Callaghan Vanderbilt.
Estoy en el paraíso. Cada movimiento de sus caderas sobre mí me lleva a otro nivel de éxtasis. Nunca pensé que podría sentirme así, tan conectado, tan perdido en alguien más. He tenido relaciones antes, un par de veces, pero ninguna se sintió como esta. Ella me aprieta casi vehemencialmente, haciéndome perder la cabeza con cada roce, cada susurro, cada mirada.
La tengo montada sobre una de las sillas del comedor, y el mundo exterior ha dejado de existir. Solo estamos nosotros, enredados en este momento. Sus manos se aferran a mis hombros, sus ojos cerrados y su boca entreabierta, gimiendo suavemente. Todo en ella me enloquece, desde el sonido de su respiración hasta la manera en que su cuerpo se mueve sobre el mío.
La mañana pasó así, en una danza interminable de placer. La tarde sigue el mismo ritmo, y no hay señales de que vayamos a detenernos. ¿Cómo podríamos? Se siente tan bien, tan increíblemente bien.
Me pierdo en el sabor de su piel mientras la beso, en el sonido de su risa que se mezcla con sus gemidos. Mis manos recorren cada centímetro de su cuerpo, explorando, descubriendo, adorando. Me sorprende lo mucho que la deseo, cómo cada parte de mí grita por ella.
—Callaghan... —susurra mi nombre entre jadeos, y es como si el mundo se detuviera solo para escucharla.
La observo con ojos entrecerrados, cada sensación amplificada. Ella es mi todo en este momento, el centro de mi universo. Mis manos se deslizan por su espalda, bajando hasta sus caderas, ayudándola a mantener el ritmo. Se inclina hacia adelante, su cabello rizado cayendo en cascada sobre nosotros, y nuestros labios se encuentran en un beso urgente y hambriento.
La pasión entre nosotros es abrumadora, una ola imparable que nos arrastra y nos sumerge en un mar de placer. No hay nada más que quiero en este momento, nada más que ella. La siento apretar alrededor de mí, su cuerpo temblando ligeramente, y sé que está cerca.
La sostengo más fuerte, profundizando nuestros movimientos, llevándola más allá de los límites del placer. Sus gemidos se vuelven más fuertes, más intensos, y me doy cuenta de que no hay nada más en el mundo que pueda compararse con esto.
—No pares —murmuro contra sus labios—. No te detengas nunca.
Ella sonríe, sus ojos brillando de deseo y amor, y continúa moviéndose sobre mí. Cada segundo es un regalo, cada instante una bendición.
En este pequeño rincón del mundo, con ella montándome sobre una simple silla de comedor, me doy cuenta de que he encontrado el paraíso, y no hay lugar en el que prefiera estar.
Mis manos se aferran a su trasero mientras ella me monta con una intensidad que me deja sin aliento. De vez en cuando, mis dedos se deslizan a su pequeña cintura, sonriendo al notar lo pequeña que es en comparación con mi cuerpo. Sus muslos, sus piernas largas, todo en ella es una delicia para mis sentidos.
La miro desde abajo, viendo cómo se esfuerza por recibir todo lo que tengo para darle. Su cuerpo se arquea y tiembla con cada movimiento, y la forma en que me aprieta casi vehemencialmente me enloquece. De vez en cuando, cuando puedo soltar sus senos por un momento, miro el punto donde nuestros cuerpos colisionan, fascinado por cómo ella puede recibir mis magnitudes. Es sublime.
Hemos gastado más de una docena de preservativos, y parece que iremos por la caja entera antes de terminar. Lo normal habría sido despedirnos por la mañana después de la noche que pasamos juntos, pero ninguno de los dos parece querer soltar al otro. Cada vez que pienso en detenernos, su cuerpo me llama de nuevo, y no puedo resistir la tentación.
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Lazos de pecado (borrador)
RomanceSaga Oscura Tentación / Libro IV En esta historia de romance, pasión y cuestiones de lealtades, Isabella Kensington se encontrará enfrentando una elección imposible: seguir los dictados de su corazón o sucumbir a las intrigas del destino. En esta...