Se él mejor

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Consejo: Mi padre

Expectativa: Mucha

Contras: Mi padre

Estaba decidido a concentrarme en mi carrera y dejar de lado todo lo que me distrajera, incluyendo mis sentimientos por Checo. Las emociones me habían dejado exhausto, así que me centré en lo que mejor sabía hacer: correr.

Era un día soleado en Brasil y el ambiente en el circuito estaba cargado de emoción y tensión. Después de todo lo que había pasado, sentía una mezcla de determinación y algo de angustia. Tenía que ganar, no solo por mí, sino también para demostrarme a mí mismo que aún podía ser el mejor.

Desde la sesión de clasificación, me sentí imparable. Cada curva, cada recta, todo fluía perfectamente. Pero en el fondo, sabía que había algo más en juego, algo que iba más allá de la competencia en la pista.

Durante la carrera, las instrucciones por radio eran claras. Tenía que dejar pasar a Checo para ayudarlo con su posición en el campeonato. Pero mi mente estaba en otro lugar. Las emociones reprimidas y la tensión acumulada se mezclaron con la adrenalina de la competencia.

—Max, deja pasar a Checo—la voz por radio era firme, pero en ese momento, no podía escuchar con claridad.

Seguía concentrado en mantener mi posición, en asegurar mi victoria. La idea de sacrificar mi puesto por alguien más, incluso si ese alguien era Checo, se sentía imposible. Estaba cegado por mi deseo de ganar, de demostrar mi valía, especialmente después de la confusión emocional que había experimentado.

—Max, Deja pasar a Checo, por favor—la voz insistía, pero mi determinación era más fuerte. —Max, ¿Qué paso?—, me preguntó molesto.

—Ya les dije la última vez. No vuelvan a preguntar lo mismo —, dije harto. —¿Esta bien? ¿Estamos claros sobre eso? Di mis razones y las mantengo.

Cruzar la línea de meta sin dejar pasar a Checo fue un momento agridulce. La euforia de la carrera se mezcló con la culpa y la incertidumbre. Sabía que había desobedecido órdenes, y las repercusiones no tardarían en llegar.

En el garaje, el ambiente era tenso. Checo me miró con una mezcla de frustración y decepción. Sentí una punzada en el pecho, pero traté de mantener mi compostura.

—Max, ¿por qué no lo hiciste? —me preguntó Checo, su voz llena de una mezcla de incredulidad y enfado.

—No lo sé—respondí, sabiendo que mis palabras no serían suficientes para reparar el daño hecho.

A medida que avanzaba el día, las críticas y los comentarios no tardaron en llegar. Me sentía atrapado en una tormenta de emociones y juicios, pero sabía que tenía que mantener la cabeza en alto. La presión de ser el mejor piloto, de ser el número uno, a veces nublaba mi juicio, y ese día en Brasil fue un claro ejemplo de ello.

Pasaron los días y traté de centrarme nuevamente en las carreras que quedaban. Sabía que tenía que trabajar más duro para recuperar la confianza de mi equipo y, más importante aún, la de Checo.

Desde ese día, la relación con Checo cambió drásticamente. La camaradería y la complicidad que solíamos tener se desvanecieron casi por completo. En público, Checo mantenía las apariencias, pero su actitud era distante y fría. En privado, era aún peor; me ignoraba por completo o respondía con monosílabos, como si simplemente quisiera que desapareciera.

Las noches en el hotel se convirtieron en un tormento. Me sentaba en mi cama, mirando el techo, recordando los momentos en los que éramos más que simples compañeros de equipo. La amargura y la culpa se apoderaban de mí, y no podía evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas. ¿De qué me había servido quedar en sexto lugar? Ni siquiera había ganado, y lo único que había logrado era restar puntos a Checo, perjudicándolo en su lucha por el campeonato.

Una noche, después de otro día de ensayos y simulaciones, decidí intentar hablar con él. Fui a su habitación, esperando que al menos me escuchara. Toqué la puerta y esperé.

—Checo, ¿podemos hablar? —pregunté con cautela cuando abrió la puerta.

Me miró con una expresión que mezclaba cansancio y resignación.

—¿Qué quieres, Max? —dijo, su tono era frío y distante.

—Quería disculparme... por Brasil... —empecé, pero su mirada cortante me detuvo.

—No hay nada de qué hablar, Max. Lo hecho, hecho está —respondió, cerrando la puerta en mi cara.

Me quedé allí, en el pasillo, sintiendo cómo mi corazón se rompía un poco más con cada segundo que pasaba. Volví a mi habitación y me dejé caer en la cama, sin poder contener las lágrimas. La culpa y la tristeza eran abrumadoras.

Los días se convirtieron en semanas, y la situación no mejoraba. En cada carrera, en cada evento, la distancia entre nosotros se hacía más evidente. Antes, solíamos compartir risas y bromas, ahora apenas cruzábamos miradas. Intenté concentrarme en las carreras, en mejorar mis tiempos, pero su indiferencia me distraía constantemente.

Cada vez que veía a Checo, me dolía el corazón. Su risa con otros compañeros, sus conversaciones animadas, todo parecía una burla de lo que habíamos perdido. Intenté hablar con algunos amigos en el paddock, pero nadie parecía tener una solución para lo que estaba pasando.

Luego de otra carrera decepcionante, me senté en mi cama y lloré. Las lágrimas caían libremente, sin que pudiera detenerlas. Me sentía impotente, atrapado en una situación que yo mismo había creado. La culpa me carcomía por dentro y no sabía cómo reparar el daño que había hecho.

Intenté hablar con él de nuevo, en una de las raras ocasiones en las que nos encontrábamos a solas. Checo seguía siendo cortante, fingiendo que nada pasaba.

—Checo, por favor, escúchame —le rogué.

—Max, ya hemos hablado de esto. No hay nada más que decir —respondió, sin mirarme a los ojos.

Su indiferencia me mataba. Cada vez que lo veía, cada vez que lo escuchaba, sentía que un pedazo de mi corazón se rompía. La carrera que tanto amaba se había convertido en una fuente constante de dolor y arrepentimiento. Y lo peor de todo es que no sabía cómo arreglarlo, cómo hacer que todo volviera a ser como antes.

Me quedaba sentado en mi habitación, repasando una y otra vez lo que había pasado en Brasil, deseando poder retroceder el tiempo y tomar una decisión diferente. Pero el pasado no se puede cambiar, y ahora tenía que vivir con las consecuencias de mis acciones.

La relación con Checo, que alguna vez había sido una de las cosas más valiosas para mí, se había reducido a nada más que una fría interacción profesional. Y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que me mataba por dentro.




Efectividad: Me quedé sin el amor de mi vida y no se cómo recuperarlo.

Guía para enamorar a Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora