Isabella
Despierto sobresaltada por los gritos, como si el sonido hubiera penetrado en mis sueños y me arrastrara de vuelta a la realidad. Abro los ojos y me encuentro sola, con el corazón aun latiendo con fuerza en mi pecho. Mi vestido está en su lugar, pero estoy tumbada en medio del césped semihúmedo del cementerio, un lugar completamente inapropiado para una mujer.
Busco con la mirada al guardián del cementerio, pero él no está por ningún lado. El césped semihúmedo se extiende a mi alrededor, y me doy cuenta de que estoy sola. Mi vestido sigue en su lugar, pero él no está por ningún lado. Un nudo se forma en mi estómago al aceptar la realidad: me ha dejado completamente sola.
No puedo decir que me sorprenda. Quizás lo deseaba, en el fondo de mi ser, pero nunca lo esperé. Era más que evidente que para él solo era sexo, una noche de follar sin compromisos ni ataduras. Y ahora, aquí estoy, enfrentando la cruda realidad de esa verdad.
Me siento vulnerable y expuesta, como si un velo de ilusión se hubiera desgarrado de golpe, dejándome ver la verdad desnuda y cruda. Me pregunto si debería sentirme decepcionada o enojada, pero en su lugar, solo siento una profunda tristeza.
Me pongo de pie con cuidado, sintiendo el doloroso escozor entre mis piernas como un recordatorio tangible de lo que ha sucedido. Me ajusto el vestido y trato de reunir mis pensamientos, tratando de encontrar la fuerza para seguir adelante
Es entonces cuando noto algo en el suelo, una tarjeta que parece haber caído de algún lugar. La recojo con manos temblorosas y la examino con curiosidad. En ella, encuentro unas palabras escritas por él, el hombre que me dejó aquí.
Estimada desconocida,
He preparado un taxi para que te lleve de regreso a tu casa. La noche fue agradable, pero es mejor dejar las cosas aquí. Espero que entiendas y respetes mi deseo de que todo quede en ese momento.
Atentamente,
Atlas, V.
Mientras camino hacia la salida del cementerio, una parte de mí se aferra a la esperanza de que algún día encuentre algo más que simples encuentros pasajeros, pero por ahora, debo aceptar la realidad y aprender de esta experiencia, por dolorosa que sea.
Camino despacio, sintiendo mis piernas temblar con cada paso que doy. El dolor entre mis piernas es un recordatorio constante de la noche anterior, una mezcla de placer y humillación que se niega a desaparecer. A lo lejos, veo el taxi esperando, su motor en marcha, y no puedo evitar sentir una punzada de resentimiento.
El imbécil de la noche anterior me ha dejado aquí, sola y vulnerable, mientras él se ha marchado en su lujoso auto. Probablemente tuvo que sacar el coche del lodo con la ayuda de una grúa, pero eso no lo detuvo. No, él simplemente se fue, dejando para mí un simple taxi como si fuera una limosna, justo como siempre me trató.
Mientras me acerco al taxi, mi mente vuelve una y otra vez a lo que pasó. Me molesta la frialdad con la que me ha tratado, la indiferencia después de compartir algo tan íntimo, de haber perdido mi maldita virginidad con él. Cada paso que doy me hace más consciente de mi vulnerabilidad y del vacío que siento.
Llego al taxi y abro la puerta, agradecida por el apoyo que ofrece el asiento mientras me dejo caer en él. El conductor me lanza una mirada curiosa, pero no digo nada. Simplemente le doy la dirección de mi casa y miro por la ventana, observando cómo el cementerio se desvanece en la distancia.
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Lazos de pecado (borrador)
RomanceSaga Oscura Tentación / Libro IV En esta historia de romance, pasión y cuestiones de lealtades, Isabella Kensington se encontrará enfrentando una elección imposible: seguir los dictados de su corazón o sucumbir a las intrigas del destino. En esta...