Capítulo 20

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Isabella.


El sol se filtra por las cortinas de nuestra habitación en la Riviera Francesa, despertándome con su cálida luz. Parpadeo, acostumbrándome a la claridad, y noto que Callaghan ya está despierto, observándome con una sonrisa tierna.

—Buenos días, bella durmiente —me dice con su voz suave y profunda.

Me estiro y le devuelvo la sonrisa, sintiendo una ola de felicidad recorrerme.

—Buenos días, amor —respondo mientras me acurruco más cerca de él, disfrutando de su calidez.

Decidimos empezar el día con un desayuno en el balcón, disfrutando de la vista al mar. La brisa marina acaricia mi piel y me siento en paz, como si el mundo entero se hubiera detenido solo para nosotros. Nos reímos y charlamos mientras saboreamos croissants frescos, frutas y café.

Después de desayunar, Callaghan sugiere que vayamos a explorar la ciudad. Nos vestimos con ropa ligera y cómoda; él lleva una camisa blanca de lino y pantalones beige, mientras yo me pongo un vestido veraniego azul que resalta el bronceado de mi piel. Caminamos de la mano por las calles empedradas, admirando la arquitectura y la atmósfera encantadora de la Riviera Francesa.

Visitamos un pequeño mercado local, donde los colores y aromas de las frutas y flores frescas nos envuelven. Él compra un ramo de flores para mí y me lo entrega con una sonrisa traviesa.

—Para ti, cielo —dice, y mi corazón se derrite.

Decidimos pasar la tarde en la playa. Encontramos un lugar tranquilo y extendemos nuestras toallas. Me pongo mi traje de baño de dos piezas blanco y me sumerjo en el agua cristalina, sintiendo la frescura del mar envolverme. Callaghan me sigue y jugamos en el agua, riendo y salpicándonos como dos niños.

Después de nadar, nos tumbamos en las toallas, dejando que el sol nos seque. Él me aplica protector solar con ternura, sus manos deslizándose suavemente sobre mi piel. Me siento completamente relajada y feliz, como si todo estuviera en su lugar perfecto.

Más tarde, volvemos al hotel para cambiarnos antes de la cena. Callaghan me lleva a un restaurante acogedor con vistas al mar, donde disfrutamos de una cena deliciosa mientras el sol se pone en el horizonte, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. Nos tomamos de la mano a través de la mesa, compartiendo miradas y sonrisas cómplices.

Después de la cena, paseamos por la playa iluminada por la luna, sintiendo la arena fría bajo nuestros pies. Nos detenemos y miramos el mar, el sonido de las olas es casi hipnótico. Callaghan me abraza por detrás y susurra en mi oído:

—Este ha sido un día perfecto, pero cada día contigo parece ser así.

Me vuelvo hacia él y le beso suavemente.

—Tú haces que cada día sea perfecto —le digo con sinceridad. Nos quedamos allí, abrazados, disfrutando del momento.

Regresamos al hotel, agotados pero felices. Nos duchamos juntos, y luego nos acurrucamos bajo las sábanas frescas. Callaghan me envuelve en sus brazos, y me siento segura y amada.

Antes de dormir, pienso en lo afortunada que soy de tenerlo a mi lado.

—Te quiero —susurro, mi voz llena de emoción.

—Y yo a ti —responde él, besando mi frente.

Me duermo con una sonrisa en los labios, sabiendo que este día es solo uno de muchos días maravillosos que compartiremos juntos.

Lazos de pecado (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora