No lo pienses y besalo

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Consejo: Lando, Oscar, Carlos y Charles

Expectativa: Demasiadas

Contras: No he besado a nadie.

Desde el momento en que decidí que era hora de dar el siguiente paso con Checo, parecía que el universo conspiraba en nuestra contra. La primera vez que intenté besar a Checo, estábamos en mi habitación, viendo una película de terror. La luz tenue y la cercanía eran perfectas. Me acerqué lentamente, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Justo cuando nuestras caras estaban a unos centímetros de distancia, mi teléfono sonó. Era Lando, llamándome por alguna tontería. Aunque colgué rápidamente, el momento ya se había perdido.

En otra ocasión, durante un paseo por el parque, me decidí a intentarlo de nuevo. Caminábamos juntos, hablando de cualquier cosa y nada a la vez. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un cálido naranja. Mientras nos deteníamos junto a un lago, me giré hacia él, decidido a hacer que ese fuera el momento. Pero justo cuando nuestras narices casi se tocaban, un grupo de niños corrió hacia nosotros, gritando y jugando. Checo se apartó riendo, y yo solo pude suspirar internamente.

Incluso en una cena romántica que planeé específicamente para nosotros, las cosas salieron mal. Había preparado todo, desde la iluminación con velas hasta la música suave de fondo. La cena fue perfecta, y cuando llegó el momento de despedirnos, me acerqué nuevamente. Esta vez, nuestros labios se rozaron ligeramente antes de que Checo tropezara con una silla detrás de él, rompiendo el contacto y riendo nerviosamente.

A medida que pasaban los días, los intentos fallidos empezaron a pesarme. No era solo que algo siempre pasara, sino que los nervios comenzaban a jugarme malas pasadas. Cada vez que me acercaba a Checo, mi mente se llenaba de dudas y mi corazón se aceleraba tanto que apenas podía concentrarme. Empezaba a cuestionarme si realmente podría hacerlo bien, si podría darle ese primer beso perfecto que ambos merecíamos.

La última vez que intenté, estábamos en un pequeño mirador, mirando las estrellas. Era una noche despejada, y todo parecía estar alineado para nosotros. Me acerqué a Checo, tomando su mano suavemente. Podía ver la anticipación en sus ojos, el mismo nerviosismo que sentía yo. Esta vez, pensé, no habrá interrupciones. Lentamente, me incliné hacia él, y justo cuando estaba a punto de besarlo, un fuerte ruido de una moto pasando por la carretera cercana nos sobresaltó a ambos. Checo se echó a reír, y yo simplemente apoyé mi frente en su hombro, frustrado.

-¿Alguna vez vamos a lograrlo? -pregunté, medio en broma, medio en serio.

-Eventualmente -respondió Checo, sonriendo-. Quizás solo necesitamos relajarnos un poco.

Asentí, aunque no pude evitar sentirme un poco derrotado. Estaba determinado a hacer que funcionara, pero cada intento fallido solo aumentaba mi ansiedad.

Esa noche, en mi habitación, me dejé caer en la cama, repasando todos los momentos en que casi habíamos logrado besarnos. Quería que fuera especial, perfecto, pero parecía que cuanto más lo intentaba, más difícil se volvía. Suspiré, cerrando los ojos y esperando que, la próxima vez, las cosas finalmente salieran bien.

El ganar el primer GP de la temporada fue una sensación indescriptible y supe que era el momento ideal. Sentía que todo mi arduo trabajo y sacrificio finalmente había dado sus frutos. Sin embargo, lo que más anhelaba después de la carrera no era el trofeo o los aplausos, sino un momento privado y especial con Checo.

Después de las celebraciones y las entrevistas, busqué a Checo en el garaje. Lo encontré hablando con algunos ingenieros y, cuando nuestros ojos se encontraron, le hice una seña para que me siguiera. Lo llevé a una pequeña bodega que conocía bien, un lugar donde nadie nos molestaría.

-¿Qué hacemos aquí? -preguntó Checo, curioso, mientras cerraba la puerta detrás de nosotros.

-Quería un momento a solas contigo -dije, acercándome a él. Mi corazón latía con fuerza, no por los nervios de la carrera, sino por lo que estaba a punto de hacer.

El lugar estaba oscuro, iluminado solo por una tenue luz amarilla. Me acerqué más a Checo, tomando su rostro entre mis manos. Podía sentir su respiración, rápida y entrecortada, igual que la mía. Este era el momento. Sin interrupciones, sin nervios. Solo nosotros dos.

-Finalmente -murmuré, antes de inclinarme y presionar mis labios contra los suyos.

El beso fue todo lo que había imaginado y más. Fue suave, dulce, lleno de una emoción que había estado conteniendo por tanto tiempo. Podía sentir la calidez de su cuerpo, el latido de su corazón contra el mío. Era un momento perfecto, solo para nosotros.

-Eso fue....

-Hermoso -, acompleto con una sonrisa.

-Si lo fue-, acaricié su mejilla y me incline a darle otro y después otro hasta que los segundos se convirtieron en minutos.

-Max, tenemos que salir de aquí. Tienes entrevistas que hacer-, rió separándose.

Sonreí, era todo perfecto. Por fin había revelado mis sentimientos a Checo y por fin lo besaba.

Pero esa perfección se rompió cuando, al intentar salir, descubrimos que la manija de la puerta no funcionaba. Tiré de ella una y otra vez, pero no se movía. Checo, al darse cuenta de lo que estaba pasando, intentó ayudarme, pero el resultado fue el mismo.

-No puede ser -dije, sintiendo la frustración crecer dentro de mí-. La manija no funciona.

-¿Tienes tu teléfono? -preguntó Checo, revisando sus bolsillos.

-No, lo dejé en el garaje. ¿Y tú?

-Tampoco lo tengo -dijo, con una risa nerviosa.

Nos miramos en la penumbra, ambos tratando de no entrar en pánico. Estábamos atrapados en la bodega, sin forma de contactar a nadie y sin saber cuánto tiempo pasaría antes de que alguien notara nuestra ausencia.

-Bueno, al menos tuvimos nuestro momento especial -dije, tratando de mantener el ánimo ligero.

Checo se rió, acercándose de nuevo a mí.

-Sí, fue perfecto. Incluso con este pequeño contratiempo.

Nos sentamos en el suelo, apoyados contra la pared. Aunque estábamos atrapados, la situación no parecía tan terrible. Tenía a Checo a mi lado, y después de todo, habíamos logrado tener ese primer beso mágico que tanto habíamos deseado.

Pasaron varias horas antes de que alguien notara nuestra ausencia y viniera a buscarnos. Cuando finalmente nos liberaron, estábamos un poco avergonzados pero también aliviados. Sin embargo, esa experiencia nos unió aún más. Aunque la situación no había sido perfecta, el beso y el tiempo que pasamos juntos en esa bodega fueron inolvidables.

Salimos del garaje, sonriendo y riendo, sabiendo que, a pesar de los contratiempos, siempre encontraríamos la manera de estar juntos y crear momentos especiales.

Efectividad: 100% Pero asegúrense de no quedarse encerrados.

Guía para enamorar a Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora