Capítulo 19

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Callaghan.

Costa Azul, Francia.


No quiero soltarla, no quiero dejar de sentirla por un solo segundo. Me esforzado por ser un caballero, por no hacerla sentir obligada a hablarme, besarme o follarme en ningún momento, porque aunque no deseo nada como eso que haga cada una de esas cosas, su comodidad y seguridad es lo que más me importa.

La cena transcurrió de maravilla, hablar con ella era satisfactorio, relajante. Podría hacerlo por horas enteras, por una eternidad, pero al llegar la mañana, al despertarme por una llamada y sentirla, fue cuando me percaté que esa caballerosidad que me caracterizaba tenía un límite: su cercanía.

Me siento desfallecer de placer mientras embisto con fuerza a Isabella, mi ahora novia. Su trasero redondo choca con mi pelvis, creando un sonido rítmico y erótico que se mezcla con nuestros gemidos. La sujeto con fuerza, mis manos aferrándose a sus caderas como si mi vida dependiera de ello.

Veo, perdido en la visión hipnótica, cómo mi largo y grueso miembro, envuelto por el preservativo, se pierde dentro de ella por completo con cada embestida. El sol nos baña, su luz dorada resplandeciendo sobre nuestras pieles sudorosas. Es un contraste tan fuerte con mi usual caballerosidad, pero ahora, en este momento, solo hay deseo y hambre.

Cada movimiento es más intenso, más desesperado. La necesidad de sentirla, de poseerla completamente, me consume. Mis embestidas se vuelven más rápidas, más profundas, y siento cómo mi cuerpo tiembla de placer. Ella gime, su cuerpo respondiendo a cada uno de mis movimientos, apretándose alrededor de mí de una manera que me vuelve loco.

—Isa... —jadeo, mi voz ronca de deseo. La manera en que su nombre sale de mis labios es casi un rezo, una súplica por más.

Ella se arquea hacia mí, sus gemidos mezclándose con mis propios gruñidos. La sensación es abrumadora, y cada embestida me acerca más al borde. La fuerza de nuestro deseo compartido nos lleva a un punto de no retorno, donde solo existimos nosotros dos y esta conexión inquebrantable.

Me inclino sobre ella, mis manos recorriendo su espalda mientras sigo moviéndome dentro suyo. El sol sigue subiendo, su calor combinándose con el nuestro. Siento la presión acumulándose, cada movimiento intensificando el placer que amenaza con desbordarse.

Finalmente, con una última embestida poderosa, el clímax me golpea con una fuerza casi devastadora. Grito su nombre, mi voz cargada de éxtasis y alivio. Siento su cuerpo tensarse y su propio clímax estalla a través de ella, sus gemidos resonando en mis oídos.

Nos quedamos así, unidos, respirando pesadamente y tratando de recuperar el aliento. El mundo vuelve lentamente a enfocarse mientras el sol nos baña en su luz cálida y dorada. Isabella se apoya contra el borde del balcón, y yo me inclino sobre ella, mis manos aun acariciando su piel suavemente.

Este momento, tan lleno de pasión y deseo, es uno que sé que recordaré para siempre. Y mientras la sostengo, siento una profunda satisfacción y una conexión que va más allá de las palabras.

El sol sigue bañándonos con su luz dorada mientras nuestros cuerpos se entrelazan, sudorosos y exhaustos. Aun sintiendo la intensidad del clímax reciente, mi deseo por ella no disminuye. Mi respiración es pesada, mi corazón latiendo con fuerza, y no puedo evitar inclinarme hacia ella, mis labios rozando su oído.

—Isabella, —murmuro con una voz ronca de deseo— ¿quieres que continue o bajamos por el desayuno? —le pregunto, mientras siento como mi semen llenaba por completo el preservativo dentro suyo.

Lazos de pecado (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora