los pasillos magníficamente decorados, y cada paso me hace sentir más pequeña. Nos detenemos un momento mientras Callaghan saluda a algunos invitados, y aprovecho para observar a mi alrededor. Los cuadros en las paredes, las estatuas, los muebles antiguos... todo parece sacado de una época dorada.

—¿Estás bien? —pregunta, notando mi silencio.

—Sí, solo... esto es impresionante —respondo, tratando de no mostrar demasiado mi ansiedad.

—Lo sé, puede ser abrumador al principio, pero todos aquí son amables. Mi familia te va a adorar.

Sonrío débilmente, tratando de creer en sus palabras. A medida que avanzamos, noto que muchas miradas se posan sobre nosotros. Algunas son de curiosidad, otras de escrutinio. Me pregunto qué estarán pensando, si estarán juzgándome por cada detalle.

Finalmente, llegamos a una gran sala donde la mayoría de los invitados están reunidos. La sala es impresionante, con un enorme candelabro en el centro y una decoración que mezcla lo clásico con lo opulento.

Mientras camino de la mano de Callaghan, siento cómo todas las miradas se centran en él. Es como si la mera sangre que corre por sus venas, la herencia de sus padres, fuera suficiente para inclinar ligeramente la cabeza en una pequeña reverencia, como un león entre gacelas.

Es una sensación abrumadora, casi surrealista. El gran salón es magnífico, abrumadoramente majestuoso, como sacado de una película de época de una familia obscenamente adinerada.

La canción "Royalty" de Egzod empieza a sonar en mi cabeza, un telón de fondo perfecto para este escenario de poder e influencia. La magnitud de lo que significa estar con un miembro de los Vanderbilt Crawford me golpea de lleno. Es un clan de cinco personas cuya mera presencia pone al mundo de rodillas ante ellos.

A medida que avanzamos, noto los susurros y las miradas de admiración y curiosidad. Cada gesto, cada palabra de Callaghan parece tener un peso específico, una gravedad que atrae la atención de todos.

Me doy cuenta de que estar con él no es solo estar con un hombre que amo, sino también formar parte, aunque sea temporalmente, de este universo de poder y prestigio.

Lazos de pecado (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora