Callaghan.
17 de diciembre.
Cambridge, Massachussets.
Cada día es un maratón sin fin de estudio, sin apenas tiempo para dormir. La presión es inmensa, y no hay espacio para el error. Vivo a base de café y de algún que otro bocadillo rápido cuando tengo un respiro. Mi cuarto está lleno de montones de apuntes, libros de texto abiertos y diagramas anatómicos que reviso una y otra vez.
El reloj avanza lentamente, cada segundo estirándose como si fuera una eternidad. A veces siento que no tengo vida fuera de estos muros. Mis amigos y familia se han convertido en recuerdos distantes, sombras de otra vida que apenas puedo reconocer. Lo más doloroso es que no he visto a mi novia en toda la semana. Nos enviamos mensajes de vez en cuando, pero nada puede reemplazar la calidez de su presencia, el refugio que encuentro en sus brazos.
Cada mañana, después de dormir apenas unas pocas horas, me levanto sintiéndome más cansado que el día anterior. Me miro en el espejo y veo las ojeras profundas y la expresión agotada que se ha convertido en mi rostro habitual, pero no hay tiempo para lamentarse. Necesito mantenerme enfocado, necesito ser el mejor. Es una lucha constante contra mí mismo, contra mis propios límites. Mi familia espera mucho de mí, y no puedo fallarles.
Los días pasan en una especie de nebulosa. Me siento en el salón de la universidad, asistiendo a las últimas clases antes de los exámenes. Luego, me dirijo directamente a la biblioteca o a mi cuarto, donde paso horas y horas estudiando, memorizando, practicando. Cada vez que cierro los ojos, veo gráficos de neuronas y textos médicos, como si mi cerebro no pudiera desconectarse nunca.
Sin embargo, hay una luz al final de este túnel. La gala de fin de año de la fundación familiar se acerca. Es el único pensamiento que me mantiene en marcha, la única recompensa tangible por todo este esfuerzo. Sé que podré ver a Isabella allí, y la simple idea de estar a su lado me da fuerzas para seguir adelante. Me imagino el momento en que nuestros ojos se encuentren en medio de la multitud, el momento en que podré sostener su mano y olvidar, aunque sea por unas horas, todo este estrés y agotamiento.
Las noches son las más difíciles. El silencio de la casa me envuelve, y mis pensamientos se vuelven ruidosos. Me recuesto en mi cama, rodeado de libros y apuntes, intentando absorber cada pedazo de información, pero mi mente, agotada, a veces me traiciona. Pienso en Isabella, en sus ojos, en su risa, en la suavidad de su piel. Estos pensamientos son mi único escape, mi única vía de escape de este ciclo interminable de estudio y presión.
Al final de cada día, cuando finalmente me permito cerrar los ojos por unas horas, me consuelo con la idea de que esto no será para siempre. Este sacrificio, esta dedicación, eventualmente valdrán la pena.
Así que sigo adelante, un día a la vez, con la vista puesta en ese momento de felicidad que me espera. La gala se convierte en mi faro, la promesa de una pausa en esta tormenta de obligaciones y expectativas, y mientras tanto, me sumerjo en mis estudios, decidido a ser el mejor, a no fallar, a demostrar que todo este sacrificio tiene un propósito.
Estoy sentado en el aula, rodeado de compañeros de clase que parecen tan nerviosos como yo. Los exámenes finales teóricos están a punto de comenzar, y puedo sentir la tensión en el aire, como una electricidad estática. Mi corazón late con fuerza, cada palpito resonando en mis oídos. He pasado semanas preparándome para este momento, noches sin dormir, días enteros dedicados a memorizar cada detalle, cada concepto.
Sé que estoy preparado, pero el miedo al fracaso siempre está presente, susurrándome dudas.
El profesor entra en la sala y distribuye los exámenes. Miro la hoja frente a mí, respiro hondo y comienzo a escribir. Las preguntas son complejas, como esperaba, pero no hay nada que no haya visto antes. Me concentro al máximo, cada respuesta saliendo de mi pluma con precisión y determinación. Las horas pasan volando, y antes de darme cuenta, el examen teórico ha terminado. Salgo del aula con una mezcla de alivio y cansancio, pero no hay tiempo para descansar.
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Lazos de pecado (borrador)
RomanceSaga Oscura Tentación / Libro IV En esta historia de romance, pasión y cuestiones de lealtades, Isabella Kensington se encontrará enfrentando una elección imposible: seguir los dictados de su corazón o sucumbir a las intrigas del destino. En esta...