Tómalo con calma

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Consejo: Charles

Expectativa: Me lo envío por tiktok. Así que 97%

Contras: Ya quiero besarlo.

La revelación de nuestros sentimientos mutuos cambió todo. Checo, con su típica sonrisa cálida, decidió quedarse una semana más conmigo. Esa decisión marcó el comienzo de una nueva etapa en nuestra relación, una que ni él ni yo habíamos explorado antes.

En los días que siguieron, ambos estábamos navegando por aguas desconocidas. La sensación era emocionante y aterradora al mismo tiempo. Nos tratábamos con más ternura y cuidado, conscientes de que ahora había una nueva dimensión en nuestra relación. La amistad que habíamos compartido se transformaba en algo más profundo, y ambos parecíamos entender la importancia de cada pequeño gesto.

Por la mañana, nos despertábamos con una mezcla de nerviosismo y anticipación. El simple hecho de compartir un desayuno juntos adquiría un nuevo significado. Las miradas furtivas, las sonrisas tímidas y los toques accidentales de nuestras manos eran señales silenciosas de lo que estaba floreciendo entre nosotros. Cada pequeño roce parecía electrificar el aire, haciendo que el ambiente se sintiera cargado de una energía nueva y maravillosa.

Explorábamos juntos, no solo los lugares que nos rodeaban, sino también nuestras emociones. Caminamos por el parque, donde los árboles verdes y las flores en pleno esplendor eran el telón de fondo perfecto para nuestras conversaciones profundas y sinceras. Hablábamos de nuestros miedos, nuestras esperanzas y todo lo que habíamos sentido en silencio durante tanto tiempo.

Una tarde, mientras paseábamos por el bosque cercano, tomé su mano por primera vez. Fue un gesto espontáneo, pero lleno de significado. Sentí su sorpresa inicial, seguida por una suave presión de su mano en la mía. Caminamos así, en silencio, disfrutando de la proximidad y la comodidad que venía con ella.

—Nunca pensé que esto sería posible —dije, rompiendo el silencio con un susurro.

—Yo tampoco —respondió Checo, mirando hacia el cielo a través de las hojas—. Pero me alegro de que lo sea.

Las noches eran igualmente mágicas. Bajo el cielo estrellado, nos sentábamos en la terraza de mi casa, hablando hasta altas horas de la noche. La luz de la luna iluminaba su rostro, y no podía evitar admirar lo perfecto que era todo en ese momento. Una de esas noches, le propuse ver una película. Nos acurrucamos en el sofá, sintiendo la calidez del otro mientras la pantalla iluminaba la habitación. El sonido de la película se mezclaba con el ritmo de nuestros corazones. A medida que la película avanzaba, nos acercamos más, hasta que, sin darnos cuenta, ambos nos quedamos dormidos juntos, envueltos en un abrazo silencioso.

Cada día era una nueva aventura, una oportunidad para conocernos mejor y explorar esta nueva dinámica entre nosotros. Cocinábamos juntos, y me encantaba verlo sonreír mientras preparábamos la cena. La manera en que Checo se movía con gracia y naturalidad en la cocina me fascinaba. Disfrutábamos de las comidas en el jardín, riendo y hablando de todo y nada, sintiendo que el tiempo se detenía cuando estábamos juntos.

Había momentos de timidez, de sonrojos y risas nerviosas. Pero también había una sensación de seguridad, de saber que estábamos juntos en esto, descubriendo algo hermoso y real. La complicidad que habíamos construido como amigos ahora se enriquecía con esta nueva capa de afecto y atracción.

La tarde había caído, y estábamos recostados en una manta en el jardín, observando las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo. El ambiente era tranquilo, el aire estaba lleno del aroma de las flores nocturnas, y el sonido de los grillos era la única interrupción en nuestro pequeño refugio de serenidad. Checo y yo estábamos cerca, nuestras manos apenas tocándose, compartiendo la calma y la cercanía de la noche.

—¿Alguna vez sospechaste que me gustabas? —pregunté, rompiendo el silencio con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

Checo se giró hacia mí, su rostro iluminado por la suave luz de la luna. Pude ver una chispa de sorpresa y diversión en sus ojos.

—Algunas veces, pero luego actuabas raro y me confundias—admitió, y una sonrisa juguetona se formó en sus labios.

—Sí, todo eso fue gracias a los consejos que me dieron —reí, recordando las veces que había seguido estrategias mal aconsejadas.

—¿Pediste consejos? —preguntó incrédulo, levantando una ceja.

—Sí —admití, sintiendo un rubor subir a mis mejillas—. Estaba desesperado, supongo.

Checo se rió suavemente, una risa que me llenó de calidez.

—Admito que yo también pedí consejos —dijo, y vi un atisbo de vergüenza en su expresión.

—¿En serio? —pregunté, sorprendido. No podía imaginar a Checo, siempre tan seguro y sereno, buscando ayuda para manejar sus sentimientos.

—Sí, a Fernando y a Lewis —dijo, tapándose la cara con las manos, claramente avergonzado.

No pude evitar reírme. La idea de Checo buscando consejo en Fernando y Lewis era inesperada, pero también encantadora.

—¿Qué te dijeron? —pregunté, intentando no sonar demasiado curioso pero sin poder evitar la urgencia en mi voz.

—Bueno, Fernando me dijo que fuera directo y honesto, pero también me aconsejó que esperara a que tú hicieras el primer movimiento —explicó Checo, aún con las manos en la cara—. Y Lewis... Bueno, él básicamente me dijo que te dejara pistas sutiles.

—¿Pistas sutiles? —repetí, pensando en todas las señales que probablemente había pasado por alto.

—Sí, como pasar más tiempo contigo, invitarte a cosas... —Checo bajó las manos y me miró—. Pero tú parecías tan distraído o nervioso que no estaba seguro si notabas algo de eso.

—Oh, lo noté, pero pensé que solo estabas siendo amable —confesé, sintiendo una mezcla de alivio y torpeza.

Nos quedamos en silencio por un momento, ambos asimilando la situación. Parecía casi cómico, ahora, lo mucho que habíamos sobrepensado y malinterpretado cada gesto y palabra.

—Me alegra que finalmente estemos aquí, hablando de esto —dijo Checo suavemente.

—A mí también —respondí, tomando su mano y entrelazando nuestros dedos—. Creo que todos esos consejos, buenos y malos, nos trajeron a este punto.

Checo asintió, apretando suavemente mi mano.

—Sí, y aunque fue un camino complicado, no lo cambiaría por nada.

Nos quedamos así, bajo las estrellas, compartiendo un momento de honestidad y conexión. Sentía que finalmente habíamos cruzado un puente, dejando atrás las inseguridades y malentendidos. Estar con Checo, conocer sus sentimientos y compartir los míos, era la culminación de un viaje lleno de altibajos, pero uno que valió cada paso.

Esa noche, bajo el cielo estrellado, entendí que este era solo el comienzo de algo mucho más grande y hermoso. Y mientras Checo se recostaba contra mi hombro, supe que estaba exactamente donde quería estar, con la persona que había esperado encontrar durante tanto tiempo.


Efectividad: Tampoco te tomes mucho tiempo. 73%

Guía para enamorar a Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora